Siempre despierta un poco de morbo saber cómo es María Antonieta de las Nieves (La Chilindrina). Cuesta trabajo imaginarla sin los harapos de esa chiquilla eterna, pecosa y traviesa de ocho años.
Por esas vueltas del destino, ha centrado su carrera como actriz comediante. Pero en realidad detestaba la comedia. Quería ser vedette.
Poco se sabe en Costa Rica de María Antonieta. Pero en su país es tan popular como el mismísimo subcomandante Marcos. Esta mujer, de escaso metro y medio de estatura, ha hecho de todo: ballet clásico, drama, doblaje, canto, cine, circo, comedia...
Es de esos seres conscientes de que solo se vive una vez. Es de esas personas que no ha soltado ni un minuto el acelerador de la vida. Se zambulló en el mundo de la televisión a los seis años, aunque a los tres ya estudiaba ballet clásico. Tiene 25 años ininterrumpidos de pisar los más diversos escenarios, 15 discos grabados y tres compactos en el mercado. Y no se cansa. No quiere parar. Es más, tiene la mamo derecha fracturada, y como si nada.
Está casada con un productor de televisión mexicano, es madre de dos hijos veinteañeros y tiene más de 40 años de edad (se niega a revelar su edad). Cuando la cámara fotográfica empieza a trabajar, reacciona:
"Va hombre. No me tomes fotos muy cerca. Que no se me vean las arrugas".
En el tráiler del circo de los Hermanos Fuentes Gasca (en La Sabana), que más bien parece un lujoso apartamento de soltera, María Antonieta habla de sí misma. Está comodísima: se ha quitado los zapatos, sube los pies al sofá y toma de sorbo en sorbo un té caliente. Es simpática y muy guapa, aunque ella no se lo cree.
--Tiene usted una carrera muy larga.
--Empecé a los seis años haciendo televisión. Desde los tres años estudié baile y se murió mi maestro cuando yo tenía seis años. Buscando un maestro de actuación, fui a dar a una academia donde preparaban niños actores. Y ahí me llamaron para un programa de televisión. Después hice teatro clásico en bellas artes. A los ocho años empecé a hacer doblaje. Fueron tiempos muy duros: con los niños, solo funcionan los que realmente trabajan. No hay favoritismos, no tienes que ser muy guapa, no tienes que tener ciertas características o andar con el productor.
--¿Era usted una niña bonita?
--Era igual que ahorita. Nunca me destaqué por ser bella. Era una niña simpática. Pero en México, los bonitos son los rubios de ojos azules, son los que hacen los programas estelares. No los morenitos y chiquititos, como somos todos los mexicanos.
--¿Es esa una manifestación de racismo?
--No. No es tanto. Sino que lo raro, lo diferente es lo que a la gente le gusta. En Argentina, yo causo furor porque las argentinas son delgaditas y altas, altas. No son como yo, chiquitas y con las caderas grandes.
--¿Ha hecho doblaje para Disney?
--No. Pero doblé a Elizabeth Taylor cuando era chica. La voz de Shirley Temple cuando era niña es la mía. ¡Sí, sí! En Los locos Adams, Merlina, la niña, era yo. En los Monsteurs, yo era Eddie. En Los cuatro fantásticos, yo era La chica invisible. Y en Batman, yo era Batichica.
--¿Cómo hizo para neutralizar su acento, para hablar sin ese cantadito mexicano?
--Lo que ustedes oyen como acento mexicano, es el de la gente popular de México. Por ejemplo, aquí, al pueblo no se le entiende lo que habla. Como que arrastran mucho la erre. Nosotros no tenemos el acento así como dicen ustedes que hablamos (entonces se transforma en un personaje salido de una película de Cantinflas, con un acentazo repleto de órales y manitos).
--¿Ha recibido premios por su trabajo en el doblaje y la televisión?
--Mi primer premio lo recibí a los ocho años. Hice el papel en una telenovela, llamada La Leona. Hacía de una niña mala. Dos años seguidos me premiaron como la mejor actriz infantil dramática. Yo no era comediante. Lo máximo para mí hubiera sido ser grandota. Yo quería ser dama joven de telenovela, nunca quise ser comediante. La comedia no me gustaba.
--¿Y cómo es eso que no le gustaba?
--Yo estaba haciendo unos doblajes para la televisión. Para entonces, Chespirito (Roberto Gómez Bolaños) buscaba una chica para una comedia muy local. Quería una adolescente chiquita para hacer pareja, que se viera bien junto a él. Y me recomendaron. Y cuando yo le vi le dije: "Perdone, pero yo no soy cómica, a mí la comedia no me gusta". "Entonces no eres buena actriz. No hay actores dramáticos o cómicos. Hay actores", me retó. ¡Caray, me dolió! Y me quedé con él 25 años.
--Veinticinco años haciendo travesuras. ¿Mucho tiempo?
--La verdad, nunca pensamos que fuéramos a tener tanto arraigo, ni que esto se convirtiera en algo mágico, un fenómeno a escala mundial. El programa ha sido doblado en todo el mundo. ¡Hasta en Japón!
--¿Debe haber una clave, un secreto?
--Lo que pasa es que el programa está muy bien escrito. Había una cabeza pensante muy buena detrás de todo: Chespirito.
--Sin embargo, era un poco predecible.
--Eso era lo que precisamente le gustaba a los niños: saber lo que iba a pasar, sentirse parte del elenco y sentirse importantes. Y además, Chespirito decía que había elegido los mejores actores para cada papel. Todos estaban estupendamente bien. Si no existieran esos personajes, Walt Disney los habría inventado. Yo adoro a esos personajes, aunque soy uno de ellos y puede sonar ególatra, me resultan sensacionales. Yo no soy La Chilindrina, soy María Antonieta de las Nieves, La Chilindrina es otra. A veces digo, ¿cómo pude yo haber hecho eso? De María Antonieta, no me hubiera atrevido.
--Quizá es que todos los personajes resultan ser demasiado familiares, cercanos.
--Si hubieran sido niños elegantes, niños presumidos, no hubieran caído igual de bien. Siempre uno se va con los desvalidos, con los que tienen carencias, con los que no son preciosos. Y claro, todos éramos un fenónemo de circo ¡eh! Si nos pones a todos juntos, ¡imagínate! El profesor, largo, flaco, con cara de reno; chistosísimo. Chespirito, con esa figurita. Yo, otro tanto. Florinda, flaca, flaca. Kiko con sus cachetes. Éramos fenómenos. Ñoño con esa gordura.
--¿Por qué abandonó el ballet clásico?
--Estudié danza nada más seis años de mi vida. No volví a tomar una clase porque no tenía tiempo. Me la he pasado trabajando desde los seis años y no he parado. Han sido muchos años de trabajo continuo. Dicen que a mí el ballet no me ha servido de mucho, porque camino encorvada, no me enderezo, no meto la panza. Pero me ha servido para proyectarme con más soltura en el escenario.
--¿Y de verdad no lo extraña?
--Si hubiera tenido tiempo hubiera hecho muchas cosas. Si hubiera sido por mi gusto, sería vedette, porque me encanta cantar y bailar. Eso es lo que hacen las vedettes. No hablo de desnudarse. La vedette profesional es una estupenda cantante y bailarina. Por eso, en mi show, lo que no ha podido hacer María Antonieta de las Nieves, porque no tiene voz para ser cantante, lo ha hecho La Chilindrina.
--Resulta raro verla a usted en un circo.
--Tenía montado en un cabaret un show para niños. Era para la muy alta sociedad mexicana. Los niños entraban de traje y las niñas de vestido largo. Los Hermanos Fuentes Gasca me ofrecieron hacer lo mismo en el circo. Y hace 20 años estamos en esto.
Caminos separados
Los personajes de El Chavo del Ocho, los vecinos de aquel barrio tan cotidiano, tan popular, tomaron caminos diferentes. El grupo se separó hace tres años. Las malas lenguas dicen que Chespirito había envejecido. Y no es para menos: tiene casi 70 años.
- Chespirito (Roberto Gómez Bolaños) es productor en Televisa y director de teatro.
- Doña Florinda (Florinda Mesa) es productora en Televisa.
- Don Ramón (Ramón Valdés) murió en la década pasada.
- Kiko trabaja en televisión, en Venezuela.
- La Bruja del 71 (Angelines Fernández) murió el año pasado.
- El señor Barriga o Ñoño (Edgar Vivar) es actor de teatro en México.
- El profesor Girafales (Rubén Aguirre) trabaja en un circo, en México.