Denver (Colorado). Terry Nichols fue declarado ayer culpable de conspiración delictiva y homicidio involuntario en el caso del atentado explosivo en Oklahoma City, al ser considerado un cómplice menor de Timothy McVeigh en el más mortal acto de terrorismo ocurrido en suelo estadounidense.
Nichols, quien podría ser condenado a muerte por el cargo de conspiración, estaba en su granja en Kansas a más de 320 kilómetros de distancia en el momento de la explosión, y fue descrito por sus abogados como un hombre de familia que "construía su vida, no una bomba".
Los miembros del jurado deliberaron 41 horas durante seis días para concluir que el caso circunstancial de la fiscalía basado en recibos de fertilizantes, registros telefónicos y un camión de mudanza no era suficiente para equiparar a Nichols con McVeigh.
El veredicto se produce seis meses después de que McVeigh fuese declarado culpable y sentenciado a muerte por los cargos de asesinato, conspiración y posesión de explosivos. Los jurados en ese caso no tuvieron la opción de considerar los cargos menores de asesinato impremeditado y homicidio involuntario.
Bajo las instrucciones del juez federal Richard Matsch en el proceso contra Nichols, el jurado tuvo la opción de considerar los cargos menores sólo si no podían encontrar señales de premeditación en los ocho cargos de asesinato en primer grado, en el caso de los ocho agentes federales muertos en el atentado.
Hombro a hombro
El jurado, compuesto por siete mujeres y cinco hombres, regresará el lunes para una audiencia para determinar si Nichols debe ser condenado a cadena perpetua o muerte por inyección letal.
Los fiscales argumentaron que McVeigh y Nichols trabajaron hombro con hombro para adquirir los ingredientes y construir la bomba de 1.800 kilos de combustible y fertilizante que destruyó -el 9 de abril de 1995- el edificio federal Alfred P. Murrah, en un retorcido plan para vengar el asedio de la Oficina Federal de Investigaciones (FBI) contra una secta religiosa apocalíptica hace cuatro años en Waco, Tejas.
La estruendosa explosión destruyó nueve pisos del edificio y aplastó a las víctimas "como uvas", de acuerdo con la descripción de uno de los socorristas. Ciento sesenta y ocho personas, entre ellas 19 niños, murieron en el ataque.
Mientras que el juicio a McVeigh tuvo una fuerte dosis de sobrevivientes que describieron la ordalía, el caso contra Nichols se concentró en el "camino hacia la destrucción" que ambos siguieron en los siete meses que culminaron con la explosión.