El pasado 21 de agosto representó el día en que gastamos el presupuesto ecológico del año. Según la Global Footprint Network, desde ese día en adelante estamos utilizando más recursos de los que el planeta tiene capacidad de producir en un año y estamos acumulando más dióxido de carbono en la atmósfera. Costa Rica no escapa de esta situación. Según el último informe Estado de la Nación , en el 2009, con el ritmo de uso de los recursos naturales, cada costarricense requería un 12% más de territorio disponible para satisfacer el consumo.
Esta realidad no solo es importante de cara a la próxima cumbre sobre cambio climático, en Cancún, sino que va más allá. Refleja un estilo de desarrollo, con el consumismo como norte, que está agotando nuestros recursos naturales por encima de su capacitad de renovación y que también lanza una pregunta: ¿Cuánto bienestar nos deja?
El pasado octubre en Italia, alrededor de 130 periodistas provenientes de cinco continentes participaron en el VIII Foro Internacional de la organización Greenaccord para debatir sobre el tema: “Gente construyendo futuro, límites y valores para un vivir sostenible”.
Modelo insostenible. El tema, sin duda, es común para todos los países del orbe y trae a la mesa algo que es evidente a todas luces: el modelo económico tradicional, cuyo sistema financiero colapsó en el 2008, es insostenible porque, entre muchas cosas, ya no puede seguir considerando el capital natural del planeta como si fuese ilimitado y seguir vendiéndonos la idea de que consumir más nos va a hacer más felices.
Para muestra un botón: según Gary Gardner del Worldwatch Institute, las compras por maquillaje en el mundo representan 18 billones de dólares al año; las de perfume, 15 billones; y las de cruceros, 14 billones.
Mientras que, por ejemplo, eliminar la pobreza representa 19 billones de dólares adicionales; lograr la alfabetización universal, 5 billones adicionales; y contar con agua potable, 10 billones adicionales.
¿Cuán responsables y felices somos al final como consumidores? En un mundo de especies en peligro de extinción, de degradación de los recursos naturales, de inseguridad alimentaria y fenómenos extremos del clima, también existen tecnologías limpias, productos y servicios producidos ambiental y socialmente sostenibles, iniciativas que nos permiten ser solidarios y tener un impacto positivo en nuestras comunidades y entornos, y también muchas cosas que definitivamente no necesitamos para gozar de una buena calidad de vida y ser realmente buenos administradores de nuestra casa: el planeta.
Poder de consumidores. Cambiar el estilo de vida puede no ser fácil, pero ya no es una opción. Y pocas cosas son tan poderosas como el poder que tenemos como consumidores.
Actualmente los costarricenses vivimos más, pero con una huella ecológica más alta (incluyendo el enorme consumo de combustibles fósiles solamente para transportarnos) y con una desigualdad cada vez mayor.
En el último informe sobre desarrollo humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo descendimos 8 puntos. Es decir, a pesar de que consumimos más, perdemos incluso bienestar, tenemos también más violencia y no necesariamente tiempo de calidad con los nuestros.
Y este pequeño país, que sigue siendo ejemplo en el mundo por muchas iniciativas ambientales y sociales, depende cada vez más de nosotros para seguir ese camino o poner en jaque todo lo que hemos logrado.