En el mes de diciembre pasado se celebró en Madrid la reunión de las Naciones Unidas en la cual los países discutieron sobre lo que hay que hacer para combatir el acelerado cambio del clima para garantizarle a las siguientes generaciones un planeta viable.
Sin embargo, esta fue una reunión que no produjo los resultados previstos como, por ejemplo, la esperada negociación del acuerdo sobre el artículo 6 del Acuerdo París que nos permitiría formalizar el mercado de carbono y así generar los recursos necesarios para que los desarrollos nacionales se enrumben realmente hacia el desarrollo sostenible; obviamente, esto emparejado con el cumplimiento de los Objetivos del Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.
De lo que se puede destacar de los acuerdos obtenidos son tres básicamente dignos de mencionar: el primero apunta al compromiso para el 2020 de que los países redoblen esfuerzos en su ambición y que realmente presenten a la Secretaría de la Convención de Cambio Climático compromisos que efectivamente respondan al acuerdo de París.
Un segundo acuerdo importante fue el reconocimiento del papel que debe jugar la ciencia sobre todo en materia de las próximas decisiones a tomar, ya que nos encontramos en un punto casi de no retorno y por lo tanto, la ciencia debe guiarnos a horizontes con menos incertidumbre, es decir, más seguros.
Y, un tercer acuerdo, que me parece a mí muy importante, se relaciona al reconocimiento que se hizo, por primera vez, del papel que juegan los océanos y del uso del suelo en la lucha contra el acelerado cambio climático.
Este último me parece que es de vital importancia ya que los últimos estudios científicos han demostrado de que el 30 por ciento de la solución climática proviene de la implementación de medidas basadas en la naturaleza, de tal forma que esto nos obliga a considerar más en serio como estamos empleando el recurso suelo y sobre todo la necesidad de recurrir más a la planificación territorial.
Este panorama es uno que hace que efectivamente el año 2020 sea un año donde depositemos mucha esperanza en el sentido de que los países realmente respondan, de una forma asertiva, a lo que la comunidad científica nos está diciendo.
Declaración vital
Recientemente, en noviembre pasado, 11.000 científicos de 153 países hicieron una declaración que no puede dejarse pasar por alto ya que señalan claramente, de forma inequívoca, que el planeta Tierra se enfrenta a una emergencia climática.
Esto es realmente alarmante debido a que la ciencia apunta a que efectivamente debemos de iniciar, de forma rápida y ambiciosa, cambios sustanciales con respecto al sector de energía, reduciendo el uso de combustibles fósiles, de parar la exploración y explotación de más yacimientos de petróleo, carbón y gas natural y de emprender, de forma definitiva, la vía del uso de fuentes no contaminantes que sustituyan los combustibles fósiles.
Tenemos que reconocer también, y así lo reconoció efectivamente la COP 25, que es la misma naturaleza y su resiliencia intrínseca una fuente con gran potencial para combatir la aceleración del cambio del clima.
Los científicos nos llaman la atención también sobre la necesidad de hacer un cambio sustantivo con respecto a lo que consumimos como alimentos, y yo agregaría que no solamente con lo que consumimos como alimento, ya que estamos prácticamente desperdiciando un 30 por ciento de la producción alimenticia, sino hacer un cambio efectivo en nuestros propios patrones de consumo.
Es aquí donde las personas, individualmente, debemos realmente de aportar a esta lucha sin cuartel. No podemos seguir haciendo las cosas como las hemos venido haciendo, tenemos que reciclar, usar más la movilidad amigable con el ambiente, buscar como optimizamos el uso de los automóviles en el sentido de que no solamente movilice una persona sino a cinco al menos, en fin, tenemos que buscar formas de poder hacer que efectivamente nuestras contribuciones individuales al efecto invernadero disminuyan al máximo.
Otro componente importante, también señalado por los científicos, tiene que ver por supuesto con la economía porque no solamente la economía de un país debe medirse por el Producto Interno Bruto sino que debe medirse también por las oportunidades y la felicidad de la gente, para ello se deben adoptar nuevos parámetros en línea con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, y por supuesto, no se podría dejar de lado a la población como un factor importante, ya que, aunque parezca mentira, cada día agregamos 200.000 personas más a este planeta y a este ritmo va a ser muy difícil realmente poderle hacer frente a estas tareas ya mencionadas.
El panorama recién dibujado me lleva a concluir de que efectivamente los países sí deben de hacer su tarea según el Acuerdo de París, que debe haber más compromiso por aquellos países que efectivamente son los grandes emisores del mundo, me refiero a Estados Unidos, China, India y en América Latina Brasil y México (cuales están entre los 15 países más contaminantes del mundo), que tenemos que emprender más trabajo colectivo en el ámbito regional y promover más el multilateralismo, pero sobre todo, nos queda la tarea impostergable de convertirnos, nosotros mismos, en agentes efectivos de cambio positivo para el futuro del planeta.