Que niñas y niños sean capaces de reconocer y cuestionar su entorno es fundamental para fomentar la construcción de liderazgos positivos desde la niñez. En una era de desinformación y noticias falsas, donde apenas el 1% de estudiantes de 15 años en América Latina sabe reconocer entre un hecho y una opinión, proveer herramientas para el pensamiento crítico, el trabajo en equipo y la resolución de problemas es una necesidad más que urgente.
Es común encontrarse en las aulas de Primaria a niñas y niños que asocian el liderazgo con dar y recibir órdenes y peor aún, en algunas ocasiones suelen asignar roles de líder al estudiante del grupo que hace bullying a sus otros compañeros. Los errores se arrastran desde los primeros años y por eso, no es de extrañar la abundancia de malos líderes que pretenden gobernar, con un poquito de palabras por aquí y por allá, pero sin sustento y con débil capacidad argumentativa.
El cambio de timón para conseguir mejores resultados en esta área debe empezar desde edades tempranas, facilitando a niñas y niños los espacios en las aulas para que participen activamente, propongan soluciones a temas comunitarios, ejerciten su creatividad e imaginación para crear a partir de la pregunta y el argumento.
La educación del siglo XXI requiere más diálogo y menos memorización. Seguir copiando contenidos de la pizarra al cuaderno o resolver fotocopias mecánicamente sin trazar objetivos claros ni recibir realimentación alguna solo siguen siendo caldo de cultivo para la ignorancia y para la cultura del mínimo esfuerzo.
Cada cuatro años, es común que nos quejemos de lo raquíticos que son los “líderes” y “lideresas” que exponen sus nombres para gobernarnos pero, ¿qué estamos haciendo desde la educación para evitar que charlatanes coloquen sus nombres en las papeletas?, ¿contribuye nuestro sistema educativo a la chabacanería y al mínimo esfuerzo para conseguir resultados?
Combatir el deplorable estado actual de nuestros liderazgos solo es posible mediante más lectura en las aulas, más preguntas en los procesos de enseñanza y aprendizaje, más diálogo y más deseo de hacer de la educación herramienta para la formulación de argumentos, el debate y la co-creación de soluciones colectivas, desde la comunidad.
Para ello, es fundamental repensar las acciones educativas a partir del contexto social, económico y cultural en el que se mueven los estudiantes en sus comunidades, escuelas y familias. La pertenencia despierta curiosidad, interés, dudas y deseos de co-crear nuevas metas y alcanzar nuevos resultados.
Repensar lo que ocurre en las aulas es tarea de todas y todos. De lo contrario, seguiremos como el mito de Sísifo: empujando cíclicamente la mediocridad y el peso que conlleva cargar líderes de tan bajo calibre.
Cuénteme su opinión sobre este tema en mi correo barrantes.ceciliano@gmail.com