El VAR vs. EL BAR lo escribí para suscriptores de La Nación antes de que se jugara el Saprissa vs. San Carlos, pero tratándose de un artículo de opinión sobre el inicio del video arbitraje en Costa Rica, sería un pecado no hablar del penal pitado a favor de Saprissa. Al final de este artículo, hice un añadido sobre esa jugada.
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Ahora sí, entremos en materia, con el texto original:
El VAR vs. BAR
El BAR siempre tendrá la razón; el VAR, algunas veces. Quizás convenga, antes de abordar el tema, ponernos de acuerdo en un par de conceptos.
BAR: Dícese de cualquier sitio físico o virtual con encarnizados debates sobre la jornada del fin de semana, el gol fantasma, la posición prohibida que no era o el penal ignorado. Extiéndase el concepto más allá de La Manudita, La Migueleña, el bar Saprissa o cualquier otro local de aprovisionamiento etílico. Inclúyase también lugares de mayor sobriedad como la oficina, el parque central, la sala de su casa y cualquier grupo de WhatsApp de mejengueros.
VAR: En inglés “Video Assistant Referee”, conocido por estos lares como video arbitraje, justiciero de los equipos desvalidos, ángel de la guarda de los árbitros, velita encendida de las santas madres de los árbitros, y justiciero de los guardalíneas. Es el recurso que llegó al fin, quizás un poco tarde en comparación con otros lugares.
Estrenado en Costa Rica, la puesta en escena salió mejor de lo esperado. En el país de los memes, el VAR tico se libró de la chota que muchos presagiaban.
Con intervenciones oportunas, solo en su jornada inaugural corrigió cuatro errores y confirmó tres aciertos de los árbitros. Debutó dignamente, más allá de los fallos técnicos que atrasaron un par de juegos y dejaron uno sin video asistencia durante 65 minutos. Se le perdona, tratándose de la puesta en marcha.
Con el VAR, la vida seguirá siendo imperfecta, pero habrá menos errores de esos que definen partidos.
Algún día, quizás, tengamos en el fútbol mundial un VAR como se aplica en grandes torneos de tenis. En ellos, cada jugador puede convocar al “ojo de halcón” cuando lo considere necesario. Saber usarlo es un juego dentro del juego. Si el tenista acierta en su reclamo, puede seguir echando mano a la tecnología; en cambio, si falla tres veces en el mismo set, se queda sin opciones de recurrir a la ‘video asistencia’ hasta el próximo set.
Quizás para el fútbol serían muchas interrupciones, pero de alguna forma vendría bien que los equipos pudieran convocarlo, aunque sea una vez, y aunque no se trate de un gol, una expulsión, un posible penal o un error de identidad, las únicas cuatro situaciones en que se utiliza.
Imagínese, por ejemplo, la final del campeonato, con el equipo local en desventaja por un gol pero sometiendo al rival contra su marco. Cuando ya no queda tiempo, en el último minuto de reposición, una difícil jugada con balón dividido impide saber si corresponde un tiro de esquina o un saque de puerta. De esa simple decisión depende la última esperanza de unos o la campeonización de los otros. Hoy el VAR no puede juzgar esa situación. Ni los equipos, reclamarla.
Tal vez estoy pidiendo mucho, quizás emocionado con la introducción del videoarbitraje en Costa Rica. De momento, complacido, muy a pesar de los errores, de lo mucho que queda por mejorar y de que siempre, pero siempre siempre, la razón la tendrá el BAR.
¿El SapriVAR?
Más de un aficionado liguista se frotaba las manos y, con ese fanatismo del que ninguna afición se salva, daba gracias por el VAR, sin el cual Saprissa no ganaría más partidos con algún penal dudoso en los minutos finales. Hoy ese mismo aficionado no tardará en desahogarse bautizando a la tecnología como SapriVAR.
Con VAR o sin él, jamás podría asegurar que el cuadro morado ha sido el más favorecido por los errores arbitrales. Recuerdo una final en que un penal inexistente, ante Pérez Zeledón, salvó al cuadro morado en tiempo de descuento. Pero tampoco olvido la mano del liguista Pablo Gabas que evitó la campeonización de Herediano cuando no quedaba tiempo para más. Y si se trata del Team, no hace mucho el técnico Paulo César Wanchope, entonces en Cartaginés, había revelado una estadística según la cual entre el 2018 y el 2013 la mayor cantidad de expulsados y de penales en contra los sufrían los rivales del cuadro florense.
Así las cosas, sin nadie libre de pecado, digamos que el VAR daba algunas esperanzas de acabar con los penales polémicos. Olvídese. Muy pronto lo dejó claro el penal a favor de Saprissa, y en contra de San Carlos, por un agarrón a Kendall Waston en un tiro de esquina.
A final de cuentas, el VAR no destituye (ni sustituye) al réferi. El criterio sigue siendo parte del fútbol; más que en el tenis -debo admitir-, donde incluso hay torneos casi sin árbitros porque mucho se reduce a una simple pregunta: ¿la bola salió o no salió? Lo que para el ojo humano no es cosa menuda, la tecnología en el tenis lo resuelve como si nada.
El penal a favor de Saprissa, en cambio, podría clasificarse entre las muchas acciones de criterio que se presentan en el fútbol. Aún viendo la repetición una y otra vez, algunos árbitros podrían diferir: ¿La sujeción a Kendall Waston fue suficiente para que el gigante cayera? ¿O, en realidad, aunque el brazo del zaguero sancarleño rodea su tronco en algún momento, aquello no daba para irse de bruces? ¿El norteño lo derriba? ¿O le cae encima producto de un forcejeo en el que Waston afloja el cuerpo y se trae a su rival por inercia? Cada pregunta, tendrá distintas respuestas según quien juzgue la jugada.
Se quedarán esperando los que dicen: Ahora tienen que pitar penal en todas esas acciones, de agarronazos y empujones mutuos en cada jugada de táctica fija.
El arbitraje sí queda comprometido a ser congruente y poner igual atención a todos los tiros de equina, pero no me cabe la menor duda de que la misma acción se pitará diferente según quien la juzgue.
Bienvenidos a la realidad: el VAR también es subjetivo.
La polémica continuará....
Quizás en el BAR.