Los ticos cambiaron su alimentación, pero no de forma inteligente: dejaron cosas que hacían muy bien e incorporaron alimentos que sustentan, pero no son sanos.
Estudios científicos revelan la reducción en el consumo de frijoles, verduras, chile, culantro y jugos caseros de frutas .
Por ejemplo, la ingesta de frijoles en el país bajó un 35,1% entre 1965 y el 2010.
“Nutricionalmente no hay alimento que sustituya al frijol, y lo estamos excluyendo”, explicó Patricia Sedó, investigadora de la Escuela de Nutrición de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Mientras tanto, carnes y condimentos procesados y comida rápida entraron en nuestro plato. De lo poco bueno fue cambiar la manteca por aceite para cocinar .
“La alimentación de los ticos está desbalanceada. Comemos demasiados carbohidratos y pocas frutas y verduras”, manifestó Sedó.
¿Por qué? Más trabajo y menos tiempo para preparar los alimentos, influencia de comidas extranjeras y hasta la pereza empujaron el cambio.
La transformación de la dieta trajo consecuencias que van más allá de libras de más: infartos, diabetes, hipertensión y altos niveles de colesterol y triglicéridos.
Un estudio de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) evidenció que la hipertensión pasó del 25,6% de la población adulta tica en el 2006 a 31,5% en el 2010; la diabetes tipo 2 pasó de 8% a 10,5%.
Además, el 44% tiene altos niveles de triglicéridos y el 42% altos niveles de colesterol.
Según el Ministerio de Salud, el 11,1% de los ticos tienen anemia, el 24,7% de las mujeres en edad fértil y el 11,4% de los niños en edad preescolar tienen poco folato (antioxidante que ayuda en regeneración celular), 2,8% no tiene niveles suficientes de vitamina A, y el 14% niveles bajos de riboflavina.
“La dieta básica del tico no es mala; los picadillos son buenos. Lo malo es que se están perdiendo”, dijo Anne Chinnock, quien estudia micronutrientes de los ticos en la UCR.
La situación no es solo culpa del cambio en la dieta, pues influyen el sedentarismo y estrés.
“Antes comíamos muchas frutas de árboles, ahora hay quienes dicen que son caras, otros, que les da pereza pelarlas”, dijo Sedó.
Además, datos del Programa Integral de Mercadeo Agropecuario (PIMA) evidencian que mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) pide comer 146 kilos de frutas y 146 kilos de verduras al año, el tico pasó de 168,1 kilos de frutas en el 2002 a 136,41 en el 2009. La ingesta de verduras aumentó, pero no lo suficiente: de 98,38 kilos en el 2002 a 100,48 en el 2009.
“Hace unos años las cosas eran diferentes. En la década de 1960, cuando comenzaron a proliferar las oficinas en San José y la gente ya no podía devolverse a la casa a almorzar, buscaba comida casera. De allí surgieron las sodas que vendían comida casera y se le dio el nombre de ‘casado’ al platillo principal. El problema se vino unos 10 años después, cuando llegó el primer restaurante de comida rápida y le daba a la gente comida lista en menos tiempo, pero con menor calidad nutricional”, añadió.
A esto se le unen informes de Hannia Campos, que investiga en la Universidad de Harvard el infarto en los ticos. En sus pesquisas encontró que el costarricense dejó de comer alimentos “protectores” del corazón: frijoles, frutas, verduras, pescado y jugos caseros, y le dio paso a más arroz, más macarrones, carnes procesadas y jugos “de paquete”.
“Lo malo es que la gente puede estar enferma, pero sentirse bien. Siguen comiendo mal, fumando y sin hacer ejercicio, y cuando comienzan a sentirse mal es muy tarde”, advirtió Campos.
Al rescate. Los ticos olvidamos muchos alimentos , pero hay iniciativas para recuperarlos. La UCR tiene un proyecto para rescatar del olvido 40 frutas, como el guiscoyol, el olozapo o el borojó; u hojas, como el chicasquil, el zorrillo y la chaya.
“La gente dejó de sembrar muchas de estas frutas y las cosechas de perdieron; y la falta de costumbre hizo que se dejaran de comer. El cambio climático hace que los cultivos bajen, y las frutas ya no crecen igual, buscamos reactivar estos cultivos para que la gente recupere sus nutrientes”, dijo Luis Poveda, uno de los investigadores.