Es el año 2019 y las mujeres aún seguimos luchando. Y lo hacemos en todos los campos, incluido el deporte. Primero se trataba de derribar los prejuicios (en algunos países incluso las leyes) y ahora nos toca erradicar las dudas.
Mi nombre es Amelia Valverde, directora técnica de la Selección Mayor Femenina de Costa Rica, y soy de las que cree firmemente que, con conocimiento, valentía y honestidad, las mujeres podemos desenvolvernos en cualquier campo dentro del fútbol, un deporte usualmente visualizado como masculino. Y sé que hay muchas más colegas en todo el mundo que también lo consideran así. Solo necesitan una oportunidad para demostrarlo.
¿Por qué? Porque nos hemos preparado en las aulas, en la cancha y en nuestras mentes. Pero también en nuestra vida diaria.
Personalmente, mi carácter, mi ADN y mis cromosomas XX me obligaron a darlo todo para intentar profesionalizarme desde que tenía 16 años, edad en la entendí que este deporte tenía el potencial de ser algo más para mí, de ser un estilo de vida.
Fue ahí, apenas un año después de disputar mi debut oficial como futbolista, que dirigí mi primer entrenamiento con un grupo de niñas de la liga menor del equipo de San Ramón, mi cantón natal. Fue ahí, tras ejecutar trabajos técnicos y colectivos por aproximadamente dos horas, que tomé una decisión: no quería improvisar. Así que desde ese día solo quise aprender y capacitarme para ser parte de esta disciplina. Y ahora estoy aquí, en una oficina llena de pizarras, conos y balones de fútbol.
Pruebas constantes.
Sin duda, mi camino en el deporte ha sido enriquecedor, pero también tuvo unos cuantos momentos difíciles que me hicieron entender mejor a la sociedad en la que vivimos. Tuve que probar, de primera mano, complicaciones que enfrentamos las mujeres que decidimos cruzar este camino deportivo. Porque si bien estamos en período de cambio, todavía seguimos batallando contra una cultura que fue formada para creer que muchas cosas son solo de y para hombres.
Por ejemplo, como cuando en una “mejenga” entre barrios vecinos el equipo rival no dudó en señalar que, además de que no tenía tacos, era la única mujer. O de cuando en las clases para obtener las diferentes licencias de entrenadora, siempre me veían extraño, pues nunca había otra mujer.
A lo largo del camino tuve la oportunidad de involucrarme en distintos proyectos futbolísticos, de los cuales nunca pensé ser parte. Entre ellos, los cinco años en los que participé en procesos de formación de niños.
Pero en el 2009 llegó una de las grandes casualidades de mi vida. Flores, el equipo de Primera División donde jugaba, no tuvo la posibilidad de mantener al entrenador en el puesto y vieron en mí a alguien que podría asumir. Lo medité por unos días, porque tenía claro que si aceptaba, no volvería a jugar. Tenía solo 22 años. Sin embargo, ese sacrificio no le bastó a toda la gente.
Muchas de las que eran mis compañeras y pasaron a ser mis dirigidas intensificaron su compromiso; no obstante, otras simplemente decidieron hacerse a un lado. Fueron dos años en los que muchas personas me preguntaban, con un tono sumamente particular, ‘¿usted en serio es la entrenadora?’.
Luego llegué a la Federación Costarricense de Fútbol, por medio de una llamada telefónica de Karla Alemán. Ella me invitó al proyecto de selecciones femeninas como preparadora física, iniciando una etapa que al principio estuvo llena de incertidumbre, por la enorme exigencia y expectativa que cada una tenía, pues la misión siempre fue competir y mejorar en cada torneo.
Incluso, cuando la vida me dio la oportunidad de dirigir el Mundial de Canadá 2015, quizás el reto más grande de la historia del fútbol femenino del país, hubo sorpresa y un poco más de incertidumbre.
Sin embargo, la fuerza, la confianza y el trabajo serio del grupo de jugadoras y cuerpo técnico fue clave para poder representar a Costa Rica con dignidad y esfuerzo, borrando esas dudas y temores.
Reto diario.
Mi camino en el fútbol me ha enseñado que el ser mujer en este oficio es un reto diario, porque nunca hemos sido visualizadas en un camerino dirigiendo una charla técnica con el criterio y autoridad que se requiere, ni a mujeres ni a hombres.
Sin embargo, mi motivación y mis ganas de seguir aprendiendo sobrepasan cualquier sentimiento de negatividad que pueda percibir.
Yo he aprendido que el fútbol no es masculino ni femenino, es solo fútbol, un deporte para todos y todas. Claro, cada rama tiene su esencia, pero los condimentos son los mismos. Únicamente se debe tener la capacidad de combinarlos, según convenga.
Es indudable que Costa Rica se encuentra en un proceso de cambio y el deporte es parte de él. Tal vez hasta sea una herramienta que poco se aprovecha.
Actualmente las mujeres estamos abriendo espacios donde antes no era habitual, estamos abriendo espacios de igualdad en muchas áreas. Y, en mi caso, veo cada día como una oportunidad para intentar aportar a nuestra causa, a nuestra lucha, esta que seguimos teniendo aún en el 2019.
Nota del editor: En Desde la grada buscamos historias escritas por los propios protagonistas del deporte de alto rendimiento. Contácteme a david.goldberg@nacion.com, si tiene interés de ser parte de esta iniciativa.
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