Los arrecifes coralinos son los ecosistemas marinos más biodiversos del planeta. Aunque solo cubren el 0,1% de la superficie de los océanos, albergan cerca de un tercio de todas las especies marinas conocidas, una diversidad solamente comparable con la de los bosques tropicales.
Los corales son pequeños animales, mayormente coloniales y con forma de anémona. Existen dos grupos principales, los corales duros y los corales suaves.
Los corales duros forman grandes esqueletos de carbonato de calcio, mientras que los corales suaves incorporan pequeñas estructuras de calcio en el interior de sus tejidos para proporcionarles rigidez. Ambos pertenecen a un grupo conocido como antozoos (animales en forma de planta) y guardan cierto parentesco con las medusas, aunque a diferencia de estas, permanecen unidos al fondo marino durante su etapa adulta.
Un arrecife coralino es el resultado de la acumulación de los esqueletos de calcio secretados por los corales a lo largo de muchas generaciones.
Actualmente, los corales duros son los principales constructores de arrecifes. La mayoría de ellos establecen relaciones simbióticas mutuamente beneficiosas con pequeñas algas llamadas zooxantelas, que habitan en el interior de sus tejidos.
Los corales ofrecen a las zooxantelas protección, y estas, a su vez, les aportan parte de los nutrientes obtenidos mediante la fotosíntesis. La estrecha relación entre ambos y la necesidad de luz solar por parte de las algas, limita la distribución de los arrecifes coralinos a las aguas cálidas, claras y poco profundas de los mares tropicales.
Los arrecifes coralinos son fuente de numerosos bienes y servicios ecosistémicos. Al igual que los árboles en tierra, los corales proveen refugio, alimento y sitios óptimos para la reproducción y crecimiento de otras especies. Las estructuras coralinas actúan como una barrera protectora contra el fuerte oleaje, previniendo inundaciones y procesos de erosión costera.
Los arrecifes, además, brindan sustento a poblaciones humanas dedicadas a la pesca en la zona litoral y proporcionan materias primas para la elaboración de fármacos que ayudan a combatir enfermedades.
Amenazados
Desafortunadamente, los arrecifes coralinos están seriamente amenazados por disturbios naturales como los huracanes, las tormentas, los terremotos y las oscilaciones térmicas (ejemplo El Niño / La Niña) y humanos como la contaminación, la sobrepesca y el tráfico de especies.
De acuerdo con el Informe de la Plataforma Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, 2019: https://zenodo.org/record/3553579#.Xfui71VKi00), aproximadamente la mitad de la cobertura coralina viva del mundo ha desaparecido desde 1870, con una pérdida acelerada en las últimas décadas, debido a que el cambio climático ha acentuado otros impactos.
El cambio climático está ocasionando un aumento en la temperatura de los océanos y los está volviendo cada vez más ácidos. Un leve aumento en la temperatura del agua puede causar un fuerte estrés sobre los corales.
Durante eventos de calentamiento prolongados, los corales pierden las algas de las que dependen para vivir y sus tejidos se tornan de color blanco. Eventos intensos de blanqueamiento coralino y mortalidades masivas han sido reportadas en todo el mundo. También ha aumentado la incidencia de enfermedades ocasionadas por patógenos.
Además, el aumento en la acidez de los océanos reduce cada vez más la capacidad de los corales para formar los esqueletos calcáreos que les brindan protección y proveen estructura a los arrecifes.
El debilitamiento de los corales debido al cambio climático reduce su capacidad de recuperación ante otras fuentes de perturbación. El efecto combinado de múltiples disturbios está ocasionando el reemplazo de los arrecifes coralinos por fondos de macroalgas, que, en general, son menos productivos y, por lo tanto, incapaces de sostener la biodiversidad y los servicios ecosistémicos que aportan los arrecifes.
Las proyecciones indican que los arrecifes coralinos sufrirán eventos de calentamiento cada vez más frecuentes y con menor tiempo de recuperación (IPBES, 2019). De mantenerse la tendencia actual en el aumento de la temperatura, los arrecifes están condenados a desaparecer. Su ocaso también supone la pérdida de miles de especies que dependen de estos ecosistemas y de los medios de subsistencia de millones de personas.
Disminuir las presiones humanas es fundamental para aminorar los efectos del cambio climático sobre los arrecifes coralinos. El consumo responsable de pescado y mariscos, la disminución de plásticos de un solo uso, el turismo responsable y el tratamiento de las aguas residuales son acciones que pueden ayudar a proteger los arrecifes.
La restauración coralina por medio de “jardinerías” de coral representa un valioso esfuerzo y una gran oportunidad para recuperar la cobertura coralina viva.
¡Sin árboles no hay bosques, sin corales no hay arrecifes!