PARIS (AFP) El mar Caribe se volvió un libro de historia escrito con tambores, danzas y mitos de sus pueblos mestizos, abriendo páginas afrocubanas, garífunas y haitianas en un festival de tres días que terminó el domingo en la Cité de la Musique de París.
Yemayá, Changó, Babalú Ayé y otros orichas o "santos" del panteón edificado en la isla de Cuba durante el renacimiento que siguió al trauma de la esclavitud, abrieron el viernes con sus toques de tambor y pasos de baile este festival llamado "El nuevo mundo, rituales del Caribe".
El conocido grupo Yoruba Andabo, fundado en 1961, llegó desde La Habana a presentar ante el público parisino, compuesto también por centenares de cubanos, latinoamericanos y africanos, obras de teatro-danza que expresan el imaginario de gran parte de los cubanos.
En el auditorio de la Cité de la Musique, con el paisaje futurista del norte de París al fondo, pudieron asistir a la "descarga" de la cantante del Yoruba Andabo, Reglas Monet Díaz, quien deslumbró con su voz, recordando a Merceditas Valdés y a Celia Cruz.
Las voces de los veteranos solistas Matías Geovani del Pino Rodríguez, Juan Campos Cárdenas, Jorge Armando de Armas Sarria, Ronald Gonzáles Cobas y Demián Díaz Leal se unían luego en coros de antiguos cimarrones y habaneros.
También actuaron los congueros y percusionistas de tambores "batá" Adonis Andrés Panter Calderón, Héctor Oviedo Abreu, Julio César Lemoine Díaz, Michel Herrera Pérez y Gilberto William Ramos.
Las bailarinas Zulema Pedroso Hardy y Jennyselt Lázara Galata Calvo y los danzarines Pedro Lázaro Monteaguado Lara y Ramses Charón Hechavarría deslumbraron con sus pasos.
Junto con el baile, la música, la medicina tradicional, el arte y los rituales, los ex esclavos de naciones yoruba, lucumí, congo o abakuá dejaron a sus descendientes principios de sabiduría para resistir a las adversidades.
"Muchas de las músicas populares contemporáneas se han nutrido de las armonías y ritmos aparecidos en el Caribe durante los últimos siglos. El son cubano, el zuk de las Antillas, el reggaé de Jamaica o el compás haitiano son desarrollos profanos de idiomas musicales de profunda espiritualidad", señaló François Bensignor, de la Cité de la Musique.
En el festival parisiense se presentó este domingo el "Conjunto Wabaruagun", de Honduras, célebres tambores y danzas garífunas.
Como todos los músicos del Caribe estos descendientes de la mezcla amerindia y africana tocan tambores de generosos diámetros con cueros de chivo o venado. Usan maracas, caracolas y conchas de tortugas. "La música juega el papel mayor de vehículo intercesor entre el mundo de los vivos y los espíritus", según Bensignor.
Los garífunas son una comunidad cuyo origen remonta a 1635, cuando dos barcos negreros naufragaron frente a la isla caribeña de San Vincente. Los sobrevivientes fueron recogidos por indios arawaks.
Reacios a toda forma de colonización, los garífunas fueron deportados a fines del siglo XVIII a una isla frente a Belice (ex Honduras Británica).
Ahora son una población de 275.000 almas que habitan sobre todo en los departamentos caribeños de Honduras.
La Cité de la Musique vibró el sábado con grupos musicales de Martinica y Guadalupe (Antillas francesas) y con las contradanzas y el acordeón vudú del grupo haitiano Ti-Coca.
La próxima semana, en el ciclo "Música barroca del Nuevo Mundo", se presentarán la Camerata Renacentista de Caracas, con "Negrillas y Guineos", y el Ballet "Perú Andino".
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