Tengo que reconocerlo: hasta el martes en la mañana sabía muy poco de Turrialba, cantón cartaginés que, entre sus múltiples atractivos, cuenta con ríos aptos para el rafting , cataratas idóneas para el rappel , paseos nocturnos en beneficios de café, hotelitos confortables con vistas espectaculares a hermosos cañaverales y un centro de investigación y enseñanza agronómico de clase mundial.
Eso no es todo: Turrialba alberga el más importante monumento arqueológico del país (Guayabo), un volcán, pueblos indígenas y, bueno, sin olvidar que se ubica en una zona donde confluyen las cordilleras Volcánica Central y la de Talamanca, lo cual le da el privilegio de contar con zonas de belleza única.
Sí, era muy poco lo que sabía de esta tierra fértil bañada por las aguas de los poderosos ríos Reventazón, Pacuare, Colorado y Pejibaye; perfumada por el aroma a delicioso café o por el dulce de la caña de azúcar que domina amplios parajes.
Y ni qué decir de su gente: amable, cálida y respetuosa, al menos así lo comprobé en una corta visita de un día a este cantón en compañía de mis compañeros Eyleen Vargas y Marco Tulio Quesada.
Mucha adrenalina. El paseo a Turrialba comenzó a las 6 a. m. del pasado martes. A esa hora salimos de Llorente de Tibás y una hora y 20 minutos después estábamos en el puro centro de este cantón.
A un costado de la gasolinera San Román, el equipo de Viva el Tiempo Libre se encontró con Massi Devoto, presidente de la Cámara de Turismo local y copropietario de una empresa de deportes de aventura, y quien se convirtió en nuestro guía.
La aventura comenzó una hora y media después en una reserva de 13 hectáreas, desde donde uno puede ver el centro de la ciudad y sus alrededores anonadado, con una vista que corta la respiración.
Sin embargo, no hubo tiempo que perder: después de un rápido desayuno nos pusimos en marcha hacia la excitación: cuatro cataratas, un puente colgante y cuatro cables de canopy nos esperaban entre exuberantes árboles y plantas.
Lejos de ser un agente pasivo, la invitación es para participar activamente del rappel : descender enormes piedras o cataratas con la ayuda de cuerdas. Una vez abajo (y después del susto inicial), usted puede escalar hacia arriba y cruzar el denso bosque por los cables del canopy .
Cuando se llega a las diferentes plataformas colocadas en lo alto de los árboles, los visitantes –como este servidor y los tres suecos que me acompañaron en esta experiencia– tuvimos que bajar por medio de cables, al mejor estilo del rappel .
Ni qué decir cuando tuvimos que cruzar un puente colgante a 22 metros de altura por encima del río Vigas, afluente del Colorado.
Por un instante, los nervios me paralizaron y me quedé en medio del puente. Mis piernas no reaccionaban y las manos se entumecieron.
En total, fueron tres horas de pura adrenalina, cargadas de nervios y emoción, que tuvieron un total reposo con la visita al jardín botánico del CATIE, cuyas siglas significan Centro Agronómico Tropical de Investigación y Enseñanza.
Durante más de 30 minutos, Eyleen, Marco y yo observamos decenas y decenas de especies botánicas, algunas únicas en el mundo.
Nuestro viaje estaba a punto de terminar: el poco tiempo disponible lo aprovechamos con un rico cafecito en un hotel rodeado de cañaverales; luego, un paseo a un antiguo beneficio de café, donde sus empleados muestran orgullosos el proceso de recolección y procesamiento de café. Y el cierre: una caminata por el centro de Turrialba, donde destacan hermosas casas llamadas de “plantación”, aquellas que construyeron las bananeras estadounidenses.sarce@nacion.com