El 17 de junio se celebra, a nivel mundial, el Día de la Desertificación y la Sequía, este año bajo el lema “Alimento. Forrajes. Fibra”, el cual pretende educar a las personas sobre cómo reducir su impacto personal en la tierra.
Existe una creciente demanda y competencia por la tierra procedente de la agricultura, la expansión urbana y la infraestructura.
Casi el 75% de toda la tierra se ha transformado de su estado natural, y el ritmo de conversión se está acelerando. Además, la salud y la productividad de las tierras cultivables existentes están disminuyendo, empeoradas por el cambio climático.
Los consumidores pueden marcar una diferencia positiva porque la política gubernamental y los proveedores son extremadamente sensibles a las decisiones individuales del mercado.
Si cada consumidor comprara productos que no degraden la tierra, los proveedores reducirían el flujo de estos productos y enviarían una señal poderosa al productor del cambio necesario para mantenerse en el negocio.
Cambiar nuestra dieta y nuestros comportamientos de compra puede liberar tierra para otros usos y reducir las emisiones de carbono. Solo el cambio dietético puede liberar entre 80 y 240 millones de hectáreas de tierra.
La tierra es la base de nuestras sociedades. Permite que las economías crezcan y prosperen.
La tierra proporciona más del 50% del valor total de todos los servicios ecosistémicos. Este recurso finito está bajo una fuerte amenaza.
La tierra productiva es la piedra angular para la erradicación de la pobreza, para alcanzar el “hambre cero”, para proveer energía para todos, seguridad alimentaria y salud ambiental.
Debido a que la tierra es finita, hay una competencia cada vez mayor para controlar sus recursos y para capitalizar los flujos de bienes y servicios de esta. Esto tiene, obviamente, el potencial de causar inestabilidad social y política, más pobreza, conflictos y migración por la fuerza.
Cada año, más de 12 millones de hectáreas se pierden debido a la degradación de la tierra, la desertificación y las sequías recurrentes. Más de la mitad de todas las tierras agrícolas y ganaderas ya están degradadas.
Alrededor del 70% de las “tierras libres de hielo” de la Tierra ya han sido alteradas significativamente, principalmente para satisfacer la demanda de la agricultura y ganadería.
El cambio climático está agravando aún más esta situación, con muchas regiones cada vez más secas y sufriendo sequías más frecuentes y prolongadas.
De hecho, el estrés hídrico inducido por el clima y la degradación de la tierra podrían conducir a la pérdida de más tierras cultivables en los próximos años, hundiendo a millones de agricultores en la pobreza y contribuyendo a la migración y los conflictos forzados.
Un informe del IPCC muestra que las acciones basadas en la tierra son una parte esencial de las herramientas que pueden utilizarse para extraer el carbono de la atmósfera e inyectarlo en la naturaleza, para así lograr el objetivo de mantener la temperatura promedio del planeta muy por debajo de los 2 grados Celsius.
Advierte, sin embargo, que estas acciones basadas en la tierra sólo son efectivas ahora, y no más tarde, ya que la capacidad de la tierra para fijar el carbono atmosférico disminuirá, especialmente cuando esta deja de ser saludable, es decir, pierda sus propiedades naturales.
Los servicios ecosistémicos perdidos debido a la degradación de la tierra valen US$10,6 millones de millones al año, según un estudio de la Economics of Land Degradation.
Por el contrario, el cambio a prácticas sostenibles de ordenación de la tierra podría lograr hasta US$1,4 millones de millones en un aumento de la producción de cultivos.
La demanda de tierras para proporcionar bienes, como alimentos, forrajes, bioenergía y agua, necesarios para alcanzar los objetivos de desarrollo sostenible requerirá una mayor transformación ya que si seguimos los caminos del desarrollo de los países industrializados para proporcionar el mismo disfrute del nivel de vida, el 90% de la tierra totalmente natural se debería transformar de manera similar.
El desafío político no es la escasez de tierras. Más bien, es el uso ineficiente de la tierra ya en uso.
Por ejemplo, un tercio de todos nuestros alimentos se pierden o se desperdician cada año. Se pierde antes de salir de la granja o como comida vencida en los estantes de los supermercados, en casa, o como comida sobrante.
Estos 1.300 millones de toneladas de alimentos perdidos o desperdiciados se producen en aproximadamente 1.400 millones de hectáreas de tierra.
Esto es aproximadamente un tercio de todas las tierras agrícolas. Esto es dos veces y media de los 593 millones de hectáreas de nuevas tierras agrícolas que se convertirían para alimentar a la población mundial nacida entre 2010 y 2050. Esto equivale a los 1.500 millones de hectáreas de tierra que se han degradado.
Esta ruta al futuro se puede prevenir si se realizan tres acciones simultáneamente.
1. La conversión de tierras se evita por completo porque la tierra ya convertida puede producir para incluso más que el crecimiento demográfico proyectado.
2. Es necesario mejorar y mantener la productividad de las tierras agrícolas que ya están en uso para aumentar su productividad.
3. La planificación del uso de la tierra se centra en hacer las cosas correctas, en el lugar correcto, en el momento correcto. A esto se conoce como neutralidad de la degradación de la tierra.
Los países miembros de la Convención de las Naciones Unidas para Combatir de Desertificación (UNCCD) han definido la neutralidad de la degradación de la tierra como: un estado por el cual la cantidad y la calidad de los recursos terrestres, necesarios para apoyar las funciones y servicios de los ecosistemas y mejorar la seguridad alimentaria, se mantiene estable o aumenta dentro de las escalas y ecosistemas temporales y espaciales especificados.
Sin embargo, durante mucho tiempo, la desertificación, la degradación de la tierra y los problemas de sequía fueron un punto ciego para la comunidad internacional.
Fueron desestimados como una cuestión regional o local. No obstante, los acontecimientos recientes para hacer frente a estos problemas son bastante alentadores.
La comunidad internacional se ha comprometido a esforzarse por lograr un mundo neutral en la degradación de la tierra para 2030.
Su implementación requiere la participación y planificación de múltiples partes interesadas en todas las escalas y sectores, respaldada por una coordinación a escala nacional que utilice las estructuras de gobernanza local y regional existentes.
Este objetivo ha sido considerado por los gobiernos, en la Conferencia de las Partes de la UNCCD y de la Asamblea General de las Naciones Unidas, como un acelerador e integrador de los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.
Los ODS ofrecen un plan importante para la acción colaborativa para responder a una serie de desafíos globales.
Cada uno de los ODS es esencial, pero la realidad es que todos, en algún punto, imponen demandas a la tierra, y a menudo estas demandas están compitiendo. Por lo tanto, para hacer frente a la implementación de los ODS es crítico y fundamental hacerle frente a la degradación de la tierra.
La Asamblea General de las Naciones Unidas ha reconocido recientemente que “las soluciones basadas en la tierra, como parte de las soluciones basadas en la naturaleza, constituyen opciones prometedoras para evaluar y considerar en relación con el secuestro de carbono y la mejora de la resiliencia de las personas y los ecosistemas afectados por la desertificación, la degradación de la tierra y la sequía, así como los efectos adversos del cambio climático”.
A la fecha, 123 países se han fijado o comprometido a establecer sus metas de neutralidad en la degradación de la tierra.
La Neutralidad de la Degradación de la Tierra (NDT) es un cambio de paradigma en las políticas y prácticas de gestión de la tierra. Es un enfoque único que contrarresta la pérdida esperada de tierras productivas, con la recuperación de áreas degradadas.
Coloca estratégicamente las medidas para conservar, gestionar y restaurar la tierra de manera sostenible en el contexto de la planificación del uso de la tierra.
La presente pandemia nos ha obligado a reevaluar nuestra relación con la naturaleza ya que depende de cómo la tratemos vamos o no a contribuir con las pandemias.
La expresión “tierra sana; personas sanas”; es más cierto hoy que nunca, en línea con el enfoque global exigido por el Secretario General de las Naciones Unidas en su informe titulado Responsabilidad compartida, solidaridad global.
La desertificación, la degradación de la tierra y la sequía están relacionadas con la pérdida del hábitat animal y la propagación de enfermedades (incluido covid-19) de los animales a los seres humanos.
La tasa de aparición o reaparición de futuras enfermedades zoonóticas estará estrechamente relacionada con la evolución de la relación entre los seres humanos y el medio ambiente, en particular la expansión de la frontera agrícola.
Los estudios muestran que 6 de cada 10 enfermedades infecciosas conocidas en las personas se han propagado de animales y que 3 de cada 4 enfermedades infecciosas emergentes en las personas provienen de animales.
Los usos de la tierra que convierten los espacios silvestres en hábitats para uso humano ayudan a los virus a cruzar de los animales salvajes a las personas.
A menos que abordemos las causas profundas que han originado estas pandemias las estaremos sufriendo más frecuentes en el futuro.
Los virus se están moviendo rápidamente de los animales, tanto salvajes como domesticados, a los seres humanos porque seguimos destruyendo hábitats salvajes, cazando y comerciando con la vida silvestre, acelerando el calentamiento global y expandiendo e industrializando la producción de alimentos, sin mencionar la modificación genética de plantas y animales.
Al final del día, son las poblaciones más vulnerables las que más sufrirán.
Ahora, que hemos estado hablando del escenario post-covid necesitamos entender que la forma en que hemos estado haciendo las cosas no funciona.
La nueva normalidad debe incluir un cambio transformacional, muy diferente, en el hacer de las cosas, desde decisiones individuales que construyan nuevas normas sociales hasta cambios legales y de política pública que nospermitan crecer y prosperar en un “ambiente operativo seguro”.
La UNCCD está promoviendo un nuevo Contrato Social para la Naturaleza que exige nuevos modelos de gobernanza global y nacional basados en derechos, recompensas y responsabilidades, reconociendo, explícitamente, el hecho de que el futuro de la humanidad, el crecimiento económico y la naturaleza dependen completamente unos de otros.
Esperemos que prospere.