Ella llegó a Costa Rica por un semestre para hacer la práctica profesional del bachillerato de Enseñanza del Español como segunda lengua; él la conoció en la iglesia a la que asistía.
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De inmediato se fijó en esta estadounidense, al punto que no pudo contener el deseo de entablar una relación. Ella debía escoger un país de Latinoamérica como requisito para su graduación, y optó por Costa Rica.
Cuando faltaban dos meses para que ella regresara a su país, el costarricense Seth Enoc Acuña invitó a Kristine a Puntarenas, junto a su familia, y aprovechó para pedirle que fuera su novia.
La respuesta lo dejó en una gran zozobra. “Me pidió un mes de tiempo”, recordó Seth Enoc, quien ahora tiene 51 años y es oriundo de El Porvenir de Desamparados, San José.
De pronto, este tico contó con un aliado inimaginable. El centro educativo donde Kristine realizaba la práctica le ofreció un contrato, que alargó su estancia en el país por tres años. Para él fue una noticia extraordinaria, pues no la vería partir, al menos tan pronto.
Así empezaron el noviazgo, relación que se extendió durante dos años y que los enamoró tanto que estuvieron de acuerdo en jurar amor eterno al casarse el 15 de junio del 2002, en Kansas City, Estados Unidos.
“La llevé a un restaurante (en Aserrí), pero me puse de acuerdo con el mesero para que cuando ella pidiera el postre, le trajeran un platillo de plata con una tapa. Cuando la levantó, toda extrañada, ahí estaba el anillo. Le pregunté si quería casarse conmigo y me dijo que sí; los meseros aplaudieron y uno me dijo que tuve suerte en sentarme en esa mesa, porque en la otra fue rechazado un pretendiente”, comentó Seth Enoc.
En aquel momento su inglés no era bueno, pese a eso hizo un gran esfuerzo y a como pudo, por teléfono pidió la mano de Kristine a sus padres. “Mi esposa traducía en la otra línea, nosotros desde Costa Rica y los padres en Dakota del Norte”, recuerda.
Ellos lo conocían, pues este tico se preocupó por visitar a toda la familia de Kristine cuando eran novios.
“Sus padres viven en Dakota del Norte, una hermana y su familia en Minnesota y la otra en Kansas. Un hermano está en Iowa, así que fue bastante la manejada, pero valió la pena porque quería que me conocieran por respeto y a ellos les gustó el gesto”.
Una vez casados, partieron a Estados Unidos, a Kansas City. Inicialmente era por un tiempo, pero aún siguen allá, ahora en compañía de su hija Mikaela Anita Acuña, quien en abril cumple cuatro años.
“Luego de vivir un año de casados en Costa Rica, decidimos ir a estudiar a Kansas, yo masaje deportivo, luego más tarde saqué un certificado en masaje médico clínico. Mi esposa sacó una maestría”.
“La idea al principio era terminar los estudios y regresar a Costa Rica, algo que no sucedió porque cuando nos graduamos mi esposa tenía trabajo en una escuela secundaria y yo en una clínica quiropráctica”, relata.
Este compatriota tenía ocho años de trabajar como terapeuta cuando asumió el reto de hacerlo por su cuenta, así que abrió una clínica, el 14 de julio del 2014, llamada Acuña Healing Touch LLC.
Para Seth Enoc, esta ha sido la mejor decisión de su vida. Su esposa tiene 40 años y asegura que disfruta todos los instantes junto a ella y su hija. Aprovechan cada minuto libre para hacer diferentes actividades al aire libre, aunque sea deslizarse sobre la nieve. También suelen ir a un acuario.
“Vamos al zoológico, parques nacionales, zona de juegos para niños, la piscina, caminar por senderos o disfrutar de juegos de mesa. También vamos a museos, lagos o nuestra iglesia”, añade.
Por cierto, este matrimonio hace un gran esfuerzo para que Mikaela también hable español, pese a vivir en una región en que la mayoría son estadounidenses.
“Ella habla ambos idiomas. Cuando estamos en la casa solo le hablamos en español, hemos sido muy enfáticos en que sea bilingüe. No es fácil porque al vivir en una zona donde hay muy pocos latinos, ella tiende a hablar más en inglés, pero no bajamos la guardia”, resaltó.
Mikaela también tiene la nacionalidad costarricense. Cuando cumplió un año sus padres la trajeron para que la familia la conociera y, de paso, hacer todo los trámites para inscribirla ante el Registro Civil.
,¿A qué tuvo que adaptarse al vivir allá?
“A su cultura e idioma, a estar lejos de ambas familias, ya que viven lejos de donde estamos, a planificar a corto y largo plazo, a conducir alta velocidad en las pistas, a unos 120 kilómetros por hora, al invierno, saber cómo manejar cuando hay hielo o nieve, algo que odio hacer; también al frío. Disfrutar de las cuatro estaciones (primavera, verano, otoño e invierno)”, concluyó.
En cuanto a su esposa, ella está enamorada de Monteverde y las playas ticas. Le encanta la variedad de la naturaleza así como el calor de la gente. “También los tamales de mi mamá”, cuenta Seth Enoc.
“Cuando vamos a Costa Rica intentamos quedarnos por un mes y alquilo una casa”.
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Cuarta historia de la serie Amor sin fronteras, de ticos a quienes el amor llevó a convivir con una persona de otra nacionalidad.