Parece insólito que en pleno siglo XXI estemos viviendo nuevamente escenarios bélicos, que nos parecían tan lejanos. Me atrevería a decir que muy pero muy poca gente se hubiera imaginado hace una semana atrás que el mundo sería nuevamente testigo de una invasión.
Sin importar cuál sea nuestra ideología política, invadir nunca trae cosas positivas. Lo hemos visto en el Medio Oriente, ¿entonces por qué insistir en imponer violentamente la voluntad de una persona?
He leído distintos argumentos a favor de lo que está ocurriendo, y lamentablemente tengo que decir que ninguno tiene lógica. Bueno, en realidad sí existe una razón de peso para todo esto: el ego desmedido de una persona que no sabe llevar con responsabilidad las riendas de su cargo.
El mundo ya está hastiado de liderazgos negativos, de influencias provenientes de egos atrofiados por la ira y el odio.
Hoy tristemente tenemos que darles la razón a aquellas personas que, tras haber sobrevivido la crueldad de la guerra hace más de 80 años, están viviendo el retorno de un fantasma de dolor y muerte que les ha perseguido durante décadas.
Como si en este mundo ya no hubiesen desplazados por guerras, por hambre, por miseria, se nos suma otro pueblo que huye despavorido porque ya no se siente seguro.
Si lo que tenemos al frente de nosotros es solo destrucción, maldad, odio, sangre; entonces llegó el momento de mirar más hacia dentro y hacer un verdadero examen de paz interior.
Ahora más que nunca debemos trabajar en nosotros, en sembrar valores, en crear conciencia. Solo de esta manera podremos dejar de reproducir esta imagen de líder autoritario, que no busca sembrar paz, sino el caos, que no escucha a nadie, salvo a su propio ego enguerrillado.
Aprendamos a trabajar en nuestra historia de vida, en sanar nuestras propias heridas. El mundo ya ha sido pisoteado por personas que solo han dejado huellas de dolor. Viremos nuestra vista hacia nuestro interior, y dejemos de buscar afuera respuestas vacías.
Sabrás que un líder se ha trabajado lo suficiente cuando sus huellas y las memorias que deja solo son campos de bondad y bienestar en pro de la humanidad.
Dejemos de copiar modelos arcaicos de liderazgo, que lejos de traer cambios, pretenden imponer una visión fatídica del mundo, porque eso es lo que llevan en su corazón: el horror y la violencia.
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