Stevenage, Gran Bretaña (AP). Eden Sawczenko solía retroceder cuando otras niñitas la tomaban de la mano y se ponía rígida cuando la abrazaban. Este año, la niña de cuatro años paciente de autismo, empezó a jugar con una muñeca robot que manifiesta emociones y promueve el contacto físico, y ahora abraza a todo el mundo.
“Es mucho más afectuosa con sus amiguitos y ahora ella es la que toma la iniciativa de abrazar”, dijo Claire Sawczenko, su madre.
La pequeña asiste a un jardín de infantes para niños con autismo en Stevenage, en el norte de Londres, donde los investigadores les llevan un robot humanoide, del tamaño de un niño, una vez por semana para una sesión supervisada. Los niños, cuyo autismo oscila entre leve a grave, juegan con el robot hasta por diez minutos junto con un científico que maneja el robot a control remoto.
El robot, llamado Kaspar, está programado para sonreír, fruncir el ceño, reír, guiñar el ojo y agitar los brazos. Tiene pelo negro revuelto, una gorra de béisbol, unos pocos cables que le salen del cuello y zoquetes rojos con franjas. Fue construido por científicos en la Universidad de Hertfordshire a un costo de unas 1.300 libras (2.120 dólares).
Kaspar viene en varias versiones, incluso una suficientemente avanzada como para jugar el Wii de Nintendo. El robot está todavía en etapa experimental, y los investigadores esperan que algún día pueda ser producido en masa a un costo de pocos cientos de dólares.
Los niños con autismo no reaccionan bien a la gente porque no comprenden las expresiones faciales, explicó Ben Robins, un investigador en ciencia de computación en la Universidad de Hertfordshire, que se especializa en trabajos con niños autistas.
Los robots son mucho más seguros para ellos porque hay menos que interpretar y son muy previsibles, agregó.
Hay proyectos similares en marcha en Canadá, Japón y Estados Unidos, pero el británico es uno de los más avanzados, según otros expertos no vinculados con el proyecto.
Los científicos de Hertfordshire empezaron a usar una versión de Kaspar en el 2005. El nuevo modelo está cubierto con placas de silicona que imitan la piel humana para ayudar a los niños a que se acostumbren a tocar a otra gente. Hasta ahora, unos 300 niños en Gran Bretaña pacientes de autismo --un trastorno que afecta el desarrollo de la interacción social y la comunicación-- han jugado con un robot Kaspar como parte de la investigación científica.
El robot dice frases como “hola, mi nombre es Kaspar, juguemos juntos”, se ríe cuando le tocan los costados o los pies, alza y baja los brazos, o bien se tapa la cara con las manos y dice “¡oh!, esto duele”, cuando se le abofetea.
Pero eso resulta suficiente para fascinar a los niños autistas.
Nan Cannon-Jones, una asesora de autismo en la escuela, dijo que el robot ayuda a los niños a comprender las emociones y el lenguaje. Después que Kaspar dice “ja, ja” cuando le hacen cosquillas, el niño aprende qué es reírse, afirmó.