Nunca como ahora los costarricenses habíamos estado utilizando los recursos con que contamos de una manera más irracional y poco sostenible.
Así lo señala el decimosétimo Informe Estado de la Nación, presentado ayer, el cual indica que cada habitante del país requiere, en promedio, 13,4% más de los recursos disponibles para mantener su estilo de vida.
El último Estado de la Nación llegó a esta conclusión tras analizar la huella ecológica del tico.
La huella ecológica ve la demanda de las personas sobre el territorio en términos del área de tierra y mar requerida para proporcionar los recursos que se consumen, así como para absorber los desechos que se producen. Esa huella se mide en hectáreas globales por persona.
Mientras en el 2010 los ticos consumimos el equivalente a 1,88 hectáreas globales, el país solo nos podía ofrecer cerca de 1,66 hectáreas globales por persona (esos recursos a disposición se conocen como biocapacidad).
Estos cálculos son los que permitieron concluir que el habitante promedio de Costa Rica tiene un estilo de vida ambientalmente insostenible pues consume y contamina un 13,4% más de lo que el territorio le ofrece.
Según explicaron los expertos, el 2010 fue el año en que se midió la mayor brecha negativa en la huella ecológica desde el 2002, momento en que comenzaron los análisis.
“Pese a un conjunto de importantes logros ambientales, que le han valido un significativo posicionamiento nacional, Costa Rica tiene más de una década de mostrar un comportamiento contradictorio e irresponsable en sus patrones de uso de los recursos naturales, una ocupación desordenada e inadecuada del territorio y una permisiva y débil gestión estatal para controlar, regular y minimizar los impactos de las actividades productivas”, advierte el informe.
Recuerda que, aunque el país tiene un buen nivel de generación de electricidad de fuentes limpias, la matriz energética general no cambia desde hace varias décadas y, en ella, los hidrocarburos tienen un papel relevante, en especial en cuanto a transporte. Así, el informe indica que la importación de diésel y búnker (incluido el de generación térmica) creció un 50,4% y 97,2%, respectivamente.
“Tenemos el reto de reducir la dependencia, modificar el sistema de transporte (principal causante de la contaminación del aire) y controlar las emisiones, sigue pendiente”, señalaron los especialistas.
En cuanto a la falta de ordenamiento territorial, Leonardo Merino, editor del capítulo del informe que trata la temática ambiental, explicó a La Nación que la mala utilización del territorio disponible hace, por ejemplo, que la “mancha” urbana crezca con una baja densidad y se desaprovechen suelos con vocación agrícola o se contaminen mantos acuíferos, lo cual afecta negativamente la huella.
En un menor porcentaje, la huella ecológica del costarricense también está compuesta por el uso de plaguicidas en la agricultura, el deterioro en la calidad del aire y la contaminación de los ríos.
Para Merino, no existe una ausencia de diagnósticos, sino una falta de capacidad y de interés para afrontar los problemas.
“Si usted habla con los encargados del tema, le van a decir que hay avances en algunos puntos y eso es cierto, pero el asunto es que existen temas muy complejos, como el de transporte, donde no se hace nada que genere un cambio positivo notable”, dijo Merino.
Para este experto, la falta de acción se explica con una serie de factores, entre ellos que los intereses económicos son mayores que los de conservación, además de que hacer cambios en sectores como el transporte llevan a enfrentarse a grupos con los que los gobernantes no quieren o no se sienten en capacidad de hacerlo.