Pasar por el parque de los Mangos siempre es una aventura si uno aguza la vista y el oído, lo que ahora pongo más en práctica en busca de vivencias que compartir en Alajuela por la pista. En realidad, historias maravillosas y sorprendentes se pueden encontrar en cualquier lugar, solo hay que estar atento y dejarse sorprender.
El jueves 12 de setiembre había atravesado el parque en la mañana y había visto un grupo de señores en una buena tertulia, me hizo gracia que uno de ellos, que se moviliza en un silla especial, llevaba su merienda en la canasta del vehículo y estaba disfrutando de una buena tajada de piña.
Los contemplé un rato disfrutando de la vida y dejando pasar el tiempo sin apuros. En la tarde, como andaba libre, volví a pasar y esta vez hubo algo que me atrajo de inmediato. Me acerqué y sin mucho esperar pedí permiso para hacer fotos… ahí estaban los jugadores de tablero y dominó.
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Paulino, Antonio, Carlos, Ricardo, Pedro, Rodrigo, José Arrieta, José Carvaval, el otro Rodrigo.. se identificaron.
Según contó Paulino, tienen como 15 años de reunirse, yo los había visto en alguna ocasión pero nunca me les había acercado. Antes, jugaban en las bancas o poyos del parque, aunque era un poquito incómodo.
Hace unos meses, los sorprendieron con mesas de juego con tablero incluido, y por supuesto, es más bonito. Ahora hay cuatro sentados y no solo dos, y siempre con público. Ahora no solo juegan tablero, sino también dominó.
¿Cuánto tiempo juegan? Pregunté.
“Hasta que la lluvia nos espante”, contestó sin titubear uno de ellos.
Todos los días, todas las tardes, la cita es en el costado este del parque de los Mangos, con la entrada principal de la catedral a sus espaldas.
Ese jueves, había tres mesas ocupadas.
Aquí nadie juega apostado y hay que prepararse para las discusiones diarias entre saprissistas y liguistas, tema que me sorprendió, pues no pensé que hubiera tanto morado en el corazón alajuelense.
“Somos 5 a 1”, aseguró uno de los presentes, mientras Paulino, rojinegro de nacimiento, afirmaba con su voz imponente que eso no era cierto.
Sin duda en estos días habrá mucho que hablar luego de la pérdida del Saprissa con Antigua de Guatemala.
Pero ahí se queda la discusión y el vacilón, porque ellos van a relajarse, a reír, a hacer amigos, a pasarla bien, a ganar salud. Calculo que aquellos hombres están entre los 50 y los 80 o más… seguro que casi todos pensionados, aunque alguno andaba con maletín en la espalda, como si volviera del trabajo.
Fueron unos minutos de algarabía, en los que me pidieron posar con ellos para una foto y me invitaron a jugar cuando quisiera. No hay duda que en el mejor sentido, los alajuelenses somos entradores y bombetas, y me incluyo.
Me alejé de ahí contenta, deseando que para cuando me pensione pueda tener un club como aquel, un grupo de amigos o conocidos con quien compartir un juego, compatir la tarde y la vida.
Había caminado menos de 300 metros, cuando comenzó a caer la lluvia, con esas gotas que, como se dice en broma, pueden desnucarlo a uno. No pude evitar pensar en mis amigos los jugadores espantados por el aguacero.