Había una vez una niña costarricense cuya historia empezó en Parismina (Limón), siguió en San José, pasó por Heredia y ahora se desarrolla en Dinamarca. Esto fue lo que sucedió con ella.
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Los recuerdos que tiene Cinthya Vega de su niñez se centran en lo que ella llama “instituto”: el Hospicio de Huérfanos de San José.
Ahí llegó cuando apenas tenía seis años, luego de que el Patronato Nacional de la Infancia (PANI) la llevara junto a tres de sus 12 hermanos.
Antes de eso, vivía sobre todo en las casas de amigas de su mamá, a quien no logra recordar con claridad durante sus primeros años de vida.
Cinthya es un milagro, porque al nacer el cordón umbilical dio dos vueltas en su garganta y la estaba ahogando, al punto de que su piel se veía oscura, cuando en realidad es blanca. Lo supo luego de los 15 años, cuando volvió a ver a su mamá biológica en el Hospicio, quien le contó sobre ese susto durante el parto.
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De su papá no sabe mucho, solo que tomaba mucho licor y un familiar le reventó una botella de cerveza en la cabeza que le hizo perder la memoria de ciertos años de su vida, por lo que él no la recuerda. De todas formas, por muchos años tampoco lo vio en el Hospicio.
Cinthya recuerda que vivía en Parismina, en Limón. Dice que su casa era muy bonita; para ella era como de cuento de hadas, pero un día regresaron de un viaje a Puerto Viejo y solo encontraron cenizas, como en la peor obra de terror. Cree que un hombre que siempre quiso la propiedad la incendió, ante la negativa de su familia de cederla.
“Desde entonces todo empezó a fallar en mi casa. Siento que fue una de las cosas que más afectó, porque mi mamá tenía muchos hijos y recuerdo que era una familia normal, pero a partir de ahí no funcionó”, relata.
En ese momento, la hermana mayor de Cinthya, con nueve años, la cuidaba a ella y a los demás. “No sé qué se hacía mi mamá, mi hermana siempre nos cuidó. Mi mamá nos dejaba en casa de amigas”.
Una vez que ingresó al Hospicio, su familia fueron sus hermanas Yorleny y Deidamia y su hermano Michael, quienes también llegaron con ella a esa entidad. A los demás no los volvió a ver durante varios años.
“Para mí fue muy difícil despertarme todos los días en un lugar que no conocía”.
En el Hospicio era cuidada por monjas y estudiaba en la escuela que pertenecía a esa institución. Afirma que eran muchos niños y que debían acatar estrictas normas de disciplina.
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Ahí conoció algunos cuentos infantiles, como El patito feo, La reina de las nieves, La sirenita y El soldadito de plomo, entre otros, del escritor danés Hans Christian Andersen, famoso por las narrativas que lograron adueñarse de una parte de los recuerdos de millones de personas en el mundo.
También aprendió a cocinar y coser. La ropa, sábanas y manteles que hacían, los vendían en diciembre en la feria navideña que mucho tiempo atrás se organizaba en el Estadio Ricardo Saprissa.
El reencuentro con sus padres biológicos y sus restantes hermanos se dio por una fatalidad. Ella era una quinceañera cuando falleció Deidamia, una de las hermanas que también creció en el Hospicio. Una neumonía fue la culpable de acabar con las ilusiones de la joven, apenas a los 16 años.
Al poco tiempo llegó la hora de tomar otras decisiones. Cinthya se marchó del Hospicio a donde una familia para cuidar a una bebé recién nacida, cuyo padre es un estadounidense y su mamá una panameña con nacionalidad tica. Fue en noviembre de 1995, un mes después de la muerte de Deidamia.
Tiempo después, se mudó donde una de sus hermanas, luego vivió sola y consiguió un empleo en las oficinas de una naviera danesa en Costa Rica. Sin saberlo, ese empleo parecía una señal de lo que vendría en el futuro, en un momento en que su historia se escribía muy diferente a la de las demás personas.
“De pura casualidad vi un anuncio de una empresa internacional que hacía el reclutamiento. Llegamos como 40 personas, nos hicieron una prueba para determinar el dominio del inglés y otra psicológica. Al final me reclutaron”.
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Cuando la empresa cerró, Cinthya dio clases de inglés en San José hasta que consiguió otro empleo, en Heredia, y al poco tiempo le apareció de la nada la oportunidad de su vida: ser niñera en Dinamarca, el país de aquellos cuentos infantiles que tanto disfrutó de niña.
No lo pensó dos veces. Renunció de inmediato y tras completar con ilusión y entusiasmo algunos trámites, tomó un vuelo a Copenhague y de ahí un tren a la ciudad de Skanderborg, a tres horas de la capital danesa y a dos de Noruega. De eso han pasado 11 años.
Sí, aquella niña de buen comportamiento, reservada pero muy inteligente que se sobrepuso a cualquier dolor familiar, hoy tiene 40 años, recién cumplidos en mayo.
“Cuidaba cuatro niños, de 2, 4, 8 y 11 años. Ahí duré un año y seis meses”, contó.
La vida a veces es paradójica. En ese empleo, ella ahorraba el equivalente a ¢70.000 al mes pues planeaba venir a Costa Rica a visitar a algunas de sus hermanas, pero algo sucedió, de una forma inesperada que sorprende hasta al más escéptico.
Como en un cuento, la amiga de una amiga le presentó a Per Laursen, un ciudadano danés que al poco tiempo se convirtió en su esposo.
De hecho, el dinero que Cinthya fue reservando poco a poco en su trabajo lo destinó a su nueva vida, en pareja, y aplazó la visita al país donde creció.
Fue en abril del 2009 cuando empezaron a salir, y en agosto de ese mismo año decidieron abrirle espacio al amor bajo un mismo techo.
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El tiempo ha pasado y Per y Cinthya se convirtieron en padres de dos hermosas niñas. Victoria ya tiene ocho años, mientras que Rebecca tiene siete. El amor entre ellas es indescriptible aunque se rebusquen todos los adjetivos tatuados en el diccionario.
Es curioso, Cinthya les habla a sus hijas en español, ellas le suelen responder en danés o en ocasiones en inglés, idiomas que también domina esta costarricense.
La vida de esta tica transcurre con mucha tranquilidad e ilusión. Dedica su tiempo a la familia y a estudiar, pues lleva la carrera de asistente de asistente de enfermería.
“Aquí nadie se cree mejor que alguien. Eso se basa en los impuestos, porque los que ganan más, pagan más. He trabajado con gente millonaria y son como cualquier otro”, comentó.
Su esposo se dedica al trabajo con servidores informáticos e Internet. Él tiene un técnico en electrónica.
Cinthya tenía cuatro años de no venir a Costa Rica, pero en abril visitó el país y probablemente lo haga en octubre.
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¿Qué ha pasado con su mamá? Ambas han mantenido contacto; Cinthya la ha visitado en Costa Rica y también la llevó a Dinamarca.
¿Y sus hermanos? “A pesar de que (la mayoría) no nos criamos juntos y los empecé a ver cuando mi hermana murió, tengo una buena relación con ellos; nos vemos, nos juntamos, son muy buenos conmigo. Tenemos una relación bonita, no es incómoda. Uno puede decir que no nos conocemos, pues a mis hermanos los conocía a los 15 años, pero nos llevamos bien”.
La relación con su hermana Yorleny, quien creció con Cinthya en el Hospicio, es muy buena. Cada vez que viene, la visita en Herradura, donde vive, y el año pasado la invitaron, junto a su hijo, a unas vacaciones en Orlando, Florida, Estados Unidos.
Sobre Dinamarca, no duda en decir que “el clima es horrible”, pero el país encantador. Las citas médicas se hacen por Internet, la burocracia parece inexistente para cualquier trámite, todo funciona.
Casi al instante le pregunté por esas coloridas casitas que vemos en fotografías sobre la capital, Copenhague.
“Hay un estándar para las casas, no se pueden construir diferentes de como son. Esas casitas viejitas son muy lindas y no se pueden cambiar porque son como monumentos”, explicó.
Si en su lista de deseos de viaje aparece inscrito Dinamarca, tome en cuenta los consejos que le da esta costarricense.
El primero, para que no lo tome desapercibido, es que estime bien el presupuesto, porque dicha nación europea es cara.
¿Qué tan cara? Cinthya nos da este ejemplo: “Una botella de agua aquí vale ¢2.000. De donde yo vivo a la capital (tres horas en tren), el tiquete de ida cuesta unos ¢30.000, aunque si lo compra con tiempo por Internet, lo puede conseguir en unos ¢10.000”.
¿Y un almuerzo? “Como ¢15.000 puede costar una comida en un restaurante sencillo, como un sandwich. ¢30.000 por persona un plato en un lugar medio. Ese plato es como un tocino grueso, papas con salsa blanca con perejil, que es lo más danés. También hay para el almuerzo una especie de pan integral (negro) con embutidos; en realidad es como un paté, pero de hígado, que es muy seco y a la vez tiene una textura más dura. También hay tortas de carne de cerdo”, detalló Cinthya.
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Una curiosidad por la que sufrió esta compatriota, al llegar a Dinamarca, está relacionada con el agua.
“Aquí el agua de la tubería es potable, pero para los ticos sabe muy diferente, porque estamos acostumbrados a tomarla con cloro. Aquí no tiene cloro y me costó mucho adaptarme. Al principio sabe horrible
Si los precios que encontrará no le arrebatan sus ganas de conocer este paraíso, anote los siguientes sitios de interés turístico que puede disfrutar, recomendados por Cinthya.
“Copenhague es ciudad bien grande. Recomiendo ir a Nyhavn que es donde están las casas de colores. Ahí mismo está el Castillo de la Reina, que es el Palacio de Amelianborg. Una de las cosas que debe estar bien bien alerta es que los castillos pertenecen a los príncipes, por lo que si ve la bandera, significa que alguno de los príncipes o la reina están ahí”.
“La Sirenita también está cerca caminando. Ahí siempre hay un montón de turistas haciéndose fotos. Es el signo de Dinamarca. Con un día se ve la capital. Todo está muy cerca, no es grande. Es muy normal que los viernes la gente vaya a tomar cerveza a Nyhavn”.
“Si le gusta la historia, puede ir a Odense, que queda como a una hora, donde está la casa de Hans Christian Andersen (escritor danés famoso por sus cuentos para niños). Las ciudades antiguas son muy bonitas”, anota Cinthya.
“Otro lugar es el Palacio de Kronborg, que es donde acontece Hamlet, la obra de Shakespeare. Hay castillos por todos lados que la gente no sabe que existen. Eran de los reyes cuando llegaban a una ciudad y decidían quedarse un tiempo”.
“La ciudad de Aarhus está como a tres horas y 20 minutos de la capital y es la segunda más importante de Dinamarca”.
Hans Christian Andersen dijo: “Mi vida es una historia hermosa, feliz y llena de incidentes”. Lo mismo aplica para Cinthya, la niña del Hospicio de Huérfanos que hoy vive llena de felicidad en Dinamarca, en compañía de sus más gratos tesoros: sus dos hijas y su esposo.