
Cuando Carlos Alberto Alvarado Sandoval requiere que un doctor lo examine, simplemente acude a una clínica de Minsk, la capital de Bielorrusia donde vive, sin necesidad de madrugar para obtener la cita y sin esperar meses o años por la atención, como muchas veces ocurre en Costa Rica.
Su hija mayor, Aliona, de 22 años, acaba de graduarse de Economía y Estadística y su deseo es venir a nuestro país para impulsar reformas que han sido exitosas en Bielorrusia. Ella también habla español.
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Durante el tiempo que llevó esa carrera, Carlos no tuvo que preocuparse por pagar las materias o exámenes en la universidad, pues en esa nación la educación es absolutamente gratuita en todos los niveles.
Sus otros dos hijos, Liuchiya de 16 y Arthur de 6, cursan la secundaria y primaria, respectivamente, en las que por cierto prácticamente no hay deserción, pues si un alumno deja de asistir a clases, de inmediato las autoridades del centro educativo intervienen y piden explicaciones a los padres; por eso, allá no se habla de abandono escolar como aquí.
Además, son comunes los jardines infantiles, centros educativos, clínicas para adultos, centros médicos para niños, hospitales especializados y hasta servicios de salud a domicilio, todo totalmente gratis.
Estos son solo algunos de los beneficios que tienen los habitantes de esa exnación de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), cuya extensión territorial es cuatro veces mayor que la tica y su población casi dobla la nuestra.
“El gobierno bielorruso ofrece un gran apoyo a la familia, con sus políticas de bienestar social. La educación, incluida la universidad; la medicina, desde que naces hasta que mueres; son totalmente gratis y de buena calidad”, dice con gran felicidad Carlos Alberto, un sancarleño que llegó a Bielorrusia en 1989 a estudiar informática, aunque al final se graduó como periodista.


El tico destaca otra ventaja más: la posibilidad de obtener créditos para vivienda a bajo interés. En su caso, el préstamo para su apartamento tiene un plazo de 40 años y una tasa de interés fija del 5%, mientras que aquí es del 11% aproximadamente.
“Hay apoyo económico para las familias por cada niño que nace, según la cantidad de hijos. Además, beneficios para mujeres que se hayan registrado con un período de gestación anterior a las 12 semanas, beneficios para niños mayores de 3 años, beneficios para la crianza simultánea de niños menores de 3 años y de 3 a 18 años, asignaciones mínimas por incapacidad temporal para el trabajo, pensiones sociales y laborales mínimas -por ejemplo, para personas con alguna discapacidad-, beneficios para el cuido de personas con discapacidad o que haya alcanzado la edad de 80 años, subsidios a los desempleados para iniciar emprendimientos, pensiones alimenticias para menores de edad…”, enumeró Carlos Alberto.
A cambio de contar con estos beneficios, los ciudadanos pagan impuestos altos, pese a que los salarios no son tan altos en comparación con otros países europeos, pero cada persona sabe que no debe pagar por educación o salud, entre otros servicios.
Para conocer un poco sobre Minsk, la capital bielorrusa, Carlos Alberto preparó el siguiente video:
Este compatriota aún era un chiquillo cuando se aventuró en este viaje que le transformó la vida inimaginablemente, pues apenas tenía 18 años. Era 1989 y en Moscú distribuyeron a los estudiantes según la especialidad.
Carlos Alberto consiguió una beca luego de que una compañera en la Universidad de Costa Rica le dijo que se iba a estudiar a la URSS. Ahí sintió el mismo deseo de salir de nuestras fronteras y sentir que todo el planeta es su hogar, con la posibilidad de aprender mucho y empaparse de nuevas culturas.
A este graduado del Colegio Técnico de Venecia de San Carlos lo enviaron a Minsk, capital de Bielorrusia. Llegó por Informática, pero el bajo nivel que percibió lo hizo pedir autorización para cursar Periodismo, bajo el nombre de Ciencias de la Comunicación e Información de Masas.
Estaba allá cuando la URSS se desplomó, un 26 de diciembre de 1991. Unos meses antes, el 25 de agosto de ese mismo año, Bielorrusia se declaró independiente, y este nacional fue testigo de ello. De un pronto a otro quedó en un país diferente al que llegó, sin necesidad de moverse para algún lado.
“Cuando cayó la URSS, se empezaron a fundar las primeras estaciones de radio privadas y una vez, el dueño de una llegó a las residencias estudiantiles a ofrecer trabajo, pero solo iba a pagar $100, entonces le dije que no. Me fui para Alemania a trabajar; ahí hice de cocinero, pizzero. Luego me mudé a Italia donde trabajé como traductor y guía turístico en Nápoles, para rusos”, aseguró Carlos Alberto, quien además de español y ruso habla inglés, alemán e italiano. El bielorruso lo domina en un 50%, también sabe un poco de árabe y portugués.


Ese periplo tuvo final en el 2000, cuando volvió a Bielorrusia para abrir una embutidora junto a su segunda y actual esposa, Anya Romanov, quien es de esa nación y con quien camina de la mano desde hace 22 años, cuando se dieron el sí.
Laborar en Alemania no era nuevo para él, pues siempre lo hizo durante las vacaciones universitarias. Hacerlo le permitió ahorrar dinero para abrir el negocio familiar.
Su primera pareja también es bielorrusa, a la que conoció durante su estancia en la universidad y con quien estuvo dos años casado.
“Hacía mortadela y salchichones. Durante 12 años trabajé en eso, dormía tres horas diarias porque me levantaba a las 5 a. m., iba a la embutidora, recogía los productos y me los llevaba a los diferentes puestos que tenía por todos los mercados en Minsk. Llegaba a las 8 de la noche a la casa, ni veía a mis hijos, sino que comía y de nuevo me iba a la embutidora a preparar productos. Regresaba como a las 2 a. m. y a las 5 a. m. estaba de nuevo en pie”, señaló.
Luego vendieron el negocio y empezó a trabajar en el Consulado Honorario de República Dominicana en Bielorrusia, como asistente consular.
Por eso, ahora intenta abrir un consulado de Costa Rica, pues su experiencia lo hace imaginar grandes oportunidades para ambos países, en diferentes campos, como el turístico, ya que guarda la ilusión de transmitirle a Costa Rica el modelo bielorruso de bienestar.


A su actual esposa la conoció en una fiesta; lo curioso fue quién hizo el papel de cupido.
“Un amigo sirio me la presentó. El primer día estuvimos hablando hasta las 5 a. m. y como no soy de tomar mucho, lo que hicimos fue charlar y nos salimos de la fiesta, nos fuimos a caminar”.
“Empezamos a ser novios, aunque los bielorrusos no son de andar marcando. Conocí a mi suegra, le llevaba flores, la traje a Costa Rica para que conociera a mi familia, le gustó Costa Rica y cuando regresamos, nos casamos”, resaltó Carlos Alberto.
Sobre Minsk, la describe como una ciudad preciosa, moderna, muy limpia y con un sistema de transporte público muy efectivo, con autobuses, trolebuses, tranvía y metro. “Uno de los mejores y más hermosos del mundo por las bellezas arquitectónicas de sus estaciones”.
Esto hace que los habitantes lleguen sin problemas a cualquier punto de la ciudad, a la hora prevista, con comodidad y pagando poco dinero.


Insiste en que no hay indigentes, porque no hay miseria. “Se debe al hecho que se cuidan unos a otros”.
Los vecinos de esta nación son Rusia, Letonia, Lituania, Ucrania y Polonia.
Carlos Alberto no es el único compatriota en ese país europeo. Pedro Pérez, quien es oriundo de Atenas, Alajuela, tiene más años que él y vive en una pequeña ciudad al norte de Minsk.
Además, hace mes y medio se instaló ahí un compatriota llamado Andrey Arroyo, su esposa e hijo de siete años, debido a una posibilidad laboral.
Quien visite Bielorrusia se sorprende por la amabilidad de sus habitantes, que suelen ser muy buenos anfitriones, cordiales y hospitalarios.
“Amo a este país, a su gente. Les estoy muy agradecido porque me han dado la oportunidad de realizar mi vida y sentirme uno más de ellos.


Afirma que los bielorrusos son muy abiertos, invitan a cualquiera a pasar a la casa y esperan que ese invitado disfrute de la comida, acompañada con un vodka. Suelen servir carne, tocino y pan negro con ajo, tradicional y respetado porque durante la Segunda Guerra Mundial les salvó la vida.
Durante ese atroz conflicto no tenían qué comer, excepto ese pan que preparaban. Quizás es por eso que un bielorruso ve el desperdicio de comida como un pecado capital.
“Ellos saben lo que es tener déficit de comida por la guerra. Cuando vas a la casa de alguno, llenan la mesa y esperan que usted se lo coma todo. Ellos siempre dicen gracias y saludan”.
“En verano nos reunimos los vecinos, ponemos una malla en la calle y jugamos voleibol, sin importar la edad. Sacamos banquitas y ahí se sientan las abuelitas con su café y te. También jugamos fútbol”, aseveró.
Entre tanto, los fines de semana de verano, Carlos y su familia disfrutan de alguno de los tantos parques que tiene la ciudad, en los que por lo general hay diversas dramatizaciones sobre la historia del país, incluyendo cómo era Minsk en la Edad Media.


Los domingos, hacen parrilladas junto a los vecinos o familiares, actividad muy común en los barrios bielorrusos.
En invierno todo es más difícil, aunque a Carlos Alberto le agrada el frío, aunque la temperatura llegue a bajar hasta -32 grados Celsius.
“Para un tico que quiera conocer este país, es mejor que venga entre finales de mayo y agosto, por el clima, aunque yo adoro el invierno, lo amo”, resaltó este compatriota.
Carlos Alberto le da mucho valor a la seguridad que se respira en Bielorrusia, pues no teme que él o algún miembro de su familia sea asaltado, por ejemplo.
“Minsk es mi hogar, Bielorrusia es mi segunda patria, vivo aquí desde hace 29 años. Aquí estudié, aquí me casé, aquí formé mi familia, aquí tengo a mis amigos, aquí realizo mi vida. No obstante, amo a mi familia, mis padres y hermanos, además de mis amigos de toda una vida que tengo en Costa Rica a pesar del tiempo y la distancia”, enfatiza.


Aunque llegó muy joven, asegura que nunca tuvo mal de patria. Cree que se debe a lo hospitalarios que son los bielorrusos.
Eso sí, siempre tiene algunos productos ticos como salsa Lizano, una bandera y camisetas de Alajuelense, su equipo del alma. De hecho, su hijo Arthur usa uniformes de la Liga para entrenar, ya que está en una escuela de fútbol.
“Yo le pregunto a mi hijo, ‘¿cuál equipo es el mejor?’ y él responde: ‘Liga, Liga, sí señor!”.

Datos de Bielorrusia
Capital: Minsk
Extensión territorial: 207.595 kilómetros cuadrados (cuatro veces más que Costa Rica)
Población: 9,5 millones (el doble que Costa Rica)
Idiomas: Ruso y bielorruso
Moneda: Rublo bielorruso (1 rublo bielorruso son ¢284)
Visa: Los costarricenses necesitamos visa para ingresar a ese país.
Todas mis notas de Ticos lejos del hogar y viajes en este enlace














Esta es la cuadragésima primera historia sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.