Muchas veces la vida da oportunidades que deben aprovecharse. En otras ocasiones, puede sorprenderlo en el momento menos pensado.
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Esto le ocurrió a Paula Marcel Villegas Morera, de 33 años, oriunda de Río Segundo de Alajuela.
Desde hace tres años vive en Rabat, conocida como la Ciudad de los Jardines... ya imaginarán el porqué. Ella y su familia se mudaron debido al trabajo.
Esa urbe es la capital administrativa del Reino de Marruecos (Casablanca es la capital financiera) y mezcla una cultura ancestral y moderna, con coloridas laderas y montañas. Es un sitio elegante, con jardines armoniosos.
Entre sus principales atractivos está el Palacio Real, visitado por decenas de turistas que confluyen en esa nación del norte de África que atrae a cualquiera por sus bellezas, como por ejemplo el desierto del Sahara o los encantadores de serpientes que se apuestan por las tardes en la plaza Djemaa el Fna en Marrakech.
Apenas el 2007 daba sus primeros pasos cuando Paula conoció a quien hoy es su esposo, un ciudadano marroquí de nombre Abdelilah Bouasria.
El amor los flechó en Monterrey, California, Estados Unidos, donde él trabajaba en el Defense Language Institute (DLI) y ella llevaba una maestría en política internacional en el Middlebury Institute of International Studies at Monterrey.
En agosto del 2008 contrajeron matrimonio por primera vez. Fue en una ceremonia tradicional marroquí en Rabat, a la que también asistieron los padres y hermanos de Paula, así como otros familiares cercanos.
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La segunda ocasión en que se casaron fue el 26 de diciembre, también del 2008, pero esta vez en el Bosque de la Hoja, en Costa Rica, en una ceremonia católica. Los padres y hermanos de Al (como le dicen de cariño a su esposo) estuvieron presentes.
Como parte del amor que se profesan nació Daniel Kebir Bouasria, quien ya casi cumple cinco años.
A esa corta edad, Daniel habla inglés, árabe y español. Para Paula es muy importante que sepa nuestra lengua, para que pueda comunicarse con todos sus familiares.
“Llevamos 10 años de casados, Maktub (el destino estaba escrito), porque como dijo mi padre una vez, dos muchachos jóvenes, lejos de sus familias y sus países, de encuentran en California y deciden empezar una vida juntos... solo el destino”, dice Paula para confirmar las oportunidades que le puso la vida al frente.
Su vida matrimonial empezó en Estados Unidos, pero en el 2016 se mudaron a Rabat, Marruecos.
“Para una profesional como yo, en el campo del desarrollo internacional, me pareció fascinante la experiencia de vivir en un lugar muy diferente a Costa Rica y Estados Unidos”, asegura Paula.
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Esta costarricense tenía muy claro que no es lo mismo disfrutar de unas inolvidables vacaciones en Marruecos que instalarse y vivir allá, pues es imposible para un turista conocer la verdadera esencia del país.
Viviendo allá ratificó un aspecto valioso: la hospitalidad de los marroquíes.
“Cuando un marroquí te invita a su casa, lo hace a manos llenas porque es su manera de hacerte ver que se siente honrado con tu presencia y ese es un aspecto en el que los ticos nos parecemos bastante. Marruecos es un país de muchos contrastes, pero si se tienen los medios económicos se vive muy bien”.
Paula describe que los cambios son vertiginosos, contrario a lo que muchos podrían creer; por ejemplo, cada vez más se celebra Halloween, Navidad, Año Nuevo e incluso las Pascuas.
Dice que los hoteles de lujo ofrecen gran cantidad de actividades para niños y adultos y los supermercados venden objetos para decorar alusivos a cada festejo.
“Marruecos no es El Clon; sé que muchos piensan en este país como la popular telenovela que se transmitió en Costa Rica hace muchísimos años, pero la verdad es que el país ha cambiado mucho”, apuntó.
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Si de algo no se puede quejar quien vaya a Marruecos es de la comida.
Paula enfatiza que la oferta gastronómica es muy amplia, e incluye restaurantes de comida internacional, sobre todo asiática y europea. Un poco más adelante, esta costarricense profundiza en este aspecto... le hará la boca agua.
Si lo suyo es salir por las noches, el entretenimiento nocturno que ofrece ese país también es grande. De hecho, cuenta Paula, muchos restaurantes sirven alcohol a turistas y musulmanes por igual.
“La cantidad de bares y clubes es abundante en las grandes ciudades y lo que ves allí, es lo mismo que verías en un bar de lujo en Nueva York”, indica esta compatriota.
Si algo ha comprobado Paula, en estos tres años en Marruecos, es que por lo general solo hay invierno y verano, pese a que en la teoría tienen las cuatro estaciones.
Además, asegura que el invierno es bastante frío, al punto que en algunas regiones hay nieve.
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¿Cómo es la vida de una mujer en ese país, sobre todo una mujer tica?
“Vivir acá para una mujer es muy normal, aunque la imagen que se vende a nivel mundial es muy diferente. Si bien es cierto hay regiones más tradicionales donde el rol de la mujer es más restringido, en ciudades grandes y cosmopolitas como Rabat, Marrakech, Tánger y Casablanca, entre otras, la vida para la mujer transcurre con total normalidad”.
“Hoy, la mayoría de las mujeres profesionales trabaja y se les respeta sus derechos, y yo en ningún momento me he sentido incómoda o perseguida por algún sector de la sociedad”.
“Hay que usar sentido común, porque si vas a ir a un mercado local debes respetar con la vestimenta para que la gente también te respete. Sin embargo, mi familia, que me ha visitado en algunas ocasiones, ha observado cómo al salir de los lugares turísticos populares, como los mercados locales, se puede apreciar un Marruecos muy diferente, como por ejemplo cuando se visita el Morocco Mall en Casablanca, el centro comercial más grande del continente y a donde Dior y Gucci se mezclan con marcas más comunes como Zara y Gap y a donde se pueden ver las últimas tendencias de la moda”, detalla Paula.
Esta alajuelense aprendió a hablar darija, el idioma local. Por eso no pasa mayores contratiempos cada vez que sale de su casa, pues puede comunicarse.
No es lo único que aprendió allá; también a conducir… ya sabía hacerlo, pero no al estilo marroquí. ¿Usted se animaría a intentarlo?
“Digo aprendí a manejar porque aquí es un caos completo, pues simplemente nadie respeta las leyes de circulación vial”.
Ahora sí, retomemos un punto que quedó pendiente. De lo mejor de Marruecos es la comida… deliciosa, abundante, sorprendente. Cumple las expectativas incluso para aquellos gustos más exigentes.
Paula lo describe así: “Se aprecian sus contrastes de sabores dulces y salados”.
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De inmediato lanza una lista de ejemplos apenas para antojar a cualquiera.
“La delicadeza de sus galletas y dulces para la hora del té, el cuscús y los tajines de gran variedad, la infinidad de ensaladas, la variedad de aceitunas y por supuesto el pan tradicional marroquí. Todo eso hace de esta cocina una de las mejores a nivel mundial”, enfatiza.
¿Qué prefiere comer ella?
No duda en responder: el tajín. Explica que es una base de frutos secos o verduras con algún tipo de carne, pollo o pescado. Se come con pan para así saborear la salsa, resultado de una mezcla de una variada cantidad de ingredientes y especias típicas como cúrcuma, comino, papikra y jengibre, entre otras.
Es cierto, todo eso es delicioso, pero hablar de comida hace que Paula recuerde nuestros platillos. Asegura extrañar una buena olla de carne, la misma que le preparan donde su familia cada vez que viene. Esta tica es afortunada, pues visita Costa Rica unas tres veces al año.
¿Cómo transcurre la vida de esta costarricense en ese exótico destino?
Paula relata que su día a día es muy variado. Por lo general, lleva a su hijo Daniel al kínder, luego hace deporte, se reúne con amigas, en su mayoría extranjeras, participa en actividades de beneficencia y trabaja para una organización llamada Mushmina, que fabrica artículos marroquíes que se venden en Estados Unidos, pero que procura emplear a personas de zonas rurales.
Quizás los párrafos anteriores lo tentaron para ir a Marruecos. Paula hace las siguientes observaciones generales si desea ir como turista, por cierto, tenga presente que necesita visa, la cual se tramita enviando la documentación requerida a Guatemala:
1-Marruecos es un destino espectacular, con una riqueza cultural e histórica impresionante; sin embargo, es difícil manejarse solo, por eso es mejor hacerlo con un tour programado.
2-Las distancias son muy grandes y existe una barrera importante con el idioma. Además, la riqueza histórica es tal que visitar sitios tan importantes sin una explicación clara es una verdadera lástima; por eso la importancia del guía.
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3-Adentrarse en las medinas, que son como laberintos sin salida, puede ser un poco agobiante para algunas personas. Una medina es una aglomeración urbana dentro de una fortificación. Son las partes más antiguas y sus callejuelas las vuelven un laberinto.
4-Como en todos los lugares del mundo, cuando se está de viaje lo recomendable es usar el sentido común y no visitar lugares no turísticos o sitios populares a altas horas de la noche, pero en general Marruecos es un país muy seguro y siempre recibe al turista con las manos llenas.
5-Si vienen a visitar este hermoso país, definitivamente un paseo por Fez, Marrakech, el desierto del Sahara, Essaouira y Tánger harán inolvidable su visita a este mágico lugar.
Paula disfruta a diario las maravillas que Marruecos ofrece; se adaptó a sus costumbres y tradiciones sin olvidar las nuestras.
Los encantadores de serpientes llegan cada tarde a la plaza Djema el Fna en Marrakech, los bereberes (etnias) siguen su apacible vida en el desierto y algunas comunidades nómadas continúan su trajín diario, como hace miles de años lo hacía la población mundial.
Las tardes espectaculares invaden el país y la frescura de la noche cobija a sus casi 36 millones de habitantes, entre los que se encuentra esta alajuelense, que extraña Costa Rica, pero que disfruta su vida en Marruecos.
Datos de Marruecos
Capital: Rabat
Población: 36 millones de habitantes (siete veces más que en Costa Rica)
Extensión territorial: 446.500 kilómetros cuadrados (casi nueve veces más que Costa Rica)
Idiomas: Árabe y lenguas bereberes
Moneda: Dírham marroquí (1 dírham marroquí equivale a ¢60,5)
Esta es la quincuagésima sexta historia sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.