Imaginación, creatividad y capacidad para resolver problemas el aula son tres habilidades fundamentales que deben incorporar los docentes a la hora de plantear un ejercicio académico en su salón de clase. Se acabaron las instrucciones del tipo “escriba un ensayo de cinco páginas sobre esto o aquello”.
La educación de calidad de este siglo demanda ingenio, capacidad de crear, contrastar argumentos, trabajar en equipo, incorporar las emociones y el entorno en que se habita en cada ejercicio académico: esas habilidades no las sustituye ninguna inteligencia artificial.
La prohibición de una herramienta como ChatGPT únicamente responde a calmar el miedo de un docente poco ingenioso que teme que sus estudiantes plagien un ejercicio o ensayo que, ya de por sí desde su concepción, es inútil e incapaz de despertar las habilidades necesarias para este siglo.
Por eso, al plantear un ejercicio académico este debe ser lo suficientemente creativo para despertar el interés y la motivación de quienes aprenden. Si un determinado tema se vincula con la experiencia personal del estudiante o del entorno que le rodea, no habrá inteligencia artificial capaz de responder con exactitud el ejercicio. La educación de calidad es, esencialmente, motivación y diálogo.
En la medida que la persona docente diseñe evaluaciones que incorporen el trabajo en equipo, la resolución de un problema vinculado a la experiencia personal y al entorno social en el que se mueven los estudiantes, el uso de ChatGPT o de cualquier otra herramienta digital dejará de ser un problema, en tanto se concibe como lo que son: herramientas.
El verbo prohibir está atado al miedo, a la consecuencia fatal de pasar esa franja roja yrecibir el castigo por no atender la interdicción. La educación debe alejarse de ello. En lugar de prohibir, la educación del siglo XXI debe ser capaz de poner sobre la mesa verbos como pensar, cuestionar, reflexionar, comprender, criticar, argumentar, conversar, sentir. Prohibir solo encapsula, encuadra, limita, castra.
Útil complemento
La inteligencia artificial no es asunto nuevo, ya tiene unas tres décadas de andar dando vueltas; sin embargo, es valioso que una herramienta como ChatGPT abra el debate sobre prohibir o no su uso en las aulas, porque a la vez, pone en evidencia la falta de formación docente en estas áreas y la imperiosa necesidad de crear nuevos desafíos en los entornos educativos que inviten a mejorar la calidad de educación que ofrecemos a niñas, niños y jóvenes.
La Red de Educación Continua de Latinoamérica y Europa (RECLA) lo explica bien al afirmar que “la revolución de la educación está en marcha, y ChatGPT, con su inteligencia artificial, está en el centro de esta transformación. Al entender cómo funciona, podemos empezar a vislumbrar las increíbles oportunidades que esta tecnología ofrece para mejorarla forma en que enseñamos y aprendemos. Los profesores deben jugar un papel activo enmoderar y guiar el uso de ChatGPT para asegurarse de que el aprendizaje sea efectivo y apropiado”.
La educación de calidad debe estar siempre dispuesta a reorientar la ruta. El cambio de metodologías en las aulas es más que necesario y la educación deberá convivir y utilizar a su favor la inteligencia artificial (IA) del mismo modo que convive con Google o con Wikipedia.
La solución no está en pasar los textos por programas “antiplagio”. La solución radica en reinventar el rol del docente y adoptar nuevas metodologías de enseñanza y evaluación, de manera que sirvan no solo para evitar las trampas, sino para aprender más, para sentir más la educación, para comprobar si hay una verdadera comprensión de las lecturas que se plantean y la habilidad de desarrollar pensamiento crítico que permita generar conexiones entre un tema determinado y el entorno en que habitamos.
No hay inteligencia artificial que pueda ganarle a un docente ingenioso, motivado por enseñar, corregir y hacer de la educación un viaje estimulante en favor del pensamiento crítico, la capacidad de crear y de mejorar nuestras comunidades. Prohibir resulta inútil en este contexto.
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