¿Qué hay más desigual que un adulto robándole el sustento a un niño? ¿Abuelos que contaminan el aire que sus nietas necesitan para respirar, conociendo que no podrán hacer nada para revertirlo? La más paradójica desigualdad: el padre rico que empobrece a sus descendientes solo para mantener su confort de hoy.
La crisis climática surge del desigual aprovechamiento de los recursos naturales entre unos países y otros, disparidades entre modelos de producción y consumo, y también, cómo no, entre unas generaciones y otras y dentro de una misma generación. Hablemos hoy de esto último.
La generación de los “baby boomers”, a la cual también yo pertenezco, y que corresponde a quienes nacimos antes de 1965, en momentos de un acelerado crecimiento económico global, somos quienes más hemos contribuido al problema.
Hoy se conoce que lograr ese impresionante crecimiento económico implicó emitir cantidades de gases de efecto invernadero nunca vistas en el planeta. Se pasó de 300 partículas por millón (ppm) de CO2 en la atmósfera en 1950 a 407 ppm en 2018. Los impactos de la crisis climática derivada de estas emisiones se conocen desde ya, pero la comunidad científica internacional considera que lo que vemos hoy es apenas un pálido reflejo de lo que ocurrirá si sobrepasamos la fatídica cifra de 450 ppm: algo así como el fin de los tiempos. Al ritmo que vamos, parece irrevocable llegar esa cifra en el año 2030.
Dicho de otra forma, la generación de los “baby boomers” se ha enriquecido a costa del bienestar de vida de las generaciones que llegaron después —millennials y centennials— y que miran hoy con desasosiego su presente y futuro. Es decir, hablo de la expectativa de vida de las niñas y niños que entran hoy a la escuela y la secundaria, e incluso la de mis hijas que inician su vida profesional.
La crisis climática también genera un ciclo vicioso de desigualdad dentro de una misma generación. Las inequidades existentes en los países causan que los grupos más desfavorecidos sufran de manera desproporcionada los efectos de esta crisis, resultando en aún mayor inequidad. Ya se ha declarado irreversible el aumento del nivel del mar. Esto quiere decir que comunidades de las costas costarricenses con los índices de desarrollo humano más bajo y de pobreza multidimensional más altos, tendrán que enfrentar costos más elevados por el desplazamiento, adaptación, pérdidas y daños, lo cual aumenta aún más la desigualdad.
Este (Costa Rica) es un país que ha sabido estar a la altura de sus circunstancias —el legado de una democracia luego de una guerra en 1948, por ejemplo, es algo que genera gratitud y orgullo respecto a nuestros ancestros. La lucha contra la desigualdad que existe entre generaciones y entre una misma generación pasa por ser firmes contra los retrocesos ambientales, la economía carbonizada, el exceso de agroquímicos y la deforestación, y abona para que esta generación muestre estar a la altura del reto de la crisis climática.
Ahora me viene a la mente algo que una vez escuché: “viajemos 30 años en el tiempo e imaginemos que estamos en el año 2050 rodeados de nuestras hijas, nietos y bisnietas disfrutando de un amable atardecer en un bosque donde se escucha el rumor de un arroyo y el canto de las aves y se contempla el esplendor del paisaje, y de pronto la más pequeña de las bisnietas nos dice abuela, abuelo, qué hiciste en tu época, en el año 2019, para que ahora nosotros podamos disfrutar este momento de esplendor?”.
Nuevamente, de nosotros depende estar a la altura de las circunstancias y que nuestro legado sea recordado gratamente.