Virginia Grütter murió el mismo día que Augusto Pinochet regresó a Chile, victorioso. No sólo es una ironía de la vida: es una protesta explícita. Así era Virginia: radical. Durante su vida, llena de intervalos literarios y experiencias extremas, Virginia supo coincidir y acoplarse a muchos momentos históricos sin que le temblara el puño.
Para regocijo de sus seguidores e irritación de sus detractores, Virginia Grütter cultivó la palabra en todos sus géneros -como quiso y como pudo-, ondeó sus ideales revolucionarios por encima de muchas cabezas, adoptó varias patrias y dejó constancia de una personalidad literaria de peso pesado.
Virginia Grütter Jiménez, hija única de Lía Jiménez Guido y Rolando Grütter Graff, nació en Puntarenas en 1929, donde pasó su infancia y adolescencia coqueteando con la naturaleza y los libros. Siendo todavía muy joven viajó a Alemania y fue testigo de los últimos disparos de la Segunda Guerra Mundial. Al parecer, la vida estaba en deuda con ella, porque siempre le llegó torrencialmente. Virginia alcanzó a contener esos años juveniles en su última novela publicada, Canto a mi tiempo, un poderoso relato autobiográfico editado en 1997 por la Editorial Mujeres.
"Yo mi vida no se la recomiendo a nadie", declaró en esa época -mitad en serio y mitad en broma-. Sin embargo, Virginia Grütter era la primera en defender su vocación de ir al frente y al descubierto. Tengo la palabra rebelde en los labios, confesaba en uno de sus poemas.
Acción y palabra
La Grütter realizó estudios de Filosofía, Literatura y Arte en la Universidad de Costa Rica; fundó -junto con Jean MoulaÎrt- el teatro Arlequín, en San José; vivió y trabajó 11 años en Cuba, donde influyó enormemente en la vida teatral; fue invitada por la antigua República Democrática Alemana para trabajar con el Berlirner Ensemble (compañía fundada por el dramaturgo Bertolt Brecht) y vivió y trabajó en Chile y Nicaragua.
Uno de los pasajes más terribles de su vida lo vivió en Chile, cuando su esposo, Carlos Pérez, fue apresado y declarado "desaparecido", durante el golpe militar de Pinochet al presidente Salvador Allende. Virginia Grütter vivió la pesadilla durante mucho tiempo y, años después, cuando emprendía una nueva batalla -esta vez por liberar a su hija Liana Benavides, presa en las cárceles de Somoza, en Nicaragua- Virginia escribió Desaparecido, un trabajo conmovedor sobre la desaparición de su esposo que combina la prosa poética y la crónica periodística.
No hace mucho, al preguntarle en qué contexto había escrito su última novela, declaró, entre sus habituales carcajadas: "En el de las montañas de papeles de mi escritorio. Yo creo en el trabajo, aunque la vida no me ha favorecido mucho para tener una actitud de escritora disciplinada. La constancia tiene que ver con factores también externos, como el estímulo y el interés por lo que uno hace, así que no es sino hasta ahora que he empezado a tener más regularidad en el trabajo, más madurez, quizás porque ya no habría ninguna razón para no hacerlo. Es una sensación muy especial: después de haber estado tantos años sola, descubrir que los demás creen en mí".
Dame la mano, Boris/Los amigos y el viento, Desaparecido, Poesía de este mundo, Cantos de cuna y de batallay Canto a mi tiemposon el testimonio de su rebelión personal.