Hasta hace poco, solía pensar que era simplemente introvertido. Pero ahora parece que soy algo que suena mucho más elegante: Asperger.
Todo comenzó cuando un compañero de trabajo me hizo una extraña pregunta: “¿Te cuesta sonreír para una fotografía?”. Contesté: “Mucho; siempre salgo haciendo cara rara”. Para mi sorpresa, me dijo “Sos asperger”. Aunque me considero razonablemente educado, nunca había oído la palabra y no le presté mucha atención. Pero después fue mi cuñada la que inquirió: “Cuando alguien te dice algo de doble sentido, ¿lo entendés rápido?” Respondí: “Jamás; siempre me va ‘cayendo el cuatro’ hasta al rato”. Me dijo “Sos asperger”.
No tenía idea de qué me hablaban y me resistí un tiempo a investigarlo (sospechando que eso es exactamente lo que haría un asperger), pero finalmente pudo más la curiosidad. Consternado, leí en la Wikipedia que el síndrome de Asperger (SA) es “un trastorno neuromental que forma parte del espectro de trastornos autísticos”.
La cosa no pintaba nada bien. Líneas más abajo, seguía explicando que las personas con SA “no son empáticas; se puede decir que tienen una especie de ‘ceguera emocional’”. Y dicho y hecho: “Es frecuente que las sonrisas ‘voluntarias’ en las fotografías familiares sean una colección de muecas sin gracia. (...)
Las personas con SA en general son incapaces de ‘leer entre líneas’; es decir, se les escapan las implicaciones ocultas en lo que una persona les dice de forma directa”.
Para mi tranquilidad –creo– el artículo decía que el SA es un trastorno de gravedad variable y que “algunos pacientes se aproximan a un nivel de normalidad en sus habilidades de comprensión e interpretación de las señales no verbales”.
Acto seguido, venía una larga lista de síntomas, algunos no muy halagüeños, otros no tan malos. Unos no se me aplicaban –creo– pero otros eran casi como si alguien hubiera hecho un retrato hablado mío.
Obsesiones. Por ejemplo, una persona con SA tiende a concentrarse intensa y compulsivamente en temas específicos, lo cual explica las periódicas obsesiones que han marcado la mayor parte de mi vida. Vamos, que a un niño de 10 años le guste tener un acuario con unos cuantos peces no es nada extraordinario; pero tener alrededor de una docena de peceras –muchas de ellas hechas por mí mismo– en las que las especies estaban clasificadas científicamente según su hábitat nativo (información que obtenía de todos los libros que era capaz de conseguir sobre el tema), más toda una parafernalia de filtros, instrumentos para medir temperatura y composición del agua, etc., etc., debo admitir que quizás haya sido un poquito obsesivo.
Y ni hablar de mis fijaciones sucesivas, años después, con las artes marciales, el misticismo oriental, la película El exorcista , el pensamiento socialista, el rock progresivo, la tecnología y la serie Lost .
Encima, las personas con SA son atraídas por las cosas ordenadas y eso seguramente explica tanto mi delirante interés por la metodología GTD de organización personal, como el desconsuelo que me invade cuando siento que no estoy haciendo algo de la manera más eficiente.
Así pues, no es de sorprender que las características del Asperger puedan traer muchas complicaciones en la vida, especialmente en la niñez y temprana juventud. Una de ellas –la de ser bastante inútil para los deportes– no es precisamente cosa que ayude a la popularidad en esas etapas. No es inusual que una maestra no preparada en el tema tienda a considerar a un niño con SA como arrogante, insubordinado o simplemente “raro”. Para complicar más las cosas, el síndrome se presenta con diferentes niveles, dando lugar a que el niño exhiba más o menos síntomas que dificultan la detección. Muchos terminan siendo víctimas de acoso, matonismo o discriminación.
Y esa es justamente la razón por la que me decidí a escribir estas breves líneas sobre el tema, porque me parece importante que la sociedad sepa más de él. De ese modo, la vida quizás llegue a ser un poco menos complicada para muchos, de lo que a ratos ha sido para mí. Y que no les pase como cuando le conté a una amiga del asunto. Con una gran sonrisa, simplemente me dijo: “Eso lo explica todo”, pero a estas horas no he logrado entender qué quiso decir...