Es difícil resumir el año de Liga Deportiva Alajuelense en unos cuantos párrafos; haré el intento, pero de una vez le advierto que se tomará varios minutos en leer esto.
Para comenzar, tengo que ir un poco más atrás. Era el 18 de junio de 2019 y el liguismo literalmente se tiró a la calle para festejar el cumpleaños 100 de la institución.
Dos personas me decían que era tanta la necesidad de celebrar que tenían los aficionados que eso provocó que el centenario fuera una fiesta total.
La apreciación de ellos me parecía errónea, porque en realidad se trataba de la manifestación de un amor puro hacia Alajuelense, era el reflejo del orgullo de ver que aquel equipo que nació el 18 de junio de 1919 cumplía 100 años sin cambiar su esencia y que para el pueblo manudo, la Liga no es un simple equipo de fútbol, sino es que es parte de su vida.
El inicio del 2020 no fue nada fácil. A la Liga literalmente se le había escapado el título de las manos después de un torneo muy bueno y sin duda ese fue el golpe más duro en los siete años de sequía.
Había decepción y frustración y en medio de ese trance, en el que nadie podía creer lo que había sucedido, Fernando Ocampo atinó a decir: “Nos vamos a levantar”.
No era fácil reponerse para los jugadores, para el cuerpo técnico, ni para los aficionados.
Había muy poco margen entre un torneo y otro. Los jugadores podían entrenar y demás, pero psicológicamente necesitaban reponerse.
Alajuelense logró traer a Leonel Moreira, que venía de una temporada complicada por la crisis política que se vivía en Bolivia. Con él, los manudos recuperaban confianza y los aficionados a pesar de tener esa herida abierta y profunda, asistían al estadio, tratando de no ilusionarse, pero sí exigiendo. Muchos lo describían como una relación tóxica.
El nuevo coronavirus se manifestó en el país y se jugó una jornada a puerta cerrada.
Luego vino la suspensión temporal del torneo y cuando se reanudó, era de igual forma, sin presencia de público. Eso continúa y se mantendrá así hasta nuevo aviso, aunque la vacuna contra la covid-19 representa esperanza para todos y para todo, incluso hasta para que usted y yo podamos volver al estadio.
Para los aficionados que estaban acostumbrados a no perderse ningún juego fue muy duro y para el mismo equipo era complicado no percibir ingresos por taquillas.
Todos hicieron su trabajo. A nivel de Junta Directiva se propusieron reducir los gastos y apretarse la faja como nunca; aparte de idear paquetes de artículos promocionales y entradas virtuales que fueron bien recibidos por la afición.
Igual que le pasó a muchos trabajadores, los futbolistas vieron reducidos sus ingresos en este año tan complejo por la pandemia.
Vino la renovación por un año de Carevic, una decisión de Agustín Lleida que en su momento no generó mayores comentarios, pero que después sí se criticó. Y claro, era así por la tradición del resultadismo.
Era un espaldarazo para el técnico por el trabajo que venía desarrollando, pero el título tampoco llegó a mitad de año.
La Liga trataba de responder en la cancha, pero había altibajos. Algo que Andrés Carevic había advertido, porque su experiencia le decía que las segundas partes de una temporada no son tan fuertes como la primera.
Alajuelense llegó a la fase final y después de una semifinal muy buena, en la fase final el equipo se veía en neutro, sin respuesta.
La presión se hacía más fuerte, porque aparte de todo lo que había pasado antes y que se ampliaba la sequía, ya eran dos intentos fallidos de Carevic. Y en el mundo del fútbol no hay secretos. Los técnicos dependen de resultados.
Con el argentino, los números de la temporada no eran malos, porque había logrado que el equipo volviera a ser competitivo. Solo que eso quedaba de lado, porque siempre el parámetro de medición que se usa es el título.
El liguismo se había divorciado de él y el convencimiento ya no era el mismo. Agustín Lleida se mantenía firme en su decisión de que continuara y siguió.
No faltaba quien dijera que se mantenía por ser amigo de Lleida, pero estaban dispuestos a demostrar en la cancha que cambiar de técnicos constantemente no es la fórmula del éxito.
Y que sí se podía nadar en medio de la resistencia y contra la corriente de lo que dicta el fútbol nacional, porque la apuesta de Lleida era respetar el proceso.
Entre un campeonato y otro, hubo bastantes decisiones que no se tomaron al calor del momento. Ya estaban pensadas, porque dentro de la planificación de Lleida y del mismo Carevic, se necesitaba espacio para los jóvenes y para otros jugadores que le darían más soporte al equipo.
Salieron jugadores que llevaban mucho tiempo en el club, que la afición los tildaba de vacas sagradas, pero que a nivel de la gerencia deportiva el criterio que se tomaba en cuenta era que ya habían cumplido un ciclo.
A unos no se les renovó el contrato y a otros los finiquitaron.
Con la salida de Kenner Gutiérrez, Allen Guevara, Jonathan McDonald, Christopher Meneses, Anthony López y Adonis Pineda, la Liga daba un giro a lo que venía haciendo.
La situación de Leonel Moreira se resolvió pronto y el arquero ya había manifestado que su interés era mantenerse en la Liga.
Fernando Ocampo había dicho que andaban en busca de un par de jugadores de experiencia, que aportaran liderazgo, que fueran capaces de echarse el equipo al hombre en situaciones complejas, como cuando había que sostener un marcador, o darle vuelta.
No faltó quien afirmara que el presidente rojinegro vendía humo, porque no había claridad sobre quiénes podían ser ese par de piezas.
Saprissa presentaba a Jimmy Marín y a Daniel Colindres, tildados en ese momento como ‘bombazos’.
Pero faltaba que Alajuelense presentara sus incorporaciones.
El 23 de julio la Liga había convocado a una conferencia de prensa para presentar el nuevo uniforme; pero en realidad, la noticia era otra.
La Nación dio a conocer en exclusiva que esa cita era para anunciar el regreso de Bryan Ruiz, un retorno que a nadie le pasaba por la mente y que desde ese momento reactivó la chispa de la confianza y la seguridad en el club.
Alajuelense había dado el golpe más fuerte del mercado en los últimos años, la contratación más mediática de los últimos tiempos.
Días después, los rojinegros firmaron a Álvaro Saborío, quien vivió un torneo de ensueño con la Liga.
Además, se reforzó al cuerpo técnico, con un Geiner Segura que analizó muy bien lo que más le convenía y tomó la decisión de dejar de ser el técnico de Guadalupe para ser asistente de Andrés Carevic.
Como suele pasar, muchos opinaron y lo criticaron, afirmando que se trataba de un retroceso, cuando él mismo considera todo lo contrario.
En lo particular, pienso que Geiner hizo lo correcto, porque aparte de vivir una experiencia muy diferente, está ganando conocimiento para los retos que puedan venir a futuro. A futuro podría dirigir a la Liga, pero no me extrañaría que en algún momento, el mismo Carevic se lo lleve a otro destino.
Alajuelense era una brasa, en un momento de cero tolerancia y en la que se le mediría fecha a fecha.
La Liga ganó su primer partido en Pérez Zeledón y a la jornada siguiente perdió en casa.
Era apenas la segunda fecha del torneo y el clamor popular era un cambio de timón.
La directiva sesionaba prácticamente de forma permanente y perder en la segunda fecha no daba para un escándalo de tal magnitud, aunque en el fondo lo que pesaba era lo que había sucedido en los dos torneos pasados, con los intentos fallidos por el título.
Pero había algo con lo que nadie contaba y que para el mismo Carevic significó mayor compromiso y es que los jugadores salieron a defenderlo, no en reuniones, sino en la cancha.
Hubo compromiso y más actitud. Después de aquella derrota empezó una seguidilla de victorias y nunca se volvió a decir que había que cambiar a Carevic.
El camerino lo acuerpó y si eso pasa es porque los jugadores están realmente contentos con su método de trabajo.
La Liga de nuevo era el mejor equipo del torneo, pero aún había dudas, porque faltaba ver el comportamiento en las instancias finales.
A mitad del camino surgió un problema, que fue el brote de la covid-19, justo cuando se venía la participación en la Liga Concacaf.
El equipo se repuso a la pandemia y su regreso a la competencia fue desastroso si se compara con cómo venía antes del virus. No era el mismo comportamiento en cancha. El equipo se veía a destiempo, muy acelerado, impreciso, incluso hasta brusco y se dieron las expulsiones de Jurguens Montenegro, Bernald Alfaro y Bryan Ruiz.
Tres bajas importantes de cara a lo que veía, porque estaba el clásico a la vista.
Y es que esta Liga está tan adaptada a su método, que cuando algo se altera, el equipo lo sufre de alguna manera.
Ese clásico fue una prueba de fuego, porque con jóvenes, con experimentados y con bajas importantes, Alajuelense sacó un valioso triunfo de la Cueva por 2-3, en una noche que Álvaro Saborío jamás olvidará, porque anotó segundos después de que ingresó. Y vaya que celebró ese tanto.
La Liga era ese equipo que le había ganado a Herediano, a Cartaginés y a Saprissa.
Fue superlíder mucho antes de que se terminara la fase regular y eso no motivo de celebraciones. Al contrario, era el momento que estaban esperando los propios jugadores para demostrar con hechos por qué eran el cuadro que hasta ese momento había hecho más méritos para coquetear con la copa.
Bryan Ruiz había dicho que no quería gran final y que todos en el equipo estaban decididos a lograr lo que tanto habían buscado, pero que en todo este tiempo no se había dado.
En semifinales, más allá de las polémicas arbitrales, que siempre están presentes en el fútbol, la Liga avanzó a la fase final contra un Herediano que llegaba envalentonado por haberle pasado por encima a Saprissa.
Los rojinegros no querían gran final; los florenses sí. Al final, donde se habla es en la cancha. El torneo podía acabarse en dos partidos, o extenderse a dos más.
Alajuelense ganó el partido de ida, por 0-1 con un gol de Alonso Martínez; una ventaja mínima, pero ventaja al fin y que para las aspiraciones del rival era un verdadero golpe.
En el partido de vuelta, el 20 de diciembre, Alajuelense encontró la mejor forma para celebrar.
Por cosas del destino, fue en el minuto 30 cuando cayó la anotación. Un centro de José Andrés Salvatierra fue impecable, parecía que había puesto la pelota con la mano en la cabeza de Jonathan Moya.
Y sí… Gol. De nuevo Moya, al igual que el año pasado, el atacante estaba haciendo el gol que le daba el título a la Liga, solo que en esta ocasión la historia tuvo un final muy distinto. Esta vez el equipo respondió como equipo en todas sus líneas y la 30 no era un espejismo. Era una realidad que provocó que el liguismo pasara del suplicio al éxtasis.
Después de llevar tanto palo, el equipo que iba creciendo alcanzó el gran objetivo, que es el que le da más fuerza a la estructura que ya se montó.
Como capitán del equipo, Bryan Ruiz levantó la 30, pero de inmediato, dijo que ahora quiere la 31 y no podía ser de otra forma.
Desde que decidió regresar al equipo donde comenzó su historia, Ruiz fue muy claro en que Alajuelense debía dejar de lado la obsesión por la 30, sino pensar en ganar campeonatos, porque esa es la exigencia de un equipo grande.
Los movimientos comenzaron muy rápido en el campeón nacional. Aunque la intención era que continuara, no hubo un acuerdo con Adolfo Machado porque el futbolista quería un contrato por un año y la Liga le proponía seis meses.
Álvaro Saborío prácticamente había indicado que seguiría seis meses más, pero su familia lo quería de vuelta en Ciudad Quesada y decidió regresar a su hogar, complacido, porque su anhelo era ser campeón con Alajuelense.
Junior Díaz extendió su contrato por seis meses; mientras que Marcos Josué Meneses retornó a Guadalupe, porque él había llegado para evitar improvisaciones ante la emergencia con las lesiones de Díaz y de José Miguel Cubero.
Las decisiones difíciles no se acaban y así seguirá siendo, porque es parte de la Liga.
Johan Venegas estaba disponible y en su puesto es uno de los mejores. Sin sentimentalismos, pero sí con criterios deportivos y con el visto bueno de Andrés Carevic las negociaciones se echaron a andar y no resultaron complejas.
A nivel de Junta Directiva hubo cierta resistencia, pero se comprendió que en el fútbol, los números son los que cuentan. Y los números de Venegas no se podían cuestionar y que esos mismos números le hacían ver a la dirigencia que a veces hay que saber perdonar.
Venegas firmó por dos años con Alajuelense. La afición muestra todo tipo de criterios. Algunos lo ven como una buena adquisición, principalmente porque la Liga se adueñó del hombre que hacía más goles con el archirrival.
Otros lo van asimilando y saben que apoyan no por los nombres, sino por los colores. Unos aún no lo terminan de digerir; pero al final de cuentas será el propio Venegas quien en la cancha demuestre lo que puede aportar.
La segunda contratación es un mexicano, de 35 años. La historia se repite, porque quienes en un momento criticaron la llegada de Junior Díaz y de Adolfo Machado, basándose en la edad y no en lo que podían aportar, saltan de nuevo con comentarios en esa línea.
No conozco a Daniel Arreola, pero Andrés Carevic sí. Desde hace tiempo lo quería en el plantel, pero el jugador tenía contrato. En México, los periodistas hablan bien de este futbolista de perfil izquierdo que puede ser central o jugar en cualquiera de las dos bandas.
Que los aficionados de su exequipo hablan mal de él, no me extraña. Haga el ejercicio de ingresar a ver los comentarios de cualquier equipo cuando no es campeón o cuando no cumple las expectativas y verá como piden la cabeza de todos.
Otro ejemplo sencillo: renovar a Carevic vuelve a entrar en los planes de Alajuelense. Después de que muchos lo querían fuera, es el hombre que acabó con la sequía y no amarrarlo es lo que sería mal visto en este momento.
Hace unas horas observaba el video publicado por TDMás que realizaron Leonardo Medina y Rubén Murillo con la ayuda de un personaje llamado ‘Castolo Crack’ en Twitter y la reacción de los diferentes aficionados en sus casas con la obtención de la 30 muestra como el fútbol no es solo fútbol como algunos lo quieren ver.
En realidad, para muchos, el fútbol es parte de su día a día y en el caso de los liguistas, en su mayoría, así lo es. Al final, eso es la Liga. No es otra cosa que ‘El Equipo De Su Gente’.
Lo más visible es el título, pero no se puede dejar de mencionar que hace poco, la directiva presentó los informes respectivos, con los estados de cuenta auditados y pese al año tan crítico económicamente hablando, los números son negros y el club se encuentra al día con sus obligaciones.
Fue un esfuerzo de todos, una política de recorte de gastos que implicó más decisiones, pero que perseguía un fin, porque lejos de comprometer a la Liga a futuro en términos económicos, lo que desde la directiva y la gerencia deportiva proyectan es construir la Liga del futuro y sin salirse del presupuesto aprobado por los socios, que al final de cuentas son los dueños del club.
Se acaba el 2020 y ya lo había sugerido Alex López, que este 31 de diciembre debía ser el límite para la celebración de la 30, porque a partir de este 1° de enero, todos en el equipo se meten de lleno en lo que viene.
La Liga quiere el bicampeonato; el 20 de enero se medirá al Olimpia en la semifinal de la Liga Concacaf y también está su regreso a la Liga de Campeones.
Antes de eso, este domingo, el equipo acudirá a los 90 Minutos por la Vida, donde probablemente se vean muchas caras jóvenes de las que germinan en ese semillero rojinegro que está instalado en el Centro de Alto Rendimiento en Turrúcares.
El equipo femenino también tiene metas muy marcadas. Se dieron varias salidas y varias llegadas. Ellas saben que están en deuda y que su compromiso es darle una alegría de nuevo al liguismo, como lo hicieron en 2019.
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA. || FANNY TAYVER Y JUAN CARLOS ALPÍZAR, INFOGRAFÍA/ LA NACIÓN.