Mariano Torres aún puede sacar un as de la manga, un pase filtrado, un conejo del sombrero, un tiro libre puesto con la mano, una paloma del pañuelo, un caño inesperado, una moneda detrás de la oreja y un tiro de esquina magistral.
Talentoso, el ‘10′ con el 20 en la espalda, aún tiene mucho que ofrecer, si bien las cualidades menguan con los años y las exigencias no.
Lo ilustra a la perfección el breve diálogo del otro día, durante el partido Saprissa - Guanacasteca, entre el narrador y el comentarista de televisión: uno hace ver el juego “participativo” de un Mariano que entró más en contacto con la pelota; el otro acota que de un jugador de su clase “participativo” no basta.
En efecto; de Mariano Torres se espera lucidez, orquestación y jugadas decisivas, así se trate del ocaso de un crack.
Lo de ‘ocaso’ no lo inventé yo. Lo dicen el almanaque, sus 37 años cumplidos en mayo, las lesiones que arremeten y sus propias declaraciones que aún no garantizan un torneo más una vez que finalice el presente certamen. Por mucho tiempo que le quede, es poco.
Hasta las estimaciones de su valor de mercado han venido disminuyendo, según Transfermarkt, sitio especializado en fichajes que lo tasaba en 325.000 euros hace cinco años, en 225.000 hace cuatro, en 200.000 hace tres, en 175.000 el año pasado, en 150.000 hace unos meses y en 125.000 en la actualidad.
Ausente este domingo en Puntarenas y en no pocos partidos de la pasada temporada, el rol de Mariano Torres va cambiando poco a poco.
Ocho veces campeón con Saprissa, considerado por muchos el mejor extranjero en la historia del club, objeto de odiosas comparaciones con Wálter Centeno (me declaro más afín al Team Paté), probablemente Mariano Torres brillará a partir de ahora en intermitencias.
Nunca es fácil el ocaso para un crack.
Las lesiones cuestan, los rivales no perdonan, los campeonatos no dan pausa y las frustraciones aparecen con mayor frecuencia. Algunos deciden disfrutar de cada partido como si fuera el último; otros caen en la tentación de hablar más mientras se juega menos.
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Acusado por sus rivales de jugar con otro reglamento, uno más permisivo -señalamiento que en todo caso habla peor de quien arbitra que de quien juega-, Mariano Torres tiene una decisión por delante.
Puede seguir el camino que lo lleva a discutir en la cancha, reclamar a los árbitros, empujar a un guardalíneas y en pleno partido contarle al archirrival con los dedos de las manos cuántos títulos de ventaja lleva Saprissa. O puede, simplemente, disfrutar el ocaso de un crack.
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