Posiblemente los oficiales de Migración de Kósovo no están muy acostumbrados a ver un pasaporte costarricense y podrían tardar unos minutos en verificar que no necesitamos visa para ingresar a esa nación.
Sin embargo, eso no quita la gratitud con que reciben a los ciudadanos de Costa Rica en ese país que fue parte de Yugoslavia y que el 17 de febrero del 2008 declaró su independencia de Serbia.
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Una de las razones es política: nuestro país fue el primero del mundo en reconocer la soberanía de esa pequeña nación de apenas 10.908 kilómetros cuadrados (cinco veces más pequeña que la nuestra). De hecho, aún hoy existen unos 36 países que no reconocen la independencia de Kósovo.
Otro motivo es la cordialidad propia de los kosovares, de la cual es testigo a diario el compatriota Alexánder Chavarría Bianchini, de 46 años, quien desde hace siete años se instaló en Pristina, la capital.
¿Qué le dicen las personas de allá al enterarse de que es costarricense?
“Lo primero que hace una gran mayoría de kosovares es celebrar el nombre de Costa Rica e inmediatamente me agradecen por haber sido el primer país en reconocer a la República de Kósovo el mismo día de su declaración de independencia”.
“Mucha gente nos reconoce y admira como un país en donde no existe ejército y exhortan la decisión de Costa Rica de invertir ese dinero en la educación, algo que para ellos es sumamente importante. Otros se cuestionan por qué estoy en su país, cuando puedo estar en el mío, al que ellos reconocen como tan lindo y exótico”, aseguró Alexánder.
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Este coterráneo trabaja para una organización estadounidense llamada National Democratic Institute for International Affairs (NDI). En Kósovo, es el director residente, responsable de la ejecución de los proyectos.
Explica de NDI es sin fines de lucro y no tiene afiliación partidista, la cual apoya desde hace tres décadas a instituciones y prácticas democráticas, en trabajos realizados en más de 130 países, para apoyar el fortalecimiento de sistemas democráticos como elecciones, partidos políticos, parlamentos, género y participación ciudadana, entre otros.
Residir en Kósovo fue la gran oportunidad de volver a estar con su esposa e hijos, pues antes trabajó en Liberia, empobrecida nación africana en la que estuvo durante cuatro años solo.
“La experiencia de vivir en Liberia, en África Occidental, fue muy enriquecedora profesionalmente, pero muy difícil familiarmente, porque mi esposa e hijos no podían estar conmigo por razones de salubridad, ya que es muy riesgoso tener a niños pequeños y mujeres embarazadas expuestas a enfermedades como la malaria, fiebre amarilla, meningitis y cólera, entre otras”, recordó.
Su esposa se llama Mayra Álvarez y es de nacionalidad estadounidense, mientras que sus hijos son Giovanni Paolo (15), Marco André (10) e Ian Emilio (7); ellos tienen doble nacionalidad, incluyendo la tica.
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Alexánder hace un alto para traer aquellos pensamientos que emergieron cuando tuvo contacto con su nueva casa, en momentos en que apenas se celebraban tres años de la independencia.
Con alegría dice la calidez humana, la energía, la esperanza y el optimismo de los habitantes de Kósovo lo dejaron impresionado. Los casi dos millones de habitantes de esa pequeña república se esmeran por construir un nuevo país y, poco a poco, su idiosincrasia.
Una y otra vez, este tico enumera las bondades de esa población.
“Su gente, como tal, es lo que siempre me ha impresionado más, su calor humano, su sensibilidad para con los niños y adultos mayores. Lo importante para ellos es el valor y amor familiar. Tienen una gran voluntad por ayudar, aunque no hables el mismo idioma. Sin pedir el favor, a mi esposa siempre le ayudaban con el coche a cruzar la calle cuando andaba sola con los tres niños, pues en ese momento no teníamos vehículo”, resalta.
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Como una gran invitación a visitar ese país, con la seguridad de recibir un buen trato de parte de la población, Alexánder no escatima elogios para los kosovares. En muchas de las preguntas, su respuesta siempre conduce a una conclusión: la calidez de la gente.
Dice que abren las puertas de sus hogares, lo reciben con un cafecito turco, rakia (licor de la región de los Balcanes) o té. En cualquier casa, una familia de ese estado lo adopta como uno más.
De hecho, la familia del tico rápidamente tuvo que adoptar una costumbre muy propia de Kósovo: no devolver el plato vacío cuando le regalan comida.
“Si alguien te obsequia un baklava, que es un postre tradicional de la región de los Balcanes, su costumbre dicta que devuelves el plato con algo hecho en la casa. Es así como mis vecinos y amigos han probado gallo pinto”, celebra Alexánder.
Si se atreve a conocer esta nación, tome en cuenta la facilidad en que puede visitar otros países vecinos. En menos de cinco horas, en automóvil, puede llegar a la exhuberante Grecia, la misteriosa Bulgaria y la viva Croacia.
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Alexánder apunta que, también por tierra, en tres horas está en Montenegro, mientras que en una o dos máximo puede visitar Albania, Macedonia o Serbia.
“En avión, en al menos dos horas podemos estar en cualquier ciudad o capital europea o en Turquía, lo que nos ha dado la gran oportunidad de conocer esta bella región, poco recurrida por el turismo, lamentablemente”, citó.
Para él, es imposible no recordar Costa Rica a diario, con el simple hecho de que Kósovo es muy pequeño, por lo que es fácil movilizarse y conocer en poco tiempo.
Además, hay algo en que se parecen los ticos a los kosovares, según Alexánder. Ambos utilizan mucho las manos y hacen gestos para contar historias, con lo que logran darles un tinte de misterio y mayor interés, así como tomar café en la mañana y por la tarde.
Un hecho jocoso adicional: “Por ser un país pequeño, los rumores y la curiosidad por saber en qué anda el vecino no pueden faltar. Más de una vez ha llegado el vecino a contarnos que salía humo del cuarto de calefacción o que la luz del carro quedó encendida, lo cual se agradece, pero es más que todo curiosidad”.
Este tico se siente más en casa al escuchar las tertulias sobre fútbol y política, pues la pasión por ambos temas está encendida y genera “polémica” diaria.
No todo va a ser parecido a nuestro terruño. Ese rincón europeo es mayoritariamente musulmán, pero hay mucha tolerancia religiosa e influencia del Viejo Continente.
“También hay minorías étnicas como los serbios, que a pesar de la independencia, siempre han sido autóctonos de Kósovo y son cristianos ortodoxos. Las minorías, por su nombre en inglés Roma, Ashkali and Egyptian, al igual que los bosnios y turcos, son muy pocos y profesan tanto la religión mulsulmana, ortodoxa y católica”, añadió.
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Por eso es que en la ciudad de Prizren, al sur, hay una mezquita, una iglesia ortodoxa y una iglesia católica en menos de tres cuadras, describe Alexánder.
Otra diferencia con Costa Rica es el clima, que para nosotros es muy favorable porque no sufrimos por frío o calor extremo, mientras que allá las cuatro estaciones están bien marcadas.
Cuando cae mucha nieve, le ha tocado sacar una pala para limpiar la entrada a su casa. También ha debido aprender a soportar fríos intensos o calor asfixiante. A él le encanta el otoño (del 23 de setiembre al 21 de diciembre), por ser una época en la que sobresalen los colores rojos, amarillos y naranjas en el follaje.
Su mamá, María de los Ángeles Bianchini, y su hermana, Mónica, han vivido de primera mano todas las maravillas que Alexánder les habla sobre Kósovo, pues lo han visitado, así como algunos amigos cercanos.
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No todo ha sido fácil para esta familia, que logró adaptarse rápido a ese territorio.
“Los idiomas albanés y serbio no son fáciles de aprender, solo el albanés se compone de varias raíces idiomáticas y se habla diferente dependiendo de en qué parte de Albania o Kósovo estás. El significado, pronunciación y sentido de las palabras en albanés pueden ser tan diferentes como un tico hablando español con una puertorriqueña, caso típico con mi esposa en español”, indicó.
Alguna de las anécdotas que le sucedieron a Alexánder, perfectamente le pueden ocurrir a un tico que visite Kósovo.
La primera vez que este coterráneo fue a un supermercado, no tuvo más remedio que llevar las etiquetas de los productos que su esposa compra, debido a la barrera del idioma. “En una oportunidad compré agua destilada pensando que era leche para bebé, pues estaba todo escrito en alemán”.
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Además, si el viajero tico aprovecha para cruzar por tierra a los países vecinos, es posible que vea la cara de asombro de los oficiales de migración cuando revisan el pasaporte. “Por lo general sacan un libro lleno de polvo y hojas amarillas, que me parece fueron usados como parte del sistema de la exYugoslavia, para ver si necesitan visa y si tienen que llamar directamente a Migración”.
Tome en consideración que esos países no exigen visa para los costarricenses.
Si hay algo que disfruta mucho Alexánder es la comida de Kósovo, pues dice que es deliciosa y saludable, mucha preparada como parte de una tradición familiar, como el rakia (licor similar al brandi) y el ajvar (condimento de pimientos rojos, con berenjena, ajo y pimienta).
A eso se le suman chiles horneados con crema y cordero al horno. Asegura que son de chuparse los dedos. En la mesa no puede faltar el pan fresco, hecho en horno de barro y de forma redonda, como una tortilla. “Al romperlo sale un olor delicioso”.
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“Cada 50 metros hay una Furra Buke (panadería), por lo que hacer dieta es imposible. Los vinos kosovares son deliciosos, con sabores fuertes y robustos, a penas para el frío, el día a día de las comidas en casa y las celebraciones especiales”, concluyó.
Datos de Kósovo
Capital: Pristina
Extensión territorial: 10.908 kilómetros cuadrados (Una quinta parte de Costa Rica).
Población: 1,8 millones (menos de la mitad de Costa Rica).
Moneda: Euro (1 euro equivale a ¢671).
Idioma: Albanés y serbio.
Visa: Al momento de esta publicación, no es requerida para costarricenses.
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Los datos anteriores corresponden a los costarricenses que reportaron a la Cancillería vivir en otra nación. No necesariamente todos los que migraron están incluidos, porque el proceso es voluntario y en algunas naciones no existen consulados de Costa Rica. Los datos de Puerto Rico corresponden a antes del paso de los huracanes Irma y María, por lo que ahora la cifra puede ser menor.
Esta es la trigésima cuarta historia sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.