Enrique González López llegó en 1994 al Parque Nacional Archipiélago de Zapatera, Lago Cocibolca, dejando atrás al ejército en el que había servido durante casi 12 años, el de Nicaragua.
Con él iban varias familias, sobre todo mujeres, que huían de los ataques que la rearmada Contra lanzaba sobre los cooperativistas sandinistas en el norte y de la represión a la que estaban siendo sometidos.
“Estábamos cansados de luchar y queríamos tranquilidad . Como ya habíamos estado en el Mombacho durante los entrenamientos militares, conocíamos la isla de Zapatera y decidimos venir”, dice Enrique con timidez.
Pero en isla Zapatera no había agua, electricidad y el suelo era pedregoso, lo que dificultaba cualquier tipo de cultivo al que hubieran podido estar acostumbrados en la zona del norte de Nicaragua, su lugar de origen –la mayoría de los miembros de esta comunidad son de Waslala– y donde, durante la guerra, los combates se dieron con más crudeza.
Enrique y sus compañeros abandonaron hace tiempo los fusiles y se dedican ahora a mostrar a los visitantes los petroglifos que los indígenas dejaron en Zapatera, los guían en excursiones de hasta seis horas por los senderos donde se puede ver flora y fauna variadas, o los acompañan a pescar.
De los petroglifos que había originariamente en Zapatera, solo quedan algunas piezas: la mayoría fueron llevados al Museo del Convento de San Francisco, en Granada, que ha sido cuidadosamente rehabilitado con ayuda de la Agencia de Cooperación Internacional Sueca.
Otros fueron saqueados, un destino que podrían compartir los que todavía quedan en el terreno si no se declaran patrimonio del lugar, algo por lo que la comunidad de Sonzapote está trabajando con la idea de crear un museo en la misma isla.
En Sonzapote viven decenas de familias con muchos niños y niñas, y este arte antiguo es uno de los principales atractivos que ofrecen a los visitantes que recorren los aproximadamente 40 kilómetros que la separan de la ciudad colonial de Granada.
Hay diferentes maneras de llegar ahí, ya sea en barcos privados, tours organizados o apuntándose a la novedosa opción del turismo comunitario. Este último implica viajar en un bote propiedad de la misma comunidad, pasar dos noches en el albergue que ellos construyeron para los turistas, y comer con las familias los platos típicos nicaragüenses.
Toda una aventura para quienes están acostumbrados a la comodidad, y una forma de solidaridad para quienes deseen ayudar a estas familias.
Lo que ahora es una opción turística bien organizada, no lo era hace unos años, cuando la comunidad fue acusada de apropiarse de terrenos que no eran suyos y la policía y el ejército los desalojaron violentamente y los deportaron al norte.
A pesar de que seis compañeros fueron asesinados y varias mujeres sufrieron abortos a causa de ello, la comunidad decidió volver a ocupar parte del Parque Natural y luchar por un espacio.
Fue muy duro, en especial por el bloqueo que sufrieron y que aumentaba la dificultad de conseguir alimentos y medicinas.
Actualmente las tierras son de propiedad privada, según el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales de Nicaragua (Marena), pero estas familias pueden vivir en ellas, siempre y cuando participen en la conservación del ambiente y denuncien cualquier agresión al medio.
Sonzapote recibe la ayuda de la organización española Cosal y de la Asociación La Ceiba de Salerno, creada por una pareja de italianos, Gabriela Goglia y Genaro Stanzione.
“El primer viaje a Zapatera lo hicimos en 2002, después volvimos varias veces hasta que hace tres años decidimos instalarnos aquí. La gente, a pesar de su historia, mantenía el sueño de tener un futuro en paz y nos quedamos para compartir y luchar por este sueño”, explica Gabriela.
Una de las mejores iniciativas de la comunidad ha sido la creación del Colectivo de Mujeres, “Iris Bado” –nombre que hace honor a la guerrillera que las acompañó en todo el viaje de huida–, asociada a la Unión de Cooperativas Agrícolas de Nandaime (UCA).
Ellas han iniciado proyectos de apicultura, producción de artesanía local y se han organizado para poder recibir asistencia médica al menos una vez al mes en una clínica de medicina natural de Managua.
“Mi mamá trabaja con las mujeres en la comunidad, haciendo artesanías y atendiendo al turismo, y mi papá, con el cultivo de maíz y otras cosas del huerto”, explica Henry Pérez, un chico de 13 años que tiene otros ocho hermanos, de los cuales solo tres han podido ir a estudiar a Granada. Como sus padres, toda la comunidad se dedica a la pesca, a la atención de turistas, al cultivo de hortalizas y la cría de pollos.
Las cosas han mejorado desde que La Ceiba llegó a Sonzapote. Organizaron la construcción de varias casas para crear una escuela, una cocina comunitaria y dos habitaciones para visitantes. Pero las condiciones siguen siendo duras: no hay energía eléctrica, el agua llegó por primera vez hace unas semanas y la asistencia médica no es regular ni cercana.
Por ello, el turismo se está convirtiendo en una buena opción, y parece que quienes los visitan se marchan de ahí encantados: “He venido con la agencia Pindorama, que organiza viajes solidarios para ver proyectos comunitarios, encuentros con campesinos”, asegura Franco Mazzarella, ingeniero electrónico de Nápoles, Italia.
“Me ha gustado mucho el clima de amistad que se respira, las mujeres son muy organizadas y la naturaleza es muy bonita. La falta de confort no es un problema, porque viajando de este modo se puede conocer la realidad de la gente”, añade.
Las plantas solares instaladas en la escuela ayudan a la generación de energía, mientras mosquiteras, baños y duchas están disponibles para los viajeros.
Pasar uno, dos o tres días con este grupo de familias es lo que en Nicaragua se está promoviendo como turismo rural.
Además de ser una forma positiva de ayudar al desarrollo de las comunidades, es también una manera de conocer el país desde lo más profundo de su historia, conversar con quienes han vivido sus episodios más recientes y observar de primera mano los estilos de vida que todavía se mantienen en muchas zonas pobres.
Una aventura que irá acompañada de paisajes naturales extraordinarios y de un recuerdo inolvidable de este lugar.