El Mercurio, Chile / GDA
De la época en que pocos y muy contados individuos portaban un teléfono celular, generalmente prensado en la pretina del pantalón, a los tiempos actuales, hay años luz de distancia. Hoy, este accesorio parece una prenda más de vestir que utiliza, compulsivamente, gente de todas las edades.
Y del mismo modo que han proliferado los móviles, lo han hecho también los estudios y sondeos para determinar, entre otras cosas, qué está generando tal dependencia.
De acuerdo con un reciente estudio británico de la empresa SecurEnvoy, compañía dedicada a la seguridad en telefonía celular, el 66% de las personas siente miedo de perder o de estar sin su teléfono.
La obsesión por el móvil podría considerarse una nueva patología, dicen los expertos. Prueba de ello es que el simple hecho de dejar de verlo provoca estrés, sobre todo entre los más jóvenes.
¿Le ha pasado que se le extravía su celular por un rato y usted se desespera buscándolo? ¿O le entra una gran angustia cuando se percata de que su teléfono prepago se quedó sin saldo? Si estas le parecen situaciones familiares, usted ha sufrido de “nomofobia”, expresión proveniente del inglés “ no mobile phobia ” que puede traducirse como “fobia a andar sin celular”, pero que no es en realidad una fobia ni una enfermedad.
De acuerdo con el citado estudio inglés, las mujeres (70%) se preocupan más por la pérdida de su celular que los hombres (61%). Y los más jóvenes serían los más “nomofóbicos”: el 77% de quienes tienen entre 18 y 24 años sufren mayoritariamente esta ansiedad.
El término “nomofobia” se acuñó por primera vez en Europa en el 2008 y describe un miedo exagerado a estar “incomunicado”. Un síntoma de quienes lo padecen es revisar el celular más de 30 veces al día, solo para tener certeza de que no se ha extraviado.
Nuevas necesidades
Se estima que, en 2016, habrá 10.000 millones de celulares en el mundo, 30% más que la población del planeta entero para esa fecha. Por eso, no parece tan raro que el número de “nomofóbicos ”también vaya en aumento.
Sobre todo si se toma en cuenta que los llamados teléfonos inteligentes se están volviendo parte de las vidas y las rutinas de más y más personas en el mundo, y están creando nuevas necesidades.
¿La más común? La necesidad de estar conectado en cada momento y en todo lugar. Aunque también hay otras, como el hecho de que el celular reemplazó a la agenda del pasado y en él se anotan números telefónicos, direcciones, la lista de compras y la agenda de reuniones de la semana. Son razones de sobra para que el hecho de perderlo genere todo un caos.
“Una vez fui a dejar a mi novia a su trabajo y ella, sin querer, se llevó mi teléfono. Pensé que lo había perdido, me puse nervioso y llamé de inmediato a mi número. Cuando me dijo que ella lo tenía, me regresé a recuperarlo, aunque llegara tarde a clases”, cuenta un muchacho de 22 años.
Devolverse a buscar un celular olvidado es un conducta típica de los “nomofóbicos”. También lo es la imposibilidad de “hacer vida cotidiana” o de “funcionar” sin el celular al alcance de la mano, explica Jade Ortiz, presidenta de la Sociedad Chilena de Psicología Clínica.
Para ella, prestar excesiva atención al celular es señal de que algo anda mal, de que el teléfono se está convirtiendo en la fuente de seguridad social de la persona, y asegura que esto lo ha comprobado en muchos de sus pacientes.
“He estado en conversaciones en las que parece que el interlocutor le está prestando más atención al teléfono que a mí”, relata. Por eso, dice, tiene sentido que en algunas reuniones, citas médicas y cultos de iglesia, se pida a los presentes apagar su celular.
Aquellos que tienen la necesidad de estar conectados el 100% del día es porque no pueden establecer relaciones cara a cara con normalidad, continúa la especialista.
“Conversar e interactuar con el celular se vuelve una situación gratificante. Por eso, al no tener este objeto, el individuo puede sentirse indefenso”, agrega.
Signos igualmente sugestivos son sentir que el teléfono vibra áun cuando no lo hace y sentir una fuerte angustia cuando se está quedando sin batería.
Cómo reconocerlos
Las personas más propensas a sufrir “nomofobia” utilizan su celular compulsivamente, durante más de cuatro horas diarias, y lo usan para fines que no sean llamar por teléfono.
Navegan, juegan, chatean y tuitean , entre otras actividades.
Además, llevan consigo el cargador o una batería de repuesto, como clara señal de que no están dispuestos a perder conexión ni un minuto.
Los adolescentes y jóvenes son quienes están en mayor peligro de sucumbir en esta espiral de ansiedad descontrolada.
Parte de ello se debe a que los videojuegos causan una adicción considerable cuando los jóvenes les dedican más de hora y media en días de colegio.
Muchos estudios sugieren que este tipo de adicciones puede alterar la socialización, el rendimiento en clases y las relaciones familiares.
Por eso, el consejo para los padres es que estén atentos y le insistan a sus hijos en que la tecnología es para el desarrollo de la persona y no a la inversa.
Para lograr “desconectarse”, la psicóloga Jade Ortiz recomienda salir con amigos, departir con la familia y practicar algún deporte o pasatiempo como la música o la pintura.