Mantener con vida los zapatos viejos que uno tanto quiere o recuperar los nuevos que resultaron malísimos: coser, pegar, teñir… todos esos milagros son los que se hacen ahí. Es un edificio viejito, donde el trabajo nunca para. Se llama Centro de Reparación de Calzado Al Momento.
Digo el nombre completo no para darle publicidad al negocio, sino porque es justo contar dónde encontré a este personaje. Decirle “arreglazapatos” o “zapatero remendón”, que suena como a cuento infantil, se aleja mucho de la persona que está del otro lado del mostrador de Al Momento.
Don Ludwig Cano es un comeaños de 70. De joven fue piloto de fumigación, pero luego su papá le pidió que asumiera el negocio de los zapatos.
El padre, don Humberto, era un inmigrante nicaragüense que comenzó como emprendedor en la fabricación de zapatos y resultó exitoso. Así que convenció al mayor de sus cuatro hijos para que dejara la fumigación aérea y se viniera a trabajar con él. Y les fue bien.
Ahí del otro lado del mostrador, recordó que los zapatos de Cano fueron los más famosos de Alajuela en diseño para hombres; mientras que la competencia, zapatos Lazo, se especializaba en diseño de calzado para mujeres.
“Comenzamos con la fábrica, crecimos muy rápidamente. Comencé a viajar a Italia para comprar materiales”, recordó. La fábrica estaba allá por el Pacto del Jocote, se llamaba Incapiel. En los mejores tiempos llegaron a producir hasta 500 pares diarios, los que se exportaban a Centroamérica, el Caribe y Estados Unidos.
Sin embargo, llegó el momento en que no pudieron competir con la producción de zapatos de China o Brasil, y así como Incapiel, otras fábricas tuvieron que cerrar. Fue entonces cuando don Ludwig entendió que había que transformarse.
“Cuando el contrincante produce zapatos de baja calidad, pues inventemos algo para arreglarlos, entonces ellos más bien nos están proveyendo de trabajo, ahora que cambiamos de opción”, me cuenta un viernes 16 de agosto, que yo tomé libre y pasé para que me contara su historia.
Mientras él repasaba, Rosa tomaba una taza de café sin apartarse de la máquina. Ella atestiguó todo lo que don Ludwig relató, pues comenzó a trabajar en la fábrica a los 15 años y ahora, a sus 52, es una pieza clave en Al Momento.
A Rosa, le reconocí que yo no creía que hubiera muchas mujeres zapateras, pues ella siempre está ahí para atender clientes, incluyéndome, y recomendando el mejor trabajo para que el zapato tenga sobrevida.
No podía irme sin preguntarle a don Ludwig por la otra faceta de su vida. La de rockero. Sí, este señor fue uno de los fundadores de la banda de rock clásico Apple Band, en los 60.
Más tarde, en los 90, formó Zona Púrpura, que sigue activa. “De hecho, hoy tocamos”, cuenta este septuagenario con emoción de chiquillo. Según dijo, tocan en bares rockeros, los legítimos “chivos”, como se dice en el lenguaje de los músicos. Son seis integrantes, todos “grandes”.
Mientras hablamos, llegaron varios clientes, aunque pocos deben conocer la intensa vida de este hombre que está al otro lado del mostrador. Mientras tanto, él pensaba en los zapatos que aún diseña y en el rock que tocará en apenas unas horas de ese viernes.