En Alajuela, el lugar más común para correr es la famosa calle ancha; esa es como nuestra pequeña circunvalación porque rodea el centro de la ciudad. Aquí nadie se pierde: si uno está en el mercado o el parque, no importa el punto cardinal que escoja, siempre llegará a la calle ancha.
Toda esta referencia que les hago en este Alajuela por la pista es para contarles que, cuando salía a hacer ejercicio por calle ancha en las mañanas, vi muchas veces a un señor que corría pero además iba parando a recoger latas. Luego, con la bolsa de latas en la mano, seguía la carrera con buen paso. Por supuesto que él me generaba curiosidad.
El sábado 9 de noviembre, cuando ninguno de los dos íbamos corriendo, lo vi de lejos. Él iba caminando con la bolsa de latas en la mano; yo solo medité: ¡es el destino! Y fui en busca de la historia. Como suele ocurrir, uno termina fascinado con estos descubrimientos.
Don Juan Carlos Saborío es un ingeniero agrónomo de casi 63 años, me dijo. Trabajó en la Universidad Nacional un tiempo; calcula que desde el 2004 comenzó a recoger latas por pura conciencia ambiental, aunque luego se convirtió en una especie de emprendimiento.
“Yo soy agrónomo y la conciencia de proteger el ambiente siempre la he tenido. Esto me interesó para captar recursos. Yo veo una basura mal puesta en un parque, la junto y la deposito en un basurero. A veces la llevo conmigo hasta 1 km hasta que encuentro un basurero”, relató.
Él recoge latas y galones de plástico. Las latas las lleva a una recicladora en la comunidad de El Erizo, y los galones, a clientes específicos.
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Para reunir sus tesoros, aprovecha el día en que las familias organizan el reciclaje. Ya él conoce los días para todas las zonas de Alajuela centro. También las recoge de aceras y caños, como cuando yo lo veo en calle ancha.
“Hay gente que me colabora. Cuando paso por una casa, sale la persona y me da latas y galones; hay otra gente a la que hay que hablarle porque le dicen a uno que no rompa las bolsas”, contó. A esos les explica su labor y les asegura que dejará las bolsas bien cerradas.
Las latas, confesó, no son tan bien retribuidas; con los galones le va mejor. En realidad, lo que se paga bien es el cobre, dijo, pero de eso ya no hay mucho.
En esas labores camina unos 8 kilómetros cada día, a veces más. Esas distancias resultaron ser muy cortas para don Juan Carlos, y aquí viene la otra pasión suya.
Aunque desde jovencito practicaba deportes, fue ya entrado en los 40 cuando don Juan Carlos se acercó al atletismo. “He agarrado un poco de condición física y andar caminando me ayuda”, expresó.
“Si yo le cuento no lo cree: hace unos cinco años me iba para San José corriendo, o por Heredia, pasaba a la Universidad (Nacional) a saludar y cogía por el lado de la Pozuelo, daba vueltas por La Sabana y me venía a pie”, relató.
Por supuesto, sorprendida, le dije que eso era como hacer una maratón. Haciendo cálculos, entre Alajuela y Heredia hay unos 12 kilómetros; entre Heredia y La Sabana hay 11, y La Sabana mide 3,4 kilómetros. Luego, hay que sumar el regreso.
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Orgulloso contó que también ha ido corriendo a Grecia o a practicar en el Polideportivo Monserrat con atletas de alto nivel. Ha hecho 10 kilómetros en unos 38 minutos, tiempo nada despreciable.
Ese es don Juan Carlos, el recolector de latas de calle ancha, un maratonista que a veces participó en carreras, aunque sin inscribirse. Ahora no va mucho por calle ancha, pues dice que hay mucha gente y mucho carro. Además, últimamente anda con dolor en un talón.
El dolor no le impide seguir recorriendo calles y juntando latas, ni tampoco le arrebata su pleno convencimiento de que todos tenemos que hacer algo para salvar el planeta.