En la mitología griega, Sísifo, rey de Éfira, fue condenado por sus faltas a cargar una pesada piedra montaña arriba, pero antes de alcanzar la cima, la roca siempre rodaba ladera abajo, iniciando así un ciclo extenuante e interminable.
De forma análoga, en la ideario popular existe la llamada “cuesta de enero”, que en su esencia se utiliza para definir un mes caracterizado por fuertes aumentos de precios (en efecto, el índice de precios al consumidor suele tener variaciones mayores en enero), aunque se relaciona también como el vía crucis personal de iniciar el año con poca plata y muchas cuentas por pagar.
Claro está, no todos sienten la cuesta de enero con la misma intensidad, y cuando he podido conversar del tema con personas en quienes admiro el manejo ordenado de sus finanzas, en todas ellas identifico una fuerte disciplina para poner en marcha planes y correcciones que permiten romper la estacionalidad de esta temporada y lograr ahorros en su presupuesto.
Alguien me contó en una ocasión que en su familia se alcanzó un acuerdo para hacer las compras de Navidad en enero, pues en ese mes algunos artículos como ropa y juguetes se podían conseguir con mejores precios que en cualquier otro momento del año. La práctica puede parecer excesiva, me confesó esa persona, pero el ahorro es innegable.
En otros casos se pueden aprovechar descuentos por pago anticipado, esto es posible en las cuotas de colegios profesionales, en las mensualidades de centros educativos y en los impuestos municipales. Los ahorro pueden ser desde 5% a 10% si uno logra organizar el plan de ingresos y gastos para afrontar un único pago fuerte al año.
Recuerdo a la amiga que comenzó a aprovechar sus salidas del país, y alguna otra liquidación para completar parte de la lista de regalos navideños. De esta manera, con tiempo y “buen ojo” venció el mal hábito de hacer compras de último minuto, pues es cuando uno paga más y a veces tiene que llevarse lo primero que encuentre.
También es posible modificar la fecha de vencimiento de algunos pagos. Esto ocurre con los seguros, por ejemplo, donde se puede negociar con el agente para distribuir el pago de pólizas voluntarias (salud, vida, daños a la vivienda o al vehículo) en distintos momentos del año, y no todas en diciembre o enero.
¿Pone en práctica (o conoce) alguna otra recomendación para romper el ciclo de la cuesta de enero? Dudo que, como Sísifo, estemos condenados a recorrer el mismo camino y a cargar la misma piedra.