
La pregunta que inaugura este blog no tiene respuesta única. Cada quien guardará en su memoria, lecciones, frases o maestros que, para bien o para mal, marcaron su paso por las aulas. Lo cierto, es que lo que se enseña, lo que se deja de enseñar y la forma de propiciar o limitar los aprendizajes en las aulas influye, significativamente, en la manera en que (sobre)vivimos en un entorno competitivo, de cambios y en donde las brechas educativas se hacen sentir más fuerte en términos de oportunidades.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en un reciente informe titulado Servicios Sociales para Ciudadanos Digitales (2018), prevé que para el 2030 más de la mitad de los jóvenes no tendrá las competencias necesarias para prosperar en un trabajo. Pese a que América Latina invierte en promedio un 5% del Producto Interno Bruto (PIB) en educación, el 70% de los estudiantes de primaria que hoy asiste a las aulas no alcanza ni el nivel mínimo en habilidades matemáticas, su comprensión lectora es pobre y su pensamiento crítico escaso.
A esas tres competencias hay que agregar debilidades en creatividad, colaboración, comunicación, conciencia social y cultural, liderazgo, educación financiera y un nuevo componente: el desarrollo de un coeficiente de inteligencia digital que revierta el mito de que en Internet no hay responsabilidad sobre lo que se dice y se hace.
La escuela es un ente vivo y, como tal, debe ser capaz de adaptarse a los contextos que le rodean, de crear las condiciones necesarias para que los estudiantes quieran aprender y de romper moldes anticuados, no adecuados a las necesidades de quienes asisten hoy a las aulas. Con esto no quiero decir que las asignaturas actuales y los métodos de evaluación no sean necesarios, pero no pueden constituir el todo. Sin motivación y creatividad en las aulas lo que se enseñe servirá de poco o nada.
La escuela será útil solo en la medida en que niñas y niños se sientan parte del proceso de aprendizaje, más allá del cumplimiento de un plan de estudios o del resultado de una evaluación. El cambio educativo ocurre cuando las lecciones logran provocar emociones desde la niñez y despertar nuevas preguntas que permitan mejorar el entorno en que habitamos.

Lo que se aprende en la escuela servirá en la medida que se fomente la participación activa, el pensamiento crítico, que invite a niñas y niños a ir más allá de la repetición compulsiva de conceptos, sin cuestionarse los significados.
Los aprendizajes de hoy deben ser capaces de romper filas en las aulas, de aventurarse a una educación creativa, soñadora en transformar los escenarios que desgarran nuestras realidades, considerando al niño como agente social de cambio, capaz de proponer y diseñar soluciones a los desafíos que enfrenta en su hogar, en su comunidad y en su centro educativo, y apoyado en las nuevas tecnologías.
¿La respuesta, entonces, está en educar con tecnología? No, la tecnología es un medio, no un fin en sí mismo. Es útil en la medida en que se convierta en herramienta para la creatividad y la construcción de soluciones colectivas.
El verbo aprender es el resultado de hacer y de pensar sobre eso que se hace. Observemos a la escuela no como un objeto en vitrina al que asisten alumnos y profesores, sino como un ente dinámico, del cual todos formamos parte y somos capaces de incidir en su transformación.
El camino de la educación no es mejorar la situación actual sino emprender nuevas direcciones, sin miedo a equivocarse y con la humildad necesaria para enmendar los errores. La necesidad de desarrollar nuevas competencias exige una reconceptualización sobre qué aprender y cómo aprenderlo, convirtiendo las aulas en espacios para el descubrimiento, la creación y la construcción, sin miedos.
A escasos 15 días de iniciar el curso lectivo preguntémonos ¿de qué sirve lo que enseñan en la escuela? ¿qué se puede mejorar? ¿quiénes lo están haciendo mejor y cómo podemos llegar ahí? ¿qué herramientas tenemos para evitar excusas y señalar culpables?
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Los invito a hacer de este blog un espacio para que intercambiemos ideas y experiencias sobre lo que ocurre en las aulas: desafíos, innovación, significados, aprendizajes, buenas prácticas y sobre todo, aquello en lo que podemos hacer un cambio educativo.