Cuando Milena Chen-Apuy Murillo llegó a Riad, capital de Arabia Saudí, en 2014, las mujeres no podían conducir ni ir al estadio. Debían andar completamente cubiertas y para disfrutar de una película en el cine, tenían que viajar al vecino Bahréin.
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No obstante, todo cambió y el país vive una apertura impulsada por el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, que regresa la nación al islam moderado.
Esta puntarenense, de 31 años, vive en Riad porque se casó con un saudí, a quien conoció en Virginia, Estados Unidos, llamado Fawaz A. Alotaiby. El matrimonio se celebró en enero del 2014 en Costa Rica, y unas semanas después emprendieron un viaje impulsado por el amor.
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“El 2018 es un año superemocionante para la sociedad saudí, especialmente para las mujeres, y me siento privilegiada de ser testigo de estos grandes cambios”, dice con emoción Milena, quien trabaja como profesora de inglés de preescolar en Riad.
En junio de este año las mujeres podrán manejar otra vez. En marzo reabrirán los cines, luego de una prohibición de 35 años. “Traerán los mejores y más nuevos que existen”, comentó.
“Finalmente las mujeres podrán asistir a eventos deportivos, como partidos de fútbol (a partir del sábado 13 de enero). Van a dar visas para turistas, lo cual es una muy buena noticia, porque antes alguien no podía decir que iba de vacaciones a Arabia Saudí, solo podía venir si un ciudadano saudí te invitaba, si obtenía una visa de trabajo o si es musulmán e iba a La Meca”, aseveró Milena.
Estas decisiones, consideradas inapropiadas por el sector más conservador de ese país de Oriente Medio, redujo el poder a la llamada Policía Religiosa, que sigilosamente vigilaba que se cumplieran las severas normas de convivencia.
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Milena dice que no todos los cambios son buenos; por ejemplo, este año se incrementó en un 5% el precio de la gasolina y la electricidad, y apareció el impuesto a la ropa y comida, lo que es nuevo para los habitantes de esa nación.
¿Cómo es vivir en Arabia Saudita?
“Vivir aquí no es para cualquiera, no es un país fácil de acoplarse, ya que hay muchas reglas sociales, especialmente para las mujeres, que tenemos un código de vestimenta, que es la abaya, el batón negro o de color, largo y no pegado al cuerpo. Tenemos que usarla para ir a cualquier sitio público, como el supermercado o mall. Debajo de la abaya puedes ponerte cualquier ropa normal y dependiendo para dónde vas, cuando llegas puedes quitártela”, indicó.
Milena ha sido testigo de los vertiginosos cambios en la sociedad saudí.
“En el 2014 era más frecuente observar mujeres totalmente cubiertas, que no se les veía absolutamente nada; en las tiendas de ropa no había probadores, entonces había que comprar al cálculo, luego probárselo en el baño del mall o en la casa y ahí sabías si le quedaba bien o había que cambiarlo”.
Durante cinco veces al día se reza y todo cierra en ese momento. Los hombres y mujeres no pueden darse muestras de afecto en público, los restaurantes están divididos en dos, una parte de solteros (solo hombres) y otra de familias, a la que pueden ingresar los hombres con sus familias o las mujeres solas.
“Hace un par de años, en la parte de las familias, había muchas divisiones para que una mesa no viera a la otra y mantener así la privacidad de sus mujeres. Ahora casi no se ven e incluso hay muchos restaurantes que ya no dan esa opción de privacidad”, contó Milena.
A los 21 años Milena partió a Estados Unidos, pero tomar la decisión de irse a Arabia no fue sencilla, reconoce. Los temores afloraron, pero ahora sabe que fueron sin fundamento.
“Me dio miedo por la mala fama que tiene el país y los hombres de esta cultura, pero escogí el amor sobre el miedo y ha sido la mejor decisión de mi vida. Cuando le decía a la gente que me iba a venir a vivir aquí, se despedían de mí como si nunca más me iban a volver a ver, pero a los seis meses estaba de vuelta en Costa Rica de vacaciones, viendo el Mundial de Brasil 2014 con mi familia y amigos”.
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“Si uno se pone a escuchar todas las cosas que le dicen, no serviría de nada. Cada persona es diferente y cada situación también, entonces no podía quedarme con el miedo y la duda de pensar siempre qué habría pasado si me hubiera ido al otro lado del mundo. Así que me olvidé de los miedos y los prejuicios y decidí experimentar por mí misma”.
Intenta acostumbrarse a las restricciones, aunque con algunas no se siente cómoda.
“En el país existen varias reglas de comportamiento: no se deben dar muestras de afecto en público, como besos y abrazos en parejas, pero mi esposo y yo caminamos sujetados de la mano. El alcohol y el cerdo están totalmente prohibidos, pero sobre el cerdo, lo dejé de comer hace 10 años. Si te dan algo de comer o beber, debes tomarlo con la mano derecha”.
“Para saludarse entre hombres se dan besos en las mejillas y entre mujeres también, pero no solo uno, sino que generalmente son como de tres a cinco besos en la misma mejilla”.
Llegó un domingo a Riad y el miércoles siguiente estaba en el salón de clases. El empleo lo buscó desde Costa Rica y dos entrevistas por Skype fueron suficientes para que la contrataran.
Califica dicho trabajo como una experiencia increíble.
“A la escuela asisten muchos niños de la familia real saudí e hijos de altos empresarios del país, entonces al inicio para mí fue un poco intimidante, pero poco a poco fui aprendiendo a lidiar con todo lo nuevo y desde entonces ha sido una experiencia supergratificante y enriquecedora”, aseveró.
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El calor que sentía en su natal Puntarenas no tiene punto de comparación con el de Arabia Saudí. Dice que el verano es extremadamente caliente, pues la temperatura alcanza los 50 grados Celsius, por lo que las personas prácticamente no salen durante el día y las escuelas permanecen cerradas.
En invierno, que es en estos meses, el termómetro oscila entre los ocho y 20 grados. “Es el clima perfecto para mí, es demasiado rico y las mañanas son frías”.
Algo que disfruta es la comida. Dice que el platillo principal es el kabsa, que es un arroz arreglado con especias árabes, acompañado por pollo o cordero, aunque es esta última carne la que más se consume; ella la considera deliciosa.
“Soy muy abierta para probar comidas nuevas, lo único que no como es camello; una vez me dieron para probarlo y hasta ahí”, confesó.
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Milena ya conoció varios países del Golfo Pérsico, como Emiratos Árabes Unidos, Catar, Bahréin y Kuwait. “Muchos los pasé por tierra, entonces para ellos fue muy interesante ver a una tica con un hombre saudí cruzando la frontera en auto”.
¿Qué extraña más de Costa Rica?
“A mi mamá, es lo que más extraño. A toda mi familia en general, es muy duro no estar con ellos en ocasiones especiales, más cuando se tiene una familia tan especial como la mía. También extraño mucho la comida y a mis amigas”.
Para mitigar esa sensación, Milena intenta venir al país una vez al año, aunque en el 2017 realizó dos visitas, facilitadas porque las vacaciones escolares en Arabia fueron largas.
En marzo del 2016, fue su mamá y hermano quienes la visitaron. “Fue una experiencia muy linda tenerlos acá”.
Una curiosidad es que Fawaz ha aprendido hablar más en español que Milena en árabe, desde que viven en Riad. Para ella nunca ha sido imposible la comunicación porque todos hablan inglés; en cambio, como se reúnen con amigos latinos, él no tiene más remedio que hacer un gran esfuerzo para no quedarse fuera de la conversación.
Aunque aún no está en planes, esta pareja no descarta regresar a Costa Rica. “Nos gustaría tener una casa allá, porque ¿quién no quisiera vivir en el país más lindo del mundo?”, dijo.
Esta historia tendrá una segunda parte el jueves 1.° de febrero.
Datos de Arabia Saudí
Capital: Riad
Población: 32,2 millones de habitantes (6,4 veces más que Costa Rica).
Extensión territorial: 2,1 millones de km cuadrados (42 veces más grande que Costa Rica).
Idioma: Árabe
Moneda: Riyal saudí (1 equivale a ¢152).
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Los datos anteriores corresponden a los costarricenses que reportaron a la Cancillería vivir en otra nación. No necesariamente todos los que migraron están incluidos, porque el proceso es voluntario y en algunas naciones no existen consulados de Costa Rica. Los datos de Puerto Rico corresponden a antes del paso de los huracanes Irma y María, por lo que ahora la cifra puede ser menor.
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Esta es la decimoquinta historia sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.