El Apolo 11 llegaba a la Luna el 20 de julio de 1969, y la pequeña Sandra Cauffman de 7 años seguía atenta el espectáculo por la tele blanco y negro de un vecino.
“Estábamos ahí toda la masa de chiquitos, apiñados, viendo el aterrizaje... Yo estaba muy emocionada. Me volví y le dije a mami: ‘Yo quiero trabajar para la NASA un día’. Ella me dijo: ‘Si usted quiere eso nada más póngaselo en la mente, estudie, esfuércese: uno no sabe las vueltas que da el mundo’”, recuerda Cauffman.
La costarricense siguió ese consejo y 44 años después confirma con su puesto en la NASA –como subdirectora de la próxima misión al planeta rojo: Atmósfera de Marte y Evolución Volátil, (MAVEN)– que la persistencia todo lo puede.
Ella se ocupa de “seguir de cerca la construcción de los satélites, los requisitos necesarios para la misión, medir los riesgos que implica y trabajar con los proveedores de instrumentación”.
MAVEN enviará una sonda espacial a bordo de un cohete Atlas V, con el fin de estudiar la atmósfera superior de Marte y así entender cómo se han escapado los gases de ese planeta. “También se quieren correlacionar datos que se obtengan en la misión con los del robot Curiosity ”, explicó.
Pero para ella, “trabajar en la NASA y hacer lo que hacemos (con MAVEN) no tiene que ver mucho con ir a otros planetas, sino con el proceso y los descubrimientos que se realizan en el camino”.
“Hemos desarrollado tecnologías como los sistemas de purificación de agua, la mamografía digital y hasta los videojuegos que esos chiquitos juegan en los celulares, fueron creados para entrenar astronautas”, afirmó Cauffman .
Si no hay imprevistos de última hora, la misión MAVEN que involucra a unas 400 personas, comenzará entre noviembre y diciembre de este año.
Esfuerzo. Pero la exalumna de la Escuela República de Paraguay, en Hatillo; el Liceo Luis Dobles Segreda, en La Sabana, y de la Universidad de Costa Rica admite que llegar hasta donde está no ha sido precisamente fácil.
Y reconoce a su madre como su fuente de inspiración, pues es una luchadora incansable que tuvo hasta tres trabajos para mantenerla a ella y a sus hermanos.
Como familia enfrentaron momentos difíciles: perdieron la casa y durante dos años vivieron en una oficina vacía en San José, “lavando los platos en el lavatorio y la ropa en la tina de baño”.
“Estuvimos casi dos años así. Ahí fue donde papi nos encontró”, recuerda Sandra, emocionada hasta las lágrimas.
Cauffman llama así a su padre adoptivo, un americano que se casó con su madre y decidió mover la familia a Estados Unidos, cuando Sandra tenía 21 años.
Allí ingresó a la Universidad George Mason en la carrera de Ingeniería Eléctrica, le reconocieron apenas 31 créditos de los que había cursado en Costa Rica.
Pero eso no fue obstáculo, se graduó y fue contratada de inmediato por una empresa que trabajaba de cerca con la NASA. Tres años después llegó a la Agencia Espacial estadounidense y concretó, por fin, el sueño que inició en la sala de una casa, mientras el hombre llegaba a la Luna.