Suspender lecciones resta oportunidades. El aula es el espacio donde se construye esperanza, se fabrican sueños y donde el buen docente es capaz de inspirar a niñas, niños y jóvenes.
Suspender lecciones agudiza la brecha entre quienes tienen las oportunidades de recibir una educación de calidad y quienes no. El presente curso lectivo tiene en sus pupitres, a niños y jóvenes con serios rezagos en sus procesos básicos de lectoescritura, habilidades numéricas y pensamiento crítico, fruto de meses de paro en sus casas.
Es evidente el desinterés de este sindicato en la calidad de la educación costarricense, al anteponer su derecho a huelga sobre el interés superior del niño. Su tranquilidad pareciera reposar en las curvas, los empujones y en los porcentajes que maquillan la realidad de lo que ocurre en las aulas.
La APSE convocó a sus afiliados para que abandonen su trabajo los días 7, 11, 18 y 25 de junio. Su amenaza, por escrito, es que se excluya la educación como servicio público esencial de los expedientes legislativos correspondientes, porque de lo contrario “se procederá a continuar el movimiento de huelga luego del periodo de vacaciones de medio año, a una huelga por una semana consecutiva”, sentencian en el acta aprobada en sesión ordinaria, el pasado 1º de junio.
Es alarmante el menosprecio a la educación como servicio público esencial, cuando la realidad pone en evidencia el rezago educativo y la escasez que sufren áreas rurales y costeras de Costa Rica, donde las condiciones de los hogares son más desfavorables y la exclusión golpea más a los jóvenes.
El Programa Estado de la Nación realizó en febrero del 2019 una consulta telefónica a una muestra representativa de 719 hogares y llegó a la conclusión de que la suspensión del servicio educativo por la huelga del año pasado afectó directamente a hogares vulnerables, cuya única opción educativa para sus hijos es el sistema educativo público. Para este sector de la población, “la huelga significó una interrupción completa del proceso de aprendizaje, que difícilmente será revertida” e implicó un gasto adicional para el hogar de ¢49.000 por mes, debido a la suspensión del servicio de comedor escolar.
Contrario a la vaga idea de que nadie muere por faltar a clases, la evidencia demuestra cómo las experiencias de aprendizaje positivas en las aulas marcan claras diferencias entre quienes están dentro ellas y quienes no. Familias costarricenses han encontrado una mejor calidad de vida, a partir de la inversión que han hecho en la educación de sus hijos.
Es desde los pupitres, donde se forjan individuos independientes, capaces de tomar decisiones y de mejorar el desarrollo económico, social y cultural del país. En palabras del maestro de maestros, Omar Dengo, es educando y moldeando el espíritu de los jóvenes, que se engrandece al país. “Los problemas políticos no son sino problemas de educación. Gobernar es educar” y la educación está en las aulas. ¿Acaso no es la educación un servicio esencial si este país quiere progresar?
Cuénteme su opinión sobre el tema abajo en los comentarios, o bien, a mi correo barrantes.ceciliano@gmail.com, o en mi cuenta en Twitter (@albertobace).