A estas alturas, todos conocemos a alguien que jura que su celular lo está espiando. “¡Estaba hablando de matricularme en una carrera universitaria, y ahora me salen anuncios de universidades en todas partes!” Y claro, la teoría conspirativa se dispersa con las experiencias de todas aquellas personas que han vivido una situación similar. Pero, ¿realmente nos están escuchando? En esta era de la hiperconexión, puede que la verdad sea mucho más compleja de entender.
Es fácil imaginar a los ingenieros de Silicon Valley reunidos en una oscura sala, escuchando con audífonos y caras concentradas los miles de “emocionantes” conversaciones sobre la chancla perdida de la abuela, la última travesura del perro y los graves casos de hurto internacional de galletas en la oficina. Pero la realidad es menos digna de una película de espionaje, porque, seamos sinceros, ¿es necesario escuchar sus conversaciones para saber que usted desea pasar otro domingo en pijama?
Su celular no lo escucha todo el día. Es poco probable que sus conversaciones sean almacenadas las 24 horas para reconocer palabras clave y venderle publicidad, ya que los aspectos técnicos para hacer algo de esta magnitud no solo serían ilegales, sino fáciles de reconocer en aspectos como el peso en datos que representan las grabaciones de audio al ser enviadas por Internet.
Además, hay otros aspectos a considerar, como que esto involucraría la colaboración de una gran cantidad de empresas tecnológicas (muchas veces rivales), una notable baja de la batería en los dispositivos, afectación en la velocidad de internet, extremo secretismo entre una gran cantidad de personas y lo más importante: que no exista una mejor forma de saber lo que usted está pensando (spoiler: sí existe).
Se puede dudar de qué tan veraces son las declaraciones de Meta sobre la privacidad de nuestros chats de texto en sus redes sociales, también se puede dudar de qué tan sinceras fueron las disculpas de empresas como Apple cuando se descubrió, según reporta The Guardian, que guardaban una pequeña muestra de grabaciones de audio de las interacciones de los usuarios con Siri que eran oídas por otras personas (desencadenando que escucharan por error encuentros sexuales y hasta detalles médicos privados), sin embargo, lo que se puede notar es un común denominador en las motivaciones para hacer este tipo de prácticas: recopilación de datos, a menudo con la intención de mejorar sus herramientas.
Por lo general, muchas de estas plataformas digitales tienen enormes listas en su web detallando información relacionada al respeto y compromiso que tienen con la privacidad en estos temas, equiparable a la cantidad de normas donde se subraya la recolección de diversos datos necesarios para la evolución y mejoramiento de las plataformas.
“Siri usa datos de sus interacciones con ella. Esto incluye el audio de lo que se le pidió al asistente de voz y una transcripción generada por computadora. Apple a veces utiliza la grabación de audio de una indicación dada, así como la transcripción, en un proceso de aprendizaje automático que ‘entrena’ a la asistente de voz para mejorar.” Se lee en un comunicado de la empresa Apple (disponible aquí).
Aunque la probabilidad de que todas sus conversaciones sean grabadas y escuchadas a modo de espionaje constante puede ser más un mito que otra cosa, esto claramente no quiere decir que su privacidad esté a salvo o como el caso de Apple, que ciertos elementos de audio sean recolectados. Lo cierto es que la preocupación por el almacenamiento de nuestros datos y los procesos escogidos, no están de más. Cabe hacerse preguntas sobre cuáles procesos se escogen para recolectar los datos, cuáles datos se buscan, cuanto tiempo los resguardan y más importante ¿Por qué son tan valiosos? Esto es lo que se esconde detrás del click:
Tecnología predictiva: ¿Por qué quieren nuestros datos?
Hace 10 años la prestigiosa revista Forbes reportó un inusual caso. Un padre entró furioso a una tienda Target: “¡Mi hija recibió esto en su correo! ¡Ella todavía está en el colegio!... Ustedes le mandan cupones de ropa y cunas de bebé. ¿Están intentando incentivarla a embarazarse?”, reclamó.
Días después, el mismo hombre reaparece en el local, a descubrir que su hija efectivamente estaba embarazada, aunque ella no había dicho nada, pues tampoco lo sabía.
¿Cómo logró Target saber del embarazo? Cada vez que usted realiza una compra, está compartiendo detalles íntimos sobre sus patrones de consumo con los minoristas, quienes estudian esta información para predecir lo que le gusta, lo que necesita y cómo incentivarlo a comprar más. Esta es una gran utilidad de la minería de datos, que llega al punto de poder predecir si una mujer está embarazada incluso antes de que ella misma lo sepa. Analizando compras históricas, como lociones sin fragancia y suplementos, Target fue capaz de asignar un “puntaje de predicción de embarazo” a sus clientas, permitiéndoles enviar cupones específicos para cada etapa de gestación.
Este tipo de hazañas se logran con grandes recolecciones de datos de calidad. Por ejemplo, Meta recopila datos relacionados a su actividad en diferentes plataformas, cuántas veces al día abre WhatsApp, así como cuáles contenidos le impulsan a comentar o reaccionar.
Esta información, que a lo largo de los años genera una gran cantidad de datos sobre usted y los demás usuarios, es valiosa porque ayuda a mejorar la experiencia en redes sociales, ayuda a hacerla más llamativa para su gusto y ayuda a brindarle anuncios relevantes a sus necesidades ya estudiadas. Esto es mucho más efectivo que espiar con un micrófono porque, ¿quién quiere escuchar lo que dicen las palabras cuando se puede saber lo que piensa la mente?
LEA MÁS: ¿Qué es la economía de la atención? Descubra cómo manipulan su tiempo
Sin embargo, entre los beneficios obtenidos por este estudio de datos, también hay grandes riesgos a la privacidad de los usuarios y riesgo a la manipulación por medio de la predicción de conductas humanas, por ejemplo, para interferir en un proceso de elecciones.
Fue en 2018 cuando Facebook se vio envuelta en una serie de acusaciones por el caso de Cambridge Analytica, donde se reveló que una consultora británica había utilizado datos personales de millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento para influir en elecciones y campañas políticas, incluyendo la elección presidencial de Estados Unidos en 2016 y el referéndum del Brexit en el Reino Unido.
Cambridge Analytica empleó técnicas de microsegmentación y persuasión psicológica para crear anuncios altamente personalizados, destinados a manipular la opinión pública y el comportamiento electoral. Este caso subrayó la importancia y el peligro del uso indebido de los datos en la política moderna, mostrando cómo la explotación de información personal puede tener un impacto decisivo en los resultados electorales y, en última instancia, en la democracia misma.
LEA MÁS: El escándalo de Cambridge Analytica implosionó las políticas de privacidad de Facebook
Tristan Harris y la teoría de la muñeca vudú
La tecnología predictiva ha llevado la recopilación de datos a un nivel que pocos entienden, y menos aún pueden evitar. Tristan Harris, el filósofo de la tecnología moderna y extrabajador como especialista en ética tecnológica de Google, lo explica con la teoría de la muñeca vudú: cada interacción digital es un alfiler clavado en una representación virtual de usted.
Su muñeca vudú se nutre de cada click, creando un modelo tan preciso que puede anticipar sus movimientos con la exactitud de un adivino con acceso a su diario personal. Las implicaciones son vastas: las empresas no solo le venden productos; le venden una realidad diseñada, cuidadosamente esculpida para que encaje con la narrativa que su muñeca vudú ha contado en su nombre.
En palabras más sencillas, todo ese tiempo que usted pasa conectado, ayuda a las empresas a entender su comportamiento y necesidades para intentar predecirlas. La metáfora del muñeco se trata de una reconstrucción de usted en un mundo virtual; es la información que tienen las empresas para reconstruirlo: sus intereses, sus características de edad, religión, género o raza. ¿Qué dirá sobre usted?
Lo que en verdad está sucediendo es que los algoritmos se han vuelto tan buenos en identificar patrones que ahora conocen nuestros hábitos mejor que nosotros mismos. El machine learning no necesita escuchar nuestras conversaciones para saber qué queremos. La cantidad de datos que generamos —desde búsquedas en Google hasta interacciones en redes sociales— es suficiente para construir un perfil extremadamente preciso. Así, los anuncios que vemos no son resultado de espionaje, sino de una inteligencia artificial que ha perfeccionado el arte de anticipar nuestros deseos antes de que siquiera los verbalicemos.
Privacidad en línea: una mirada a nuestros hábitos de consumo
Según cuenta Martin Lindstrom, quien es columnista en diversos medios como The Fast Company y Time Magazine, en su libro “Brand Washed: El lavado de cerebro de las marcas” (2011) decidió someterse a un experimento: no iba a utilizar una sola marca nueva por todo un año.
A pesar de pensar que cumpliriría fácilmente esta prueba, conforme avanzaban los días notaba que la invasión de las marcas era total. No podía ir a un baño público sin ver publicidad en los orinales, no encontraba productos que no tuvieran asociado algún tipo de logo o identidad. Para finalmente, tras un problema en el aeropuerto con su maleta, recaer en buscar una marca que salvara su vestimenta de los próximos días. Sin embargo, el problema más allá de haber fallado su prueba fue que durante los próximos días experimento una ansiedad por comprar cosas, reconoció que se dejó llevar y había caído en habitos de consumo innecesarios motivados por la necesidad de consumir.
Lindstrom en su libro describe la existencia de un ecosistema basado en la dependencia y cómo se fucionan los mundos de la tecnología y el marketing, con grandes estudios de comportamientos del consumidor y la psicología cognitiva que hacen que al no cuestionar nuestros habitos ni los mecanismos que utilizan estas empresas para generarlos, se den grandes invasiones a la privacidad o que divulguemos información que no queríamos divulgar sin darnos cuenta.
Estas marcas tienen muchos trucos para que se les brinde de forma voluntaria información mucho más delicada que la que se hablaría en muchas conversaciones privadas por celular, por no mencionar que las normas de uso y privacidad de la mayoría de plataformas son gigantes ladrillos de texto a los que la mayoría de usuarios solo dan “Sí, acepto”, sin ver el primer parrafo.
Hace años, Gamestation, un videojuego britanico en línea, añadió en broma una cláusula en sus términos y condiciones que decía: “Al realizar un pedido a través de este sitio web el primer día del cuarto mes del año 2010, usted se compromete a concedernos una opción no transferible para reclamar, ahora y por siempre jamás, su alma inomortal. En caso de que quisiéramos ejercer esta opción, usted se compromete a entregarnos su alma inmortal y cualquier reclamación que pueda tener sobre ella, dentro de los primeros 5 (cinco) días laborales después de recibir una notificación escrita por parte de gamestation.co.uk, o de uno de sus secuaces debidamente autorizados”.
De no haber sido una broma para el día de los inocentes, al menos 7500 personas habrían regalado sus almas sin darse cuenta. Es en este mismo ecosistema es que muchos de los procesos tecnologicos ocurren lejos del conocimiento de los usuarios promedios y de las leyes que regulan la mayoría de países, con la novedad de que ahora tenemos el avance de una nueva y misteriosa protagonista: La inteligencia artificial generativa, la cuál también necesita de grandes datos para poder ser entrenada.
LEA MÁS: Meta utiliza publicaciones para entrenar su IA: ¿Qué significa para usted?
Entonces, ¿cuál es el desenlace de esta historia? A pesar de lo fascinante que pueda parecer la idea de un celular espía, queda claro que la realidad es que no necesitan escuchar nuestras conversaciones para saber lo que queremos. En lugar de preocuparnos por micrófonos ocultos, tal vez deberíamos enfocar nuestra atención en la forma en que estamos alimentando a esos algoritmos con cada clic, cada búsqueda, y cada interacción digital.
Es un intercambio constante: nuestras acciones por conveniencia. Pero, ¿hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar nuestra privacidad por la comodidad de recibir anuncios que parecen leer nuestras mentes? La tecnología predictiva ha transformado el paisaje digital en un espejo que refleja, con asombrosa precisión, nuestros deseos más íntimos. Y aunque renunciar al mundo digital no parece una opción viable, sí lo es entender mejor cómo funciona y exigir un mayor control sobre los datos que compartimos.
Porque al final del día, la verdadera cuestión no es si su celular lo escucha, sino qué estamos dispuestos a permitir que la tecnología sepa sobre nosotros. Tal vez sea momento de tomar las riendas y asegurarnos de que, en esta era de la hiperconexión, no nos convertimos en meros peones en el tablero de la inteligencia artificial.
Por último, una pregunta: Si el día de mañana se confirma que su red social favorita grabó miles de conversaciones privadas de usted y su familia, ¿Seguiría usándola aunque no confíe más en ella o recaería con los meses a volver a utilizarla?