El ambiente se había calentado. El diputado del PAC Manrique Oviedo aprovechaba la sesión de ese miércoles para echar más combustible a la hoguera política causada por los cuestionamientos al político Rodrigo Arias.
Desde su curul hablaba de la Procuradora, de la mina de Crucitas, de las llamadas telefónicas y de un diputado liberacionista, uno de 24, que sirvió de enlace para todo. A 10 metros de distancia, el aludido movió su cabeza calva, agitó las manos y lo retó a decir su nombre.
–Claro, con mucho gusto. Se llama Víctor Hugo Víquez Chaverri –dijo Oviedo al micrófono.
–Diga quién le dijo eso. ¡Diga su fuente! –respondió Víquez Chaverri a unos 10 metros de él.
–Yo la fuente me la reservo. No estoy obligado a decir mi fuente.
–¡Diga la fuente, maricón!
Estaban en el plenario del Congreso. “Quedé frío”, recuerda Oviedo. Se esforzó para no contestar, pidió un llamado al orden e intentó olvidar el insulto, pero aún no lo logra. Ni siquiera ha querido leer la carta de disculpa que unos días después le envió Víquez arrepentido.
“Me exalté, me salí de las casillas, pero ya rectifiqué. De todo tiene uno que arrepentirse en la vida. De lo único que no debe arrepentirse es de las cosas buenas, pero de las malas sí”, reflexionó el diputado liberacionista, primer lugar por Heredia, ocho días después de ese miércoles.
Lo enojó mucho que se mencionara su nombre, tanto como cuando atacan a sus admirados Óscar y Rodrigo Arias, a quienes dedica “absoluta lealtad y afinidad”.
Lo recordó durante 90 minutos de entrevista en su despacho legislativo, ante la mirada fija del rostro a lápiz del expresidente Arias.
También había tres fotografías suyas con él y otras dos imágenes con la presidenta Laura Chinchilla, con quien Víquez está enojado desde hace varias semanas. Le reclama algo personal y la critica porque “su gobierno no arranca”.
Con los Arias es distinto. “Si yo tuviera alguna duda, jamás estuviera tan a la par de ellos. No tengo ninguna duda de ellos. Ellos no necesitan robarse un cinco porque siempre han tenido plata”. ¿A ciegas?, se le preguntó. “Es que estoy muy seguro de lo que son ellos”.
El devoto de los Arias es un empresario de 1,80 metros, 220 libras, blanco y sin un solo cabello, pero con una barba de tipo candado que ayuda a determinar dónde el mentón se convierte en papada. Tiene manos pesadas pero inquietas. Casi no dice palabra sin gesto.
Los dedos solo se distraían para jugar con la llave del BMW o voltear el IPhone para ver si lo llamaba “el Poder Ejecutivo”, como le dice en broma a su esposa, Karina Bolaños, viceministra de Juventud, a quien conoció cuando él dirigía la organización juvenil del PLN en Heredia. “Ocupábamos una mujer para presidir. Yo quería una mujer ahí”. La frase suena conocida.
De repente interrumpió la entrevista: “Suave, para ver qué dicen en las noticias”. Tomó el control remoto y subió el volumen del televisor empotrado a dos metros de la cara de Rodrigo Arias, un retrato de estudio a color. Es parte del altar.
El reporte informativo continuaba. Él de frente al televisor, al lado de una bandera del PLN. Había dos muebles con fotos y
Las tomas enfocaron de repente a Víquez durante la comparecencia, escribiendo algo en el IPhone y en la IPad. Lanzó un “¡Uy!” y siguió escuchando atento. Solo se escuchaba a la locutora y el sonido del aire acondicionado a menos de 24 grados. Es difícil oír más ruidos a las 6:40 p. m. en una oficina de la Asamblea Legislativa.
Alguien lo telefoneó para felicitarlo por sus actitudes del día. “¡Ah, pura vida! Hablemos en estos días; puede ser el sábado. Un cevichito”.
Siguió contando su historia: que su tío político fue diputado; que trabajaba en la finca de su papá, de los Víquez de Heredia; que no tiene título universitario, pero sí estudió varias cosas.
Recordó que le pedía plata a Óscar Arias para financiar el proselitismo de su partido político en el colegio. Siempre quiso ser diputado por su provincia , pero fracasó. Para el 2006, los Arias le pidieron dar espacio al primo segundo de ellos, Fernando Sánchez, ahora embajador en el Vaticano.
Para el 2010 sí la tenía calculada. “Hice una alianza con Manuel Ulate (dirigente del PLN en Heredia) . Él me ayudaba a ser diputado, y yo lo ayudaba a ser alcalde”.
Arias apadrinó a ambos. Hoy, Víquez es diputado y en la alcaldía está el hombre que, hace un mes, al micrófono de un acto político organizado por Rodrigo Arias, llamó a ungirlo candidato presidencial para el 2014, pero sin votaciones.
De nuevo se detuvo la entrevista. Ahora es
Por la tarde, la sesión legislativa fue casi inútil. Una diputada arremetió contra Víquez y los Arias. Él la escuchó un rato y jugó también a hacer y romper quórum mientras esperaba a que la Seguridad retirase, de la barra del público, un cartel ofensivo que aludía a su peso corporal y a su fidelidad a los Arias.
Después, una moción de la oposición sobre un nombramiento en Aresep puso a correr a la fracción del PLN, menos a Víquez, quien se quedó en el plenario conversando, ameno, con opositores y mascando chicle mientras sus compañeros de bancada iban a una reunión.
Él lleva más de mes y medio de no reunirse con su fracción, y fue el único en votar en contra de iniciar una investigación legislativa por las llamadas de Rodrigo Arias.
“Él dice que, mientras esté distanciado del Gobierno, no participará de estas reuniones. He tratado de traerlo, pero nada”, dijo Viviana Martín, jefa de los 24 oficialistas.
Para ella, una cualidad de Víquez es su franqueza: “Es muy vehemente en sus posiciones y muy transparente. Diría que no se guarda nada”.
Víquez también se presenta así, pero con una frase prestada de Óscar Arias. “Digo a la gente lo que tiene que oír y no lo que quiere oír. He trastabillado, pero soy sincero”. Que lo diga Manrique Oviedo.