Su caudalosa producción, la velocidad febril con que la realizó y su agitada vida de político, periodista revolucionario, orador combativo y viajero incansable dan cuenta exacta de su apasionado temperamento.
Su biógrafo cuenta: "Producía con asombrosa rapidez. Fumando y no tomando más que café, llegó a escribir 18 horas seguidas ; y era tan impaciente que enviaba las cuartillas a la imprenta sin leerlas. Pero si nunca fue un estilista, su soberana capacidad narrativa, la ardiente policromía que anima los escenarios que describe y el vigor con que traza los personajes, son de tan excepcional calidad que no habría hipérbole en decir que toda aquella luz que su coterráneo Sorolla derrochó en sus lienzos, la llevó él a sus libros."
Nació en Valencia, en hogar de comerciantes de origen aragonés. Su niñez fue turbulenta. Cursó el bachillerato y 2 años de la carrera de derecho en su ciudad natal. A la edad de 17 años marchó a Madrid, donde laboró como amanuense del escritor Fernández y González que, anciano y casi ciego, vivía miserablemente; muchas veces, al dictarle se quedaba dormido, y entonces Blasco, impulsado por el interés de la narración, continuaba escribiendo. Así, entre los dos compusieron varias obras, entre ellas El morito de la Fuentecilla, que fue exitosa.
Envuelto en un complot, tuvo que huir a Francia; favorecido con la amnistía retornó a España en 1891. De nuevo en Valencia, fundó el diario republicano El Pueblo , en el que publicó artículos políticos por los que algunas veces fue a parar a la cárcel; alternaba la actividad periodística con la de orador político; las campañas que realizaba -incluso una muy fuerte en contra de la guerra de Cuba- suscitaban ardientes polémicas.
Las primeras novelas que escribió, de ambiente valenciano Arroz y tartana, Flor de Mayo, La barraca, Entre naranjos, son sus mejores obras. Produjo luego otras de índole social: La catedral, El intruso, La bodega y La horda. Después otras de diverso carácter: La maja desnuda, Sangre y arena, Los muertos mandan y Los argonautas.
En 1896 fue condenado a un año de reclusión por delitos políticos. Dos años después fue elegido diputado a Cortes; conservó el mandato durante seis legislaturas consecutivas. Decidido a dedicarse a la agricultura, en 1909, con 600 labradores, viajó a la Patagonia y fundó dos colonias agrícolas que fracasaron. Regresó a España y publicó su libro más célebre Los cuatro jinetes del Apocalipsis, novela que fue traducida hasta al japonés, y que, protagonizada por Rodolfo Valentino, fue llevada al cine; con ella obtuvo una gran fortuna.
Ya rico y en el pináculo de la gloria, pasó sus últimos años en su finca de Fontana Rosa, en la Costa Azul , donde murió. Se cuenta que habiendo sido gran admirador de Víctor Hugo, cuando sus ojos se cerraban para siempre, con asombro de cuantos le rodeaban se incorporó en el lecho y murmuró: "Quién ha llamado...? Ah, sí...es Víctor Hugo...dejadlo pasar...!"