La falta de sangre en los tejidos del cuerpo priva a las células de oxígeno y puede dañar el corazón o llevar a la amputación de una extremidad.
Sin embargo, un grupo de investigadores estadounidenses, encabezados por el químico de origen costarricense Samuel Stupp, inventó una nueva manera de regenerar los vasos sanguíneos, indispensables para que la sangre se distribuya en el cuerpo.
Stupp y su equipo de investigadores de la Northwestern University, con sede en Chicago (EE. UU.), crearon una estructura que sirve como una especie de andamio para que el cuerpo construya, por su cuenta, vasos sanguíneos.
Esta estructura fue creada mediante nanotecnología, la ciencia que trabaja lo extremadamente pequeño. Un nanómetro es la millonésima parte de un metro.
La invención consiste en una estructura en forma de tubo muy fino, delgado y flexible, que tiene en su superficie cientos de miles de moléculas. Estas moléculas imitan el efecto biológico del VEGF, emitiendo señales químicas al cuerpo, las cuales lo llevan a trabajar en el crecimiento de nuevos vasos sanguíneos.
Según explicó Stupp a La Nación, la nanoestructura es autoensamblable y biorreactiva. Esto significa que los científicos la diseñan en una computadora en el laboratorio, pero lo que introducen al cuerpo son solamente los compuestos. Ellos se unirán por sí mismos, tomando la forma y el orden dictado por los científicos. Una vez armada dentro del cuerpo, esta nanoestructura da mensajes al organismo, en este caso, de comenzar a formar vasos sanguíneos; por eso se la califica de biorreactiva.
Por ejemplo, aunque el VEGF también se produce ya en laboratorio, es más caro de crear que la nueva nanoestructura.
Además, ese VEGF no da muy buenos resultados porque se mantiene en la zona destinada, por pocas horas. Mientras, la nanoestructura ideada por el equipo de Stupp se mantiene por mucho más tiempo debido a su composición.
Por último, la nanoestructura se inyecta de manera más sencilla. “Uno de los mayores desafíos en el campo de las isquemias (disminución de la irrigación sanguínea) y su tratamiento es la entrega sostenida de agentes terapéuticos para tratar tejidos. El VEGF natural tiene un periodo de vida muy corto, limitando su potencial y obligando a repetir dosis. Este nanomaterial imita el VEGF pero trabaja por más tiempo, lo cual eleva notablemente su potencial”, dijo Douglas Losordo, otro de los investigadores.
En ratones cuyos miembros fueron alterados para permitir solo entre 5% y 10% de la circulación normal, el tratamiento restauró la circulación entre el 75% y el 80% respecto a la normalidad en 28 días.
El próximo paso será experimentar en animales en un modelo de ataque al corazón con estas nanoestructuras.
Stupp espera comenzar en dos o tres años las pruebas de esta tecnología en seres humanos. Este tipo de tratamientos podría tener aplicaciones que beneficien a personas con distintos problemas circulatorios, entre ellos los diabéticos, quienes pueden llegar a perder extremidades por problemas relacionados con la irrigación de la sangre.