Hoy hablaré de los suegros, pues es sabida su cuota de influencia en las parejas, sobre todo en las más jóvenes.
Una vez escribí, medio en broma y medio en serio, que los suegros tienen cuatro funciones básicas en la vida de los cónyuges: invitarles a comer con frecuencia, prestarles dinero, cuidar de los niños, y recordarles siempre la frase de que "más sabe el diablo por viejo que por diablo".
Es claro que esas cuatro funciones facilitan a los suegros su influencia sobre la pareja. Al reunirse a comer se enteran hasta de lo que no deberían. Al prestarles dinero adquieren cierto control sobre el manejo de sus finanzas. Al cuidar a los niños influyen de forma directa sobre los chicos, y a la vez sobre aquellas salidas de la pareja en que requieren ir sin los niños. Y al defender su experiencia logran una posición de superioridad ante las demás cosas.
El problema es cómo van a usar los suegros su cuota de influencia, que será más alta cuanto más jóvenes y dependientes (económica o emocionalmente) sean los miembros de la pareja.
El ideal es que sean cuidadosos y generosos a la hora de usarla, para que siempre sea en bien de la pareja y no para mantener ellos un control innecesario. Que actúen como los buenos maestros que aplican aquello de que "si uno quiere que alguien coma un día le da un pescado, pero si quiere que coma muchos días, mejor le enseña a pescar".
Cuanto más seguros se sientan los suegros del ejemplo que pueden dar con su propia vida, y de lo bien que criaron a sus hijos, más fácilmente actuarán como esos buenos maestros y "soltarán a sus alumnos". Por el contrario, cuanto más inseguros se sientan en esos aspectos, más tenderán a ser sobreprotectores.
Se dice que la relación entre padres e hijos es la única relación emocional cuyo propósito es la separación. De allí que es deber de los suegros aprender a soportar la distancia física o emocional que la nueva pareja ponga.
Aprender a ser capaces de esperar las peticiones de ayuda, invitaciones, visitas o llamadas, sin forzarlas. Esforzarse por reprimir los deseos de involucrarse en la vida de ellos. Incorporar como propia aquella oración de: "¡Dios mío, ayúdame a no meterme en lo que no me importa, no me concierne o está fuera de mis manos!"