En el corazón de cualquier sistema educativo que aspire a fomentar el pensamiento crítico, la creatividad y el aprendizaje autónomo, se encuentran tres acciones fundamentales: leer más, preguntar más y escribir más. Estas actividades no son simples tareas que se deban asignar por obligación, sino tres verbos que deben ir asociados al disfrute para conseguir buenos resultados.
Para ello, es imprescindible crear el ambiente necesario en el aula para que la lectura, el razonamiento y la escritura sean ejercicios que provoquen alegría y disfrute, desde la niñez.
La lectura es el primer paso hacia la adquisición de conocimiento y comprensión. Al leer más, los estudiantes no solo se exponen a una variedad de ideas y perspectivas, sino que también desarrollan su capacidad de concentración, su vocabulario y su habilidad para analizar y sintetizar información. La lectura, además, despierta la imaginación y el sentido crítico, permitiendo a los estudiantes cuestionar y reflexionar sobre el entorno que les rodea. Sin embargo, hay que empezar porque los docentes y las familias lean más. El niño o la niña responden a los estímulos de estos dos entornos.
Hay que perder el miedo a leer en voz alta, a hacer las voces de los personajes frente a niñas y niños, a generar preguntas y a crear nuevos escenarios que les permitan cuestionar el espacio en que habitan e imaginar nuevas realidades posibles.
Leer por leer no es suficiente. Es crucial fomentar la curiosidad y el espíritu investigador en nuestros estudiantes a través de la acción de preguntar más. Al alentar a los alumnos a formular preguntas, no solo promovemos un ambiente de aprendizaje activo, sino que también les enseñamos a buscar respuestas, a analizar información y a evaluar argumentos de manera crítica. Las preguntas son el motor del conocimiento, y cultivar esta habilidad desde una edad temprana es fundamental para el desarrollo intelectual desde la niñez.
Asimismo, es vital seleccionar textos variados, noticias de actualidad y contenidos relevantes que despierten el interés y la curiosidad de los estudiantes, abordando temas que reflejen la diversidad de experiencias y realidades presentes en la sociedad. De esta manera, la lectura comentada se convierte en una herramienta inclusiva que promueve la empatía y el entendimiento entre individuos de diferentes orígenes y perspectivas.
El conocimiento adquirido a través de la lectura y la investigación debe ser compartido y expresado de manera efectiva. Es aquí donde entra en juego la escritura. Escribir más no solo implica la capacidad de comunicar ideas de manera clara y coherente, sino también la oportunidad de reflexionar sobre lo que se ha aprendido, organizar ideas de manera lógica y desarrollar un estilo propio. La escritura no solo es una herramienta de expresión, sino también de consolidación y profundización del conocimiento.
En resumen, leer más, preguntar más y escribir más son acciones imprescindibles en nuestras aulas si queremos formar estudiantes críticos, creativos y autónomos. Estas actividades no deben ser vistas como tareas aisladas, sino como partes integrales de un proceso educativo continuo y enriquecedor. Al priorizar el desarrollo de estas habilidades, estamos preparando a nuestros estudiantes para enfrentar los desafíos presentes y futuros, enseñando a cuestionar, a pensar y a actuar, utilizando la lectura y la escritura como herramientas para la esperanza y para la libertad.
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