Gabri, quiero contarte algunas cosas. No sé si empezar por lo más triste o lo más feliz, porque a fin de cuentas, uno termina aprendiendo de todas las experiencias. Pero bueno, ya sé, vamos de menos a más.
Este 20 de noviembre se cumplen exactamente tres años desde que Dios decidió llevarte junto a Él para que jugaras en el equipo del cielo, pero creo que nunca te dije cómo me sentí ese día.
Mae, qué difícil. De las pérdidas cercanas que he tenido, la tuya ha sido la que más me ha impactado. En el momento en que me di cuenta, no lo podía creer. O simplemente no quería creerlo.
Al principio, entre tantas llamadas y mensajes, pensé que al que le había pasado algo era a mi papá. Esa misma persona que te llevó, con 13 años, a hacer una prueba a Saprissa, para empezar otra de nuestras historias juntos. Pero para mi asombro el que se había ido eras vos, mi hermano del alma.
¡Qué dolor tan grande! Apenas confirmé la noticia se me vinieron tantas cosas a la cabeza. ¡Es que nos conocíamos prácticamente desde que nacimos! ¡Qué dolor fue saber que ya no volveríamos a compartir nunca más! Incluso, llegué a cuestionarle a Dios, si no era muy pronto para tu partida, pero creo que los dos sabemos que sus planes son perfectos, aunque no los entendamos.
Definitivamente nos faltaron muchísimas cosas por hacer, como volver a jugar juntos. ¿Te acordás que cuando te iban a operar del problema del corazón, te escribí diciéndote que sabía que saldrías de eso y que volveríamos a ganar campeonatos uno al lado del otro? Lo sigo manteniendo, porque en algún momento y en algún lugar, lo volveremos a hacer.
Juntos desde siempre.
Badillita, ¿te acordás cuando estábamos pequeños, que vos estabas en el kínder y te escapabas, saltándote la malla, para ir a jugar bola conmigo? ¿Te acordás que me metieron de “forro” en el equipo, porque yo era menor? ¿Te acordás del primer torneo que jugamos juntos ahí? Vos eras el portero y cuando te metieron el primer gol, ya no querías atajar más, entonces tuve que ponerme de portero. Como siempre, salvándote la tanda…
Pero mae, de lo mejor era cuando íbamos a mejenguear a la cancha de Jardines de Tibás. Obviamente siempre íbamos en el mismo equipo, teníamos que ganar. Jugábamos hasta que ya no hubiese luz o hasta que mi mamá me pegara cuatro gritos para que me fuera para la casa. Esas mejengas eran increíbles, con tus hermanos Érick y Melvin, que eran demasiado buenos, y también Adrián, tu hermano mayor, al que solo le gustaba ir a ver, para así apoyarte.
Te lo digo de corazón: tus papás, don Melvin y doña Eli, así como tus hermanos, siempre me hicieron sentir como uno más de tu familia. Gracias infinitas por eso. Espero que hayás sentido lo mismo sobre la mía.
¿Y de Lupi? ¿Cómo vamos a olvidar nuestras salidas a comer o al cine con nuestro otro mejor amigo? Nos hizo miles de favores. Ambos sabemos que él tiene gran parte del mérito de que hayamos llegado a ser jugadores profesionales.
¡Es que cómo soñábamos en convertirnos en futbolistas! Y ese sueño se empezó a hacer más fuerte cuando estuvimos en la Selección Sub-17, vos hasta de capitán. Sin duda fuiste un claro ejemplo para mí del liderazgo que hay que tener dentro de los equipos.
¡Lo que disfrutamos en esa Sele! Nos sirvió tanto que hasta pasamos al mismo tiempo a Primera. ¡Qué salto más grande dimos! Con solo 16 y 17 años ya estábamos ahí, con los grandes. Me acuerdo de Marcelo Tulbovitz llevándonos al estadio a entrenar, por que ninguno de los dos tenía licencia. Marcelo también fue vital, al punto que los dos pudimos crecer hasta llegar juntos al Mundial de Clubes en Japón y luego al Mundial Mayor en Alemania.
Mae, ¿sabés que aprendí muchísimas cosas de vos, verdad? Principalmente cómo afrontabas algunas situaciones. Siempre luchando con todo y en todo, nunca te diste por vencido, jugabas con alma y corazón en cada partido. Pero sobre todo, me enseñaste a disfrutar la vida al máximo.
Gabri, cómo me hacés falta mae… A veces cargo con un sentimiento que no es nada bonito, porque me envuelve, me confunde, me enoja. Especialmente cuando estoy entrenando y compartiendo en los equipos.
Te cuento. Después de 12 años de haber ido juntos a Alemania 2006, tuve la bendición de volver a otro Mundial, en Rusia, el año pasado. ¿Quién lo iba a imaginar? Bueno, sí, quizás vos. Vos probablemente me habrías dicho que lo iba a lograr.
Sin embargo, aunque estaba feliz de lo que estaba alcanzando, muchas veces también estuve triste, porque al ver a los compañeros vacilando me preguntaba el por qué no estabas ahí con nosotros. ¿Por qué no podía ser como siempre fue? Nosotros en el camerino de algún club o de la Sele, nosotros celebrando goles en la cancha del barrio. Mae, definitivamente son momentos y luchas que he tenido que superar, poco a poco.
Pero de lo más increíble que me ha pasado fue el día que pude hacerte un pequeño homenaje. Me puse una camiseta con tu foto antes de jugar y ese día metí el primer “hat-trick” de mi carrera. Una locura. El tercero fue con la cabeza… Sí mae, aunque no me lo creas, con tu especialidad. Ese gol ha sido el más significativo de mi vida.
Lo más importante.
Pero ahora sí. Badillita, quería contarte algo más… Y es lo más importante de todo. Es lo que más te tenés que dejar de esta carta.
Mae, quiero que sepás que Sofi y Luci, tus mágicas princesas, están hermosas. Están creciendo felices y recordándote cada día. Ellas me pidieron que te contara algunas cosas que les gustaría decirte.
Primero, Sofi te quiere preguntar que cuándo te podría ver, ya que hace mucho no lo hace. Le encantaría volver a jugar barbies con vos. También quiere decirte que extraña muchísimo tu sonrisa y abrazos, así como el particular silbido que tenías con ellas. Mae, en serio, Sofi es una niña súper extrovertida.
Segundo, Lucy dice que te extraña demasiado, que algún día espera volver a verte. Ella recuerda todos y cada uno de los momentos que pasaron juntos, cuando jugaban y la entrenabas. Y obvio cuando la llevabas al estadio, que hasta el día de hoy lo sigue haciendo y disfrutando mucho. Quiere que sepás que te ama con todo el corazón. Y mae, ¿adiviná qué? Es futbolista, está siguiendo los pasos del papá. Y te digo, es mejor que vos, jaja.
Mae, ¿por qué no movés unos hilos allá arriba para que sueñen con vos más seguido?
Yo sé que desde el cielo las estás protegiendo, pero también tené por seguro que aquí, su mamá, Fabi, la que fue, es y será por siempre tu gran amor (los dos sabemos porqué), las cuida y protege con todo el corazón. Además, te juro que tanto mi familia como yo, siempre estaremos aquí para ellas.
Por último, Gabri, le doy gracias a Dios por permitirme haberte tenido junto a mí por 31 años. Sos mi mejor amigo, mi hermano y siempre vas a vivir en mi corazón. Grande Badillita.
Nota del editor: En Desde la grada buscamos historias escritas por los propios protagonistas del deporte de alto rendimiento. Contácteme a david.goldberg@nacion.com, si tiene interés de ser parte de esta iniciativa.
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