ES UN TROTE CON ALMA, es el de un caballo fuerte, hermoso y cimarrón, el jefe de una manada, que un día tiene la desgracia de encontrarse con el hombre blanco en las planicies del Oeste indómito de los Estados Unidos. Es un corcel mustang cuyas aventuras nos llegan en el más reciente filme de animación de los estudios DreamWorks: Spirit: El corcel indomable, dirigido por Kelly Asbury y Lorna Cook.
Ya los estudios DreamWorks habían incursionado en el cine de dibujos animados con las películas El príncipe de Egipto (1998) y El camino hacia El Dorado (2000). También lo han hecho en el cine por computadora con títulos como Hormiguitaz (con zeta, 1998) y con la exitosa Shrek (2001). Ahora, DreamWorks reúne ambas experiencias con Spirit (2002), donde el cine de dos dimensiones (dibujo animado) recibe el impulso significativo del de tres dimensiones (gracias a la computadora).
De esa manera, para DreamWorks, Spirit viene a ser la película más compleja que haya hecho (desde el punto de vista tecnológico), para demostrar que la animación tradicional tiene hoy muy poco de tradicional. Así, si antes el trabajo por computadora era solo un apoyo escénico del dibujo (o para sugerir movimientos de cámara), con Spirit se trata de un arte mancomunado donde se pasa de un tipo de animación a otra, en una continuidad difícil de percibir (el mejor ejemplo es el principio de la película, cuando el caballo Spirit cabalga con la manada).
No hay duda: estamos ante un filme que es todo un alarde experimental en tecnología y animación, que cuenta con un desarrollo gráfico estupendo (gracias a la valentía de los dibujantes y de los animadores con un ratón de computadora en la mano). De ahí, destacan los fondos y escenarios ricos en matices y en textura, la fina expresión de los personajes (incluido su buen diseño) y el buen ritmo (con mejor trazo) de las figuras cuando están en movimiento.
Agreguemos el aporte emotivo de una música oportuna y sugerente en la banda sonora: el resultado es impecable. Es en el argumento (en la historia narrada) donde afloran las debilidades del filme: se trata de un relato más bien flojo, por ratos cursi (sentimentalón) y que huye de la complejidad (su simpleza es adrede: para todo público en las boleterías).
En todo caso: podemos recomendar estas aventuras de un corcel alazán y bravío, que piensa como humano aunque no hable, enamorado de la yegua Rain, capaz de discernir entre la crueldad del hombre blanco y la bondad del nativo indígena (como la del joven lakota Pequeño Arroyo). Es la historia, en fin, de un caballo rebelde llamado Espíritu Que No Se Puede Quebrar.