Desde hace ya varios años, y siendo ministro de Ambiente y Energía, decidí alinearme con el movimiento que impulsa un desarrollo limpio y sostenible para las naciones del mundo, y en consecuencia abogar por el desuso de los combustibles fósiles para la generación eléctrica y el transporte debido al daño que su combustión, extracción y comercialización provocan en los seres humanos, en el agua, en los ecosistemas y en la salud del planeta.
Los combustibles fósiles son fuentes de energía producidas a partir de materia orgánica que se ha fosilizado durante millones de años.
Estos materiales orgánicos se asentaron bajo tierra, se mezclaron con arena, barro y rocas y se convirtieron en rocas sedimentarias produciendo gas natural, carbón o petróleo crudo después de ser expuestas a la presión y el calor de la corteza terrestre.
De los tres, el petróleo es el que más se ha utilizado para satisfacer las crecientes demandas energéticas de la población mundial. Sin embargo, debido a que tardan tanto en formarse, se consideran recursos no renovables.
Se extraen por medio de dos procesos: minería y perforación. La minería es el proceso utilizado para acceder al carbón, mientras que la perforación se utiliza para extraer petróleo y gas natural de las profundidades de la corteza de la Tierra.
Desde la década de 1900, la demanda mundial de los recursos fósiles se ha duplicado casi cada 20 años para generar un sinnúmero de usos, tales como combustible para los motores de combustión (vehículos de tierra, aire y mar); para producir calor en centrales térmicas (carbón); para convertir el agua en vapor que hace girar las turbinas que se utilizan para la generación de electricidad; en los hogares, restaurantes y hospitales para calefacción y cocción de alimentos; en la industria (petroquímica) que utiliza el petróleo y sus derivados para producir vaselina, fluido hidráulico, aceites de motor, fabricación de productos de poliéster y plástico, en la fabricación de materiales médicos, en fin, hay más de 6.000 artículos que provienen del petróleo.
Gracias a estos usos, a los combustibles fósiles se le han reconocido ciertas características como fuentes de energía supereficientes: son fácilmente disponibles; sus subproductos (como el plástico) han sido muy útiles para la sociedad moderna; han impulsado una industria muy importante en el mundo (la petroquímica); son fáciles de transportar, y generan miles de empleos.
Por todo eso se reconoce que las economías de nuestros países, hoy día, giran alrededor del petróleo.
Pero así como se les reconocen ventajas, también se han señalado grandes desventajas. Una de las mayores desventajas es la degradación ambiental que genera el proceso de exploración, extracción, transporte y uso de estos combustibles, lo que ha llevado a un alto costo de cientos de miles de vidas cada año.
La contaminación del aire que se produce después de quemarlos tiene un costo sanitario de más de US$100.000 millones al año, según lo estimado por la Union of Concerned Scientists y provoca muertes prematuras de al menos siete millones de muertes de niños al año (según la OMS) por ataques de asma y enfermedades pulmonares.
Asimismo, los procesos de prospección (búsqueda de los yacimientos de hidrocarburos) extracción y transporte de estos combustibles encierran un riesgo de fugas o derrames en la tierra o en el mar. Estas fugas y derrames son fuente de contaminación, que se mantiene en el suelo y el agua durante muchos años.
Podemos recordar desastres ecológicos con un altísimo precio de reposición. Por ejemplo, el derrame de petróleo de Horizon que se produjo en el Golfo de México (2004) liberó 4,9 millones de barriles de petróleo y causó la muerte de millones de aves, peces y mamíferos dejando un impacto en la región por décadas.
Estos derrames y fugas no solo dañan la biodiversidad, sino también nuestra salud al contaminar las aguas superficiales y de subsuelo.
La combustión de combustibles fósiles libera dióxido de carbono (CO2 ) y otros gases de efecto invernadero (GEI) principal causa del cambio climático y del calentamiento del planeta Tierra (según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de las Naciones Unidas).
El calentamiento global está asociado al creciente nivel del mar, a los patrones climáticos extremos y a las lluvias ácidas, que son muy peligrosas para todos los seres vivos y para la producción de alimentos.
El calentamiento global no solo afecta nuestro medio ambiente, también afecta directamente nuestra seguridad alimentaria, nuestras fuentes de agua potable y nuestra salud.
Las centrales eléctricas requieren muchas reservas de carbón, cada vez más escaso y caro, ya que este debe transportarse desde lugares remotos donde se mina hasta donde se quema.
Su industrialización requiere de altísimos niveles de uso del agua siendo este un recurso cada vez mas escaso. Por ejemplo, una investigación realizada en los Estados Unidos revela que las centrales eléctricas de combustibles fósiles consumen más de cuatro veces el consumo de agua de todos los hogares en los Estados Unidos.
Como el petróleo se extrae impuro hay que refinarlo para producir las distintas presentaciones, generando así productos nocivos de desecho, por ejemplo, altas concentraciones de azufre, cuya eliminación es muy costosa, pudiéndose filtrar en el ecosistema natural resultando en consecuencias catastróficas.
Con esto se podría concluir entonces que, a pesar de sus numerosos usos y de los beneficios que le han generado al desarrollo económico de nuestros países, se debe reconocer que la combustión de los combustibles fósiles, en nuestros tiempos, dañan el planeta de forma significativa.
Además, ya es aceptado por la comunidad internacional que la combustión del petróleo, y sus derivados, es el causante principal del cambio climático, del aumento del nivel del mar, y de eventos climáticos e hidrometereológicos extremos. Según la Agencia Internacional de Energía, la quema de combustibles fósiles es responsable del 75% de los GEI.
Un reporte de la Naciones Unidas ha señalado que para limitar el aumento promedio del calentamiento de la Tierra a 1,5 ⁰C con respecto a los niveles preindustriales (nivel recomendado por la comunidad científica para evitar daños más severos), la humanidad tiene que disminuir los niveles de GEI a la mitad de los niveles actuales para el año 2030.
Costa Rica ha sido importador neto de combustibles fósiles desde que estos se comercializan en el mundo, lo cual le ha permitido disfrutar de todos los beneficios apuntados anteriormente.
Gracias a la visión de los fundadores de la Segunda República, nuestro país es hoy uno de los pocos en el mundo con una matriz eléctrica prácticamente renovable.
El modelo de desarrollo que ha gozado del apoyo de nuestra población ha sido el desarrollo verde, la industria sin chimeneas (el turismo), y la industria que le apuesta a la inteligencia y al conocimiento tecnológico.
Hemos sido exitosos y se nos ve como ejemplo a seguir en el mundo. Sin embargo, ahora hay un grupo que desearía que en nuestro suelo se permitiera la exploración y explotación del petróleo.
La pregunta que uno se hace es ¿para qué?, si el país ya le apostó a una ruta limpia, responsable con el ambiente y solidaria socialmente, aunque con mejoras pendientes.
Para qué, si sabemos que las reservas en el mundo están al tope; que la tendencia mundial es la electrificación del transporte, a nivel de tierra, agua y aire; que el precio del barril de petróleo se ha depreciado y se mantendrá así por años según los expertos.
¿Cuál es realmente el motivo para impulsar las actividades de exploración y explotación petrolera en un país de reconocimiento verde a nivel mundial, si esta es una industria decadente que genera productos que entrarán en desuso poco a poco, sobre todo para la generación eléctrica y el transporte?, y principalmente, en un país como Costa Rica, el cual decidió la ruta de la movilidad eléctrica aprovechando la ventaja competitiva de tener una generación eléctrica totalmente renovable abriendo así posibilidades enormes para otras fuentes alternativas como la producción de hidrógeno verde.
¿Por qué será que estos señores quieren que se haga en el país una inversión millonaria, con un alto impacto ambiental, para generar productos baratos en los mercados internacionales?
Pero entonces ¿cuál sería el negocio? Motivar una “inversión”; (que el país no puede y por lo tanto necesitaría endeudarse con recursos externos) para extraer petróleo o gas cuando estos tienen precios bajísimos en el mercado internacional.
¿Para quién sería entonces ese negocio?
Seguiremos usando combustibles fósiles por algunas décadas más, ya que la transición así lo demanda, pero la tecnología de transporte basada en estos combustibles va de salida.
Estos productos quedarán quizás para el uso de las farmacéuticas y ciertas industrias, sin embargo, la decisión tomada, a nivel mundial, es que los combustibles usados para el transporte y la generación eléctrica serán otros.
¿Cuál sería entonces el beneficio para el país, sobre todo sabiendo que se toma entre 10 a 20 años para extraer la primera gota de petróleo o el primer gas natural si lo hubiera? ¿Cuál sería el beneficio de promover una actividad cuyos productos serán prácticamente obsoletos cuando salgan? ¿Cómo asimilaríamos esa industria con el paradigma del desarrollo sostenible?
Costa Rica ha sido sabia sacándole provecho a la industria turística y a la industria que demanda alto nivel de conocimientos en los recursos humanos. También ha sido muy exitosa creando una imagen limpia y segura en el extranjero.
¿Para qué entonces queremos llenarla de humo si todavía nos queda mucho por desarrollar en esa y otras direcciones limpias habiendo apostado por la descarbonización de la economía?
Por lo tanto, es imprescindible considerar el uso de fuentes alternativas de energía, las cuales puedan ser usadas de forma sostenible sin dañar el entorno natural que nos rodea.
Como humanidad hemos utilizado los combustibles fósiles por más de siglo y medio y nos hemos acostumbrado a él, pero las desventajas señaladas en la actualidad de su uso deben llevarnos y motivarnos a alinearnos al uso de energías renovables.
Para el bien de nuestro país, debemos ver hacia el futuro con una mirada optimista y con inteligencia.
Por ello, debemos seguir trabajando por el desarrollo sostenible y limpio de Costa Rica y, en consecuencia, convertir las moratorios que hemos venido firmando a la exploración y explotación de petróleo y gas en nuestro territorio a una prohibición por ley como demanda la responsabilidad intergeneracional.