En el mensaje de despedida de Andrés Carevic hubo algunas líneas que invitan a la reflexión y forman parte del legado que deja el argentino en un club que como él mismo dijo, llevará en su corazón por el resto de su vida.
“Me he vaciado, lo he dado todo y cuando digo todo, es todo lo que ha estado a mi alcance. Estaré orgulloso y con la frente en alto de no haber ahorrado ni una sola gota de sudor y esfuerzo para que las cosas salieran mejor”, señaló Andrés Carevic en su carta despedida.
Detrás de esas líneas, quisiera contar que fuera de conferencias de prensa, con micrófonos apagados, en algunas ocasiones cuando me lo encontré en el CAR, o en el parqueo de doña Ileana tras un partido, conversamos algunos minutos y siempre me dijo que estaba tranquilo y trabajando duro.
Me lo comentó justo cuando regresó, cuando decidió salir del club en México donde laboraba para decirle otra vez ‘sí' a la Liga, a sabiendas de que aquí había quedado algo pendiente.
Para ese momento, había un riesgo que decidió correr sin importarle nada, solo por volver a Alajuelense. Fue justo cuando el plano político de la Liga no estaba claro. Joseph Joseph era presidente en ejercicio tras la salida de Fernando Ocampo y pronto habría elecciones.
El jerarca actual no tuvo oposición al final, pero en ese momento Carevic tenía claro que si a nivel dirigencial ocurría algo, quizás su trabajo podía durar si acaso un par de meses.
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Lo que me dijo aquella vez, me lo repitió hace algunos días, cuando me vio en una sala de espera en el CAR. Estaba ahí porque Johan Venegas me iba a conceder una entrevista, pero aún se encontraba en terapia.
Mientras el jugador llegaba, don Andrés se acercó y hablamos unos cuantos minutos. Me dijo exactamente lo mismo de hace poco más de un año.
Palabras más, palabras menos... Se sentía tranquilo y con paz porque esta vez vino solo. Su esposa Wendy, así como sus hijos Santiago, Esteban y Bastian —nacido en Costa Rica—, estaban en México.
Esa distancia los alejaba a ellos de la presión, les evitaba sufrimientos y como él mismo se encargó de acostumbrarlos a estar lejos de las redes sociales, todo era más llevadero. Su sacrificio valía la pena.
Así supo lidiar con los gritos del ‘Fuera Carevic’ que en las últimas semanas se pusieron de moda, que subieron de tono y llegaron al punto de que hasta en Estados Unidos hubo gente que se metió con él.
Esos cuatro goles encajados por la Liga en Estados Unidos detonaron su salida. Fueron el fin de un ciclo que perfectamente pudo haber acabado en diciembre pasado, justo cuando muchos aficionados de la Liga le aplaudieron al equipo por el esfuerzo, una vez consumada su eliminación en el campeonato nacional, también era una forma de agradecer el Torneo de Copa y la Copa Centroamericana de Concacaf.
Pudo ser una salida por la puerta grande, pese a que faltaba esa añorada 31 por la Liga. Pero así a como él mismo fue el encargado de romper aquella sequía y guiar al equipo a la 30, creyó que las cosas caminarían bien y que con una oportunidad más, lo lograría.
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Sin embargo, la necesidad de títulos es máxima. En el primer semestre de su segunda era al frente de Alajuelense sufrió una decepción. Fue capaz de llevar al equipo a la gran final y hasta ganó el partido de ida en el Morera Soto. Estuvo tan cerca y quedó lejos. En Tibás, la Liga falló.
Volvió a intentarlo y el equipo ganó dos de tres cetros, en el semestre anterior, pero faltó ese, el más esperado.
Joseph Joseph anhelaba tener a Andrés Carevic en el club por muchos años, pero no sabía lo que iba a pasar. Corrijo, en realidad nadie lo sabe.
La renovación se dio por seis meses, pero lo insospechado por todos era que el nivel de tolerancia se redujo a cero y cualquier desliz ya iba a caldear los ánimos.
En cancha no se volvió a ver a esa Liga característica de Andrés Carevic, ese equipo que con él muy rápido entraba en la sintonía de ganar, gustar y golear. En este torneo no fue así.
Ya era un síntoma de que algo pasaba en ese equipo plagado de figuras, pero que está trabado y debe soltarse a jugar. Si lo hace, de verdad puede pelear. Y si lo hubiese hecho, Andrés Carevic seguiría hoy en el banquillo.
El ahora extécnico empezó a hacer algunos ajustes, que por momentos parecían funcionar, pero en otros no. A veces parecía no ser congruente con eso de alinear “el mejor once”, porque quienes quedaban en suplencia rendían más que los titulares.
Antes de tomar decisiones, la cúpula rojinegra pensaba que él debía dirigir al equipo en los octavos de final de la Copa de Campeones de Concacaf, porque fue quien llevó a Alajuelense hasta ahí.
Pero llegó ese partido de terror, en el que con muy poco, New England Revolution goleó a Liga por 4-0. Y unas tres horas después de que el equipo retornó de Estados Unidos, se anunció una destitución que era inminente, una decisión que ya se había tomado.
Fue en esa noche con tintes trágicos para la Liga donde se entendió que era real, que el ciclo de Andrés Carevic se había acabado. Como hombre de fútbol, hasta él mismo sabía que después de ese pitazo no había más.
Estuvo de más ese lanzamiento de objetos, esas monedas que lamentablemente le tiraron mientras entraba al autobús.
Las mantas, los cánticos y los reclamos se entienden; lo demás, no. Ojalá el propio Andrés Carevic olvide ese instante tan ingrato y se quede con los recuerdos de lo bueno y lo aprendido para que pueda mejorar. Ojalá le vaya bien.
Es un técnico preparado, trabajador, estudioso, con una propuesta ofensiva y buen manejo de camerino. Quizás, en la Liga le faltó un poco de suerte, algo que también juega en el fútbol.
Su salida me parece lo más sano para el equipo, para él y para la misma afición. Cuando un ciclo se acaba, no hay vuelta atrás.
Lo otro que me llamó la atención fue lo último que anotó en su mensaje: “Deseo enormemente que la Liga se una, y todos apoyen desde el lugar que les corresponde, para que las cosas que se merece este club puedan alcanzarse”.
Una súplica de unidad, después de convivir con una presión y una tensión asfixiante. Ya él no está, pero quedan los jugadores, claramente llamados a responder. La exigencia siempre es buena, cuando no se traspasan los límites. Eso lo veo como parte de su legado.
En cuanto a números, el segundo ciclo de Andrés Carevic con Alajuelense cerró en 79 partidos distribuidos en 48 ganes, 14 empates y 17 derrotas, con un rendimiento del 66%. A las vitrinas rojinegras llevó el Torneo de Copa y la Copa Centroamericana de Concacaf. En su primera era, conquistó el Apertura 2020 y la Liga Concacaf.