Educar entre cuatro paredes, con ruido, sin suficiente luz y con estudiantes organizados en filas de pupitres, uno detrás de otro, no es más que la reproducción de una fábrica de la era industrial, donde se espera con ansias el sonido del timbre para hacer un receso, cambiar el color del cuaderno y seguir repitiendo conceptos para aprobar el examen.
Esa forma de educar apaga la motivación, la creatividad y nos obliga a todos a encajar en un mismo molde, sin tomar en cuenta que aprendemos diferente y que poseemos habilidades distintas.
Enhorabuena, ya en varios países se habla de “educar sin paredes”: aulas o espacios que integran el uso medios digitales, mesas para el trabajo en equipo, áreas de juego e investigación y que son amigables con los estudiantes, los docentes y el medio ambiente (aprovechan la luz natural en su arquitectura).
Son nuevos entornos en los que alumnos y maestros combinan el uso de dispositivos móviles con la experiencia cara a cara para la resolución de problemas: ya sea de pie, sentados o estirados en el suelo; rodeados de paredes de colores y de materiales audiovisuales.
Un ejemplo de este cambio educativo es la Escuela Vittra Telefonplan, en Estocolmo, Suecia, donde los mismos estudiantes aportaron ideas para el diseño del centro educativo, en conjunto con el equipo de trabajo de la artista Rosan Bosch. Su mensaje es directo: “basta de aulas tradicionales, llenas de sillas y escritorios. Si queremos un cambio en el mundo, debemos empezar por la escuela. ¿Es difícil? ¡Claro que lo es! Pero no cambiar no es la opción.El entorno influye en la motivación para ser creativos”, afirma Bosch.
En esta escuela, las maestras pueden dar clases encima de un “iceberg” con videos, sonidos y espacios para jugar. Hay laboratorios donde niñas y niños pueden aventurarse a proyectos de robótica. Estas escuelas “sin paredes” trabajan por dotar a sus alumnos de las herramientas que exige la era digital y el futuro del trabajo: creatividad, comunicación, cooperación, resolución de problemas, adaptación al cambio y aprender a aprender.
Para los más conservadores, el aula “sin paredes” no se trata de que niños y jóvenes “hagan lo que quieran”, sino de crear entornos que motiven y estimulen a que el alumno se involucre más con su proceso aprendizaje, según sus capacidades y con un equilibrio adecuado entre autonomía y límites, bajo la guía de sus maestros.
En Costa Rica. Desafortunadamente, la realidad en la mayoría de aulas costarricenses apunta al modelo descrito en el primer párrafo: aulas cuadradas, cajones oscuros, ruidosos, donde romper filas es la excepción a la norma y donde la carencia de materiales didácticos desmotiva a cualquiera.
El último Informe del Estado de la Educación señala que los materiales más empleados en nuestras aulas son cuadernos, fotocopias, pizarras y calculadoras. Sobre una muestra de 118 salones de clase el informe anota las siguientes falencias:
- En todas las aulas, los niveles de ruido son altos y, en algunos casos, mayores que los de los pasillos. Las aulas evaluadas registran niveles de ruido por encima de los máximos permitidos para zonas comerciales e industriales.
- La luminosidad suele ser bastante menor a la establecida por el Instituto de Normas Técnicas de Costa Rica (500 lux es la norma). En centros de bajo desempeño, el promedio es de 267 lux.
- En una observación en salones de preescolar de la Gran Área Metropolitana (GAM) se identificó niveles mínimos de calidad en el espacio físico, falta de mobiliario según la edad de los niños y carencia de materiales, en especial libros.
- En general, tres de cada cuatro aulas ticas (el 76%) se encuentran fuera de las zonas de confort permisibles.
El entorno es capaz de despertar o apagar el interés en niños, jóvenes y profesores: aulas uniformes, con los mismos colores, calurosas y con ruido, acentúan los síntomas de una educación acartonada, de mala calidad, donde lo que importa es solo aprobar el curso, buscar los días feriados en el calendario y alegrarse con pasar el examen, aunque no se sepa bien ni leer, ni escribir, ni pensar, ni comprender.
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