Competir por la atención y alcanzar resultados efectivos en las clases virtuales es todo un desafío para quienes enseñan.
Mientras explican su materia, mensajes de texto van y vienen entre sus estudiantes, unos escuchan música, otros están en algún videojuego y de un pronto a otro, el meme de último minuto robó en segundos la atención de la clase. Palear ese desorden demanda mayor alfabetización digital tanto para los jóvenes como para los docentes.
Si la lección presencial requiere de participación activa para no caer en el tedio, la educación virtual obliga ese intercambio tres veces más y de nuevas prácticas de mediación que fomenten ambientes de respeto en los entornos de aprendizaje. Alfabetizar digitalmente significa entender que un celular con conexión a Internet es un medio más y no el fin.
Una alfabetización digital efectiva implica comprender de forma colectiva que la educación virtual no son videoconferencias inútiles para llenar horas en el calendario, sino de generar conversaciones efectivas, inspiradoras, que motiven nuevas acciones entre quienes aprenden (docentes y estudiantes). A la vez, hay que fomentar el uso de la tecnología para el desarrollo de pensamiento crítico y el análisis: en otras palabras, proveer herramientas y discusiones que les permitan comprender que el celular sirve para algo más que entretenerse.
Si bien el uso del celular para aspectos lúdicos no tiene nada de malo, es fundamental que se redefinan nuevos significados y usos de los aparatos electrónicos que permitan problematizar situaciones actuales y construir de forma colectiva soluciones a ellas. Es decir, trascender el uso del aparato electrónico para emitir opiniones en redes sociales y subir unas cuantas fotos.
La Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), de España, afirma que dentro de las competencias que deben incluirse en la alfabetización digital están las habilidades de investigar, analizar información, procesar datos, programar, como parte de los desafíos que impone la sociedad actual para conseguir mejores oportunidades. El resultado de llevar a la práctica estas competencias son entornos más creativos, innovadores y participativos.
No se trata de solo encender un celular y saber ingresar a una página web, sino cuestionar qué tipo interacciones, producciones y resultados comunitarios se pueden alcanzar a partir de un uso inteligente de las nuevas tecnologías. La tarea para cambiar esta ruta la tenemos que ejecutar entre todas y todos.
En el año 2019, el informe del Programa Institucional Sociedad de la Información y el Conocimiento (Prosic) de la Universidad de Costa Rica (UCR), afirmó que principal uso del Internet de las personas en Costa Rica consistía en descargar imágenes, videos, música y juegos (80%), seguido por descarga de aplicaciones (77%) y participación en redes sociales (74%).
Más interacción
En la alfabetización digital es clave que, de forma paralela, se generen contenidos de calidad, recurrir al juego como técnica de aprendizaje, que les motiven a los más pequeños a estar conectados, a resolver, a desarrollar un sentido de pertenencia con el mundo virtual y a combinar los aprendizajes obtenidos en la esfera digital con la experiencia “cara a cara”, en las aulas.
Mediante contenido atractivo, planificado e interactivo se despierta motivación y se generan estrategias que invitan a niñas y niños a participar, a cocrear, con la guía de un docente-tutor que está en el aula para reconocer los diferentes ritmos de aprendizaje y que adecúa sus lecciones en función a los datos que le arroja la tecnología.
La alfabetización digital supone enseñar a leer, comprender y escribir el lenguaje hipermedial: esa mezcla textos, videos, audios, mapas y otras herramientas, pero no para que los estudiantes los reciban de forma pasiva. Necesariamente tiene que haber capacidad de interacción con los usuarios. El aprendizaje en entornos virtuales no se reduce a encender una cámara y en recrear una lección presencial.
En el proceso de alfabetización digital, no hay fórmulas mágicas para su éxito, sino que debe de adaptarse a cada contexto, garantizando acceso a los recursos, calidad en los contenidos, participación activa y preguntas en el proceso. Para ello, hay un largo camino por recorrer en formación docente y en normas de etiqueta virtual y en desarrollo de autonomía en el proceso de aprendizaje.
La educación que receta contenidos a todos por igual está obsoleta. Alfabetizar digitalmente implica interacción, flexibilidad y prepararse para lo imprevisible, tomando en cuenta la diversidad para crear más y mejores oportunidades.
Cuénteme su opinión sobre el tema abajo en los comentarios, o bien, a mi correo barrantes.ceciliano@gmail.com.