El volcán La Palma, en el archipiélago de las Islas Canarias, España, no tenía actividad volcánica desde 1971. Por esos 50 años estuvo “dormido”, como es común llamar la inactividad de los volcanes en el habla popular.
Los recientes videos y fotografías de la lava abriéndose paso a través de la isla La Palma, destruyendo casas, calles y edificios, han hecho que muchos se pregunten sobre estos fenómenos naturales.
Hablamos con tres doctores geólogos del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori-UNA), los tres especialistas en vulcanología, para saber más sobre este tema. Y para saber si en Costa Rica hay peligro de que algo así ocurra.
¿Costa Rica puede vivir algo similar a lo que pasó en isla La Palma, en Canarias, España?
Vayamos parte por parte. Primero: ¿qué es un “volcán dormido”?
Joost Demoor, investigador vulcanólogo del Ovsicori, precisa que el término puede ser subjetivo y puede tener distintas definiciones.
“Se define en formas diferentes en diferentes países y diferentes observatorios”, indica Demoor. “En el Ovsicori definimos un volcán dormido por sus señales de monitoreo: sin presencia de actividad sísmica significativa, sin deformación o inflación de su edificio, y sin salida de gases magmáticos”.
Su colega geóloga y vulcanóloga María Martínez, prefiere decir, sobre la inactividad de un volcán, que el coloso está “en fase latente, en reposo o dormido”. Y precisa que según la geología, se habla de “volcán dormido” o en reposo cuando no han tenido actividad en los últimos 10.000 años, pero se conoce por los registros geológicos que en el pasado sí estuvo activo. De esta forma, se habla entonces de volcán activo cuando sí han tenido actividad en ese lapso (últimos 10.000 años).
Un volcán activo, eso sí, puede estar en fase latente o en fase de reposo, que comúnmente llamamos “dormido”. De hecho, un gran número de volcanes activos para la ciencia nunca erupcionarán durante nuestra vida, porque una vida del ser humano es una nada para el calendario del planeta.
Javier Francisco Pacheco, también investigador vulcanólogo del Ovsicori, coincide con Martínez en que ni siquiera el volcán La Palma, en España, sería un coloso “dormido”, pues estuvo una actividad en 1971, y 50 años son “un suspiro” para el tiempo geológico.
“Algunas personas llaman ‘volcán dormido’ a aquel que no ha tenido erupciones en tiempos históricos, pero sí presentó actividad eruptiva en tiempos geológicos. El volcán en la isla de La Palma no es un volcán dormido; la erupción más reciente antes de la actual ocurrió en 1971 y se conocen al menos cinco erupciones que ocurrieron en tiempos históricos y muchas más erupciones que han ocurrido durante el Holoceno” (época geológica que se explaya a lo largo de los últimos 12.000 años, aproximadamente).
También Demoor habla de esta definición de “volcán dormido”. Es un denominador común en la ciencia que estudia los suelos, los volcanes y las profundidades.
“Lo que está pasando en La Palma”, continúa Pacheco, “es que se generó una fisura en la ladera del volcán Cumbre Vieja, por donde se produjeron varios focos de emisión. Cada uno de ellos produce conos piroclásticos, que así se llaman porque se forman por la acumulación de piroclastos (rocas calientes arrojadas por el volcán o foco de emisión)”.
Ojo: en el caso de La Palma, la isla toda es un volcán de unos 7.000 metros de altura (5.000 metros bajo el agua y otros 2.423 metros sobre el nivel del mar). Este volcán es un volcán compuesto: tiene dos focos eruptivos, al norte la caldera de Taburiente y al sur la Cumbre Vieja (el foco activo en este momento).
Ahora sí: ¿en Costa Rica puede pasar lo que pasó en Canarias?
El volcán La Palma en las Islas Canarias es un “volcán intraplaca por un punto caliente, similar a las islas de Hawaii”, explica Joost Demoor. En cambio, los volcanes de Costa Rica son producto de la subducción de una placa debajo de la otra (placas Cocos y Caribe).
Esto significa, sobre todo, que los volcanes de Costa Rica poseen importantes diferencias en comparación con el volcán La Palma, de cuya erupción todos hemos visto los impresionantes videos de la lava destruyendo todo a su paso.
“Nuestros volcanes tienen diferencias fundamentales en términos de los procesos que producen magma en La Palma. Hay varios volcanes en reposo en Costa Rica, como el Irazú, el Arenal, el Miravalles, el Barva, el Tenorio, el Platanar. Cualquiera de esos volcanes puede reactivarse, pero esperamos que este proceso se acompañaría con señales de monitoreo que indiquen la transición de estado ‘en reposo’ a estado ‘activo’”, dice Joost Demoor.
El volcán Barva, señala el vulcanólogo Javier Pacheco, es un volcán que se considera activo, cuya última erupción se calcula que ocurrió hace unos 500 años, según registros geológicos. “Pero no hay registros históricos (escritos) de su actividad, igual que el Tenorio, Miravalles, Platanar y Orosí”.
Estos son colosos que sí podrían activarse en un futuro, pero siempre dando señales geológicas de su actividad.
Aquellos volcanes que no tienen registros históricos ni geológicos, pueden llamarse completamente “dormidos” según el término científico, dice el experto Pacheco, pues llevan más de 10.000 años sin actividad y no es muy probable que se activen nunca.
La investigadora vulcanóloga María Martínez agrega que el volcán Miravalles, en Costa Rica, es un ejemplo de coloso activo por la definición que vimos de los últimos 10.000 años, pero se encuentra en estado latente o en reposo. Y podría erupcionar.
“La última erupción fue hace 3.000 o 4.000 años, basado en dataciones de carbono 14 en árboles carbonizados que se encontraron en algunos depósitos en Miravalles. Es una datación reciente de los geólogos de Costa Rica. En cambio, el volcán La Palma, la última vez que hizo erupción fue hace 50 años. 50 años desde el punto de vista geológico es muy breve. Los procesos geológicos duran cientos de años, miles de años o millones de años. Cinco décadas es un suspiro para la tierra”.
Martínez nos recuerda también que dos volcanes activos que están en fase de reposo podrían ser peligrosos por su ubicación: el Irazú y el Arenal.
“Otros volcanes de gran importancia por la ubicación que ocupan en territorio nacional son el Irazú y el Arenal. El Irazú fue hace 60 años que estuvo activo (entre 1963 y 1965), con erupciones estrambolianas algo parecidas a las que se están viendo en La Palma, y con erupciones vulcanianas; más ricas en cenizas y rocas. El volcán ha estado desde hace 60 años en reposo, pero está activo. El Arenal está actualmente en reposo desde finales del año 2010, pero también es un volcán activo. Todos los volcanes en reposo tienen la posibilidad de reactivarse en algún momento”.
Ojo 2.0: hay otros volcanes de los que no tenemos idea de si podrían hacer erupción en el futuro, señala el vulcanólogo Javier Pacheco. Estos son el Cacho Negro, Congo y cerros del Zurquí. “De su pasado conocemos muy poco como para identificarlos como activos o dormidos”, dice.
Y a todo esto, ¿por qué erupcionan los volcanes?
Las erupciones se producen por el calentamiento del magma del interior del planeta; que busca salir. Y lo hace a través de los volcanes.
Así lo explica Joost Demoor:
“Cualquier edificio volcán se construye por la producción de magma y erupciones periódicas durante su vida. La frecuencia de erupciones de un volcán depende de la tasa de producción magmática en el manto y la arquitectura del sistema de plomería a través del cual el magma sube a la superficie”, responde Joost Demoor.
Este “sistema de plomería” son como las arterias de los volcanes por las que sale el magma a la superficie. Hay diferentes tipos de volcán y diferentes tipos de erupciones.
Diferencias entre magma y lava:
Magma: masa ígnea en fusión existente en el interior de la Tierra, que se consolida por enfriamiento.
Lava: materia derretida o en fusión que sale de un volcán al tiempo de la erupción, formando arroyos encendidos.
¿Hay erupciones de súbito o siempre la tierra avisa?
La tierra siempre avisa. La sismicidad y otros cálculos le dan pistas a los científicos sobre los próximos movimientos de los volcanes. Ni siquiera el volcán Vesubio, cuya primera y explosiva erupción pliniana marcó los cielos con una columna de escombros y produjo caídas de piedra pómez y ceniza hacia el sur del volcán, estuvo carente de señales. Este es el volcán que arrasó con Pompeya en el año 79 después de la Era Común.
Estas señales, explica Javier Pacheco, se dan a través de “sismicidad previa, aumento de la temperatura de las fumarolas, incremento en la actividad fumarólica, incremento en la temperatura de las fuentes termales”.
En el caso de Pompeya y el Vesubio, todo esto se documentó históricamente por el escritor Plinio el Joven.
En tiempo modernos, estas señales se recogen con una instalación adecuada de instrumentos. Aquí entra el rol de la vigilancia vulcanológica y sismológica profesional.
“Algunos volcanes se despiertan muy pausadamente, como es el caso del Turrialba, que desde 1996 se empezaron a ver cambios en muchos de los parámetros estudiados, y no fue hasta el 2010 cuando hizo la primera erupción”, comenta Pacheco. “Otros volcanes se despiertan muy rápido, dando señales de activación solo unas semanas o días antes de la erupción. Es posible que estos volcanes que se ha visto que despiertan muy rápido, como el Irazú o el Chaitén en Chile, se deba a que no tenían suficiente o adecuada instrumentación cuando se activaron y por lo tanto no se lograron ver los precursores”.
Al respecto, esto apunta en su página web la Red Sismológica Nacional (RSN):
“Afortunadamente, el movimiento de enormes depósitos de magma que se agita, se eleva, fluye y libera sus gases no puede pasar desapercibido fácilmente, siempre y cuando existan vulcanólogos estudiando la zona. Las resonancias volcánicas producen un ruidoso conjunto de sonidos y cambios medibles (truenos, vibraciones y emisiones) que sirven como signos de advertencia”.
O sea que, de darse una amenaza de erupción peligrosa para los asentamientos humanos en Costa Rica, entidades como el Ovsicori o la RSN nos darían la información para saber si debemos evacuar a tiempo. Tal como sucedió en La Palma, donde los daños son materiales se estiman en más de 400 millones de euros, pero donde no hay muertes que lamentar.