Cae la noche y se encienden las luces que disparan la diversión. Es un mundo de discotecas anclado en pleno Medio Oriente, donde la gente disfruta y cambia el estrés del día a día por carcajadas.
La música vibra a diario en Beirut, capital de Líbano, así como el buen ambiente nocturno amenizado por la cordialidad de los libaneses, a quienes les encanta conocer turistas y compartir su cultura.
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De ello es testigo Andrea Aguilar Calderón, de 36 años, periodista costarricense que vive en ese hermoso país que tiene como vecinos a Siria e Israel.
Ella es la escritora del blog de viajes Sobre el caballito, y ganadora del Premio Internacional de Literatura de Viajes Ciudad de Benicàssim 2012, de España, por sus novelas de viajes.
Desde el año pasado comenzó a pasar mucho más tiempo en Beirut, la que considera su casa, y desde hace mes y medio se instaló allá de forma indefinida, en esa ciudad a las orillas del majestuoso mar Mediterráneo, el cual le encanta apreciar.
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Esta viajera empedernida, que tiene más de 70 sellos de diferentes países en su pasaporte, nunca se desconecta de Costa Rica pese a estar a miles de kilómetros de distancia. De hecho, trabaja por Internet para una agencia de comunicación tica.
"En el 2013 decidí comenzar a trabajar free lance online (por cuenta propia) y no importa dónde esté. Creo que es la modalidad que más se adapta a mi estilo de vida, no sé si para toda la vida, pero estoy contenta", indicó.
Cuando habla sobre Líbano, quizás sin querer contagia una vibra que motiva visitar esa nación. Alaba la tranquilidad con que transcurren los días, aunque dice estar clara que es una zona inestable.
Confiesa que ella misma tenía un criterio equivocado sobre ese país que es casi cinco veces más pequeño que Costa Rica, aunque registra un millón de habitantes más que nuestro país.
"La gente tiene metido en la cabeza que es un lugar de guerra, que hay coches bombas, porque este país estuvo en guerra 15 años como lo está ahora Siria, pero no, es extremadamente pacífico, no asaltan, no hacen nada. Sí, es cierto que es una zona muy inestable, pero es mucho más seguro y pacífico de lo que me imaginé, lo cual me hace sentir muy bien".
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"Las personas son muy amables, y aunque hay extranjeros acá que trabajan en organizaciones no gubernamentales, cuando los libaneses ven a alguien que viene como turista se ponen muy contentos. La comida es deliciosa y ellos quieren que los visitantes prueben todo, los hacen sentir como de la familia, pues son muy cálidos y eso me gusta bastante", resalta Andrea.
Ella agrega que Líbano es como Costa Rica, debido a la calidez de su gente y a la buena vibra que irradia.
Aunque el idioma es el árabe, Andrea dice que la mayoría de personas es trilingüe, pues tienen un gran dominio del inglés y francés. Esto les facilita ser hospitalarios y simpáticos.
"Tengo amigos aquí, tengo mi grupo de amigos, pero la gente es muy entradora, le hablan a lo loco, por lo que es fácil hacer amigos", dice esta compatriota.
Precisamente, esas características de los libaneses avivan la vida nocturna, la cual Andrea cataloga como "buenísima".
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"Tienen un monton de discotecas y bares. No hay un país que haya contradicho tanto mis prejuicios como este. Los extranjeros siempre volvemos. No es un lugar como muchas personas creen, pues al menos en Beirut y ciudades cercanas incluso puedo andar en short".
Agregó: "La gente cree que aquí son un montón de musulmanes y mujeres tapadas de pies a cabeza y que es un desierto. Líbano no tiene desierto y su población es bastante abierta, de hecho, casi la mitad es cristiana y los mismos musulmanes no son tan conservadores".
Esta compatriota insiste en que no se debe temer incluir a Líbano como parte de un periplo por Medio Oriente. Eso sí, enumera algunas consideraciones que deben tomar en cuenta los turistas.
Por ejemplo, dice que los habitantes son muy dependientes a los automóviles, por lo que no existe un buen servicio de transporte de autobuses en la ciudad. En este caso, ella recomienda movilizarse en taxi o Uber.
También menciona que es un lugar "carísimo", con un costo de vida alto, sin llegar a los niveles de un país escandinavo.
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Además de recorrer las calles de Beirut y disfrutar de las noches intensas, hay otras actividades turísticas que seducen a cualquier amante de los viajes y la aventura.
"Los libaneses se precian de tener un país donde se puede ir a esquiar y a la playa el mismo día, porque es pequeño. Además, están las ruinas de Baalbek (a 86 kilómetros de Beirut) y la gruta de Jeita (18 km de la capital)".
Algo más por lo que se puede enamorar de este rincón del Medio Oriente es la comida. Andrea destaca el hummus, el pan pita, la ensalada de vegetales frescos, el kebab y sus dulces típicos.
Una trotamundos
Que Líbano haya seducido tanto a la tica Andrea Aguilar Calderón evidencia que realmente es un sitio muy agradable.
Esta costarricense ha visitado más de 70 países, como parte de una vida llena de aventuras y pasión por los viajes que se inició cuando apenas tenía 17 años y carecía de dinero para cruzar las fronteras ticas.
Ante la falta de recursos económicos, recurrió a un plan que le permitió subirse a un avión por primera vez. De esta manera, cumplió su sueño y se llenó de tal adrenalina que ahora su vida transcurre fuera de nuestro país.
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"Fui a un programa que juntaba adolescentes e incluía España, porque era del gobierno español, así como un país de América Latina y otras naciones. Entonces fui a Venezuela, Trinidad y Tobago, Portugal y España. Era durísimo porque había que acampar y lo odié, pero me quedó la espinita del viaje, y cada vez que iba de viaje decía: 'esto no puede ser peor que lo que hice en ese programa'".
Su sueño fue conocer diferentes culturas, relacionarse con otras personas, saber cómo viven y maravillarse con los atractivos de otras naciones. Para su familia era imposible cumplirle ese anhelo, pues Andrea dice que el ingreso económico dependía de su mamá, con quien vivía en una pequeña casa en Hatillo, San José.
Después de su experiencia en el programa de adolescentes, Andrea partió a Italia para aprender el idioma. Al volver a Costa Rica, le planteó a su novio ir a conocer el mundo, pero él no quiso, por lo que ella prefirió acabar con la relación.
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A los 26 años, le subió el nivel a la aventura al irse a Mozambique, África, para realizar un voluntariado con niños. Luego de eso, los viajes se hicieron más frecuentes, siempre a destinos diferentes.
"Viajaba en años impares y en los años pares ahorraba", cuenta Andrea, quien muchas veces conseguía algún trabajo en el lugar al que iba para así tener dinero. Incluso, en Bulgaria trabajó en construcción, labor que dejó al sufrir un pequeño accidente.
Dice que aunque en momentos se quedaba sin dinero, nunca pasó apuros, pues en ese momento encontraba un trabajo o la ayuda de alguien.
La diversidad de países que ha visitado la hace ver el mundo de diferente forma. Por ejemplo, en África ha estado en Malaui, Zimbabue, Sudáfrica y Mozambique.
En América ha visitado Argentina, Colombia, Cuba, El Salvador, Estados Unidos, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Perú, Trinidad y Tobago y Venezuela.
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La lista en Asia incluye Brunei, China, Filipinas, Hong Kong, India, Indonesia, Israel, Jordania, Líbano, Macao, Malasia, Mongolia, Birmania, Nepal, Palestina, Singapur, Sri Lanka, Tailandia, Tibet, Turquía y Vietnam.
En Europa conoce Alemania, Austria, Bélgica, Bosnia-Herzegovina, Bulgaria, Chipre, Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, República de Irlanda, Italia, Kosovo, Letonia, Lituania, Luxemburgo, Liechtenstein, Macedonia, Mónaco, Montenegro, Noruega, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Rumanía, Rusia, Serbia, Suecia, Suiza y Ciudad del Vaticano.
Andrea no ha estado libre de contratiempos, mucho menos de ser deportada.
"Hace seis años fue a Albania y me devolvieron porque no tenía visa (ahora no es necesario el visado). Sabía, pero me fui de necia. Crucé la frontera porque me embarcó un tico, entré como cinco kilómetros en el bus, pero llegó un carro de la policía y un oficial preguntó por un costarricense, entonces levanté la mano".
"Me pusieron en un bus de regreso a Macedonia, no tenía dinero, terminé en una ciudad de Macedonia que no sé el nombre, sin dinero, pero la gente fue tan pura vida que el chofer del bus me pagó el tiquete para ir a Skopie, que es la capital", relató.
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En los apuntes de sus experiencias más difíciles está India, aunque acepta que le gustaría volver.
"Es un país bipolar, de extremos, uno ve la miseria más grande y las cosas más extraordinarias, es mucho para oler, para ver, para sentir, mucho para los sentidos", describió.
Cuando llegó a esa nación asiática, Andrea tuvo un ataque de pánico, al punto que tenía dificultades para respirar. Tenía reservado un hostal y al leer los comentarios de otros clientes, notó que más o menos la mitad lo calificaba bien y el resto no.
Sin embargo, el hospedaje se tornó inaguantable. Se ubicaba en un lugar similar a un gran y desordenado mercado, y había que pasar por estrechas callejuelas para llegar. En realidad, era como una cuartería.
Mientras que un ratón corría por las sábanas sucias de lo que iba a ser su cama, Andrea pensó ¿qué hago aquí?
"Había un hueco en la pared y la gente me veía desde fuera, además echaban basura por ese hoyo. Estaba paralizada, pero para dónde me iba. Pasé llorando y luego llamé a mi hermano para que me enviara dinero".
Su familiar no podía ayudarla en ese momento, porque además de la diferencia de horario (12 horas más que Costa Rica), era un 25 de julio y los bancos ticos estaban cerrados.
Al final, ella se calmó y se quedó cuatro meses en India, aunque en ese hostal solo soportó tres días.
Otra mala experiencia la tuvo en Brunei, uno de los pocos países que dice no querer visitar más, pues es carísimo y tiene pocas actividades turísticas, sector que quizás no está desarrollado porque sus habitantes tienen un estilo de vida muy alto por los ingresos por petróleo y gas natural.
Tenía una visa de una entrada, pero para su mala suerte, el autobús de regreso a Malasia, ingresaba a territorio malayo y después volvía a cruzar una pequeña porción de tierra que pertenece a Brunei.
Los policías la bajaron del bus y tuvo que recurrir incluso a un barco para volver dar la vuelta y llegar a Malasia.
En Jordania también tuvo un incidente, pues en el aeropuerto la llevaron a una sala aparte pues sospechaban que llevaba drogas. Al final, le dijeron "bienvenida", mientras que en Mozambique le robaron la computadora, pero la misma comunidad donde se quedaba le ayudó a recuperarla.
"Si uno es viajero de bajo costo, le pierde miedo a las cosas y empieza a hacer las cosas. Hay gente que vive en una eterna paranoia. Con el Internet, nunca han habido tantos recursos para viajar tan fácil como ahora, con aplicaciones, referencias de personas, guías de viajes", le dice Andrea a los ticos que no viajan por temor.
El país que más la ha sorprendido es Mongolia.
"Todos tienen algo que sorprende, uno se imagina cómo son, pero no sabe hasta que llegue, pero que me impresionara, Mongolia. Es tan despoblado, es como el planeta después del apocalipsis, donde se empieza de cero, pues manejas ocho horas y no ves nada. Como belleza, el mejor lugar es el Tibet".
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Como consejos a viajeros, Andrea insiste en que hay que desprenderse de temores, que siempre habrá gente buena que colabore y que si la persona se pierde en una ciudad desconocida, debe mantener la calma, pues es algo normal.
Andrea ahora pasa los días en Líbano, aunque tiene en mente agregar más países a su lista de lugares visitados.
Datos de Líbano:
Capital: Beirut
Población: 6 millones (un millón más que en Costa Rica)
Extensión territorial: 10.452 kilómetros cuadrados (casi cinco veces más pequeño que Costa Rica)
Idioma: Árabe
Moneda: Libra libanesa (1 libra libanesa equivale a ¢0,37)
Los datos anteriores corresponden a los costarricenses que reportaron a la Cancillería vivir en otra nación. No necesariamente todos los que migraron están incluidos, porque el proceso es voluntario y en algunas naciones no existen consulados de Costa Rica. Los datos de Puerto Rico corresponden a antes del paso de los huracanes Irma y María, por lo que ahora la cifra puede ser menor.
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Esta es la trigésima primera historia sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.